«Los Beatles contra los Rolling Stones», de Jordi Mesalles y Miquel Casamayor.

7xuypgk

         El traductor y adaptador, en un arranque de protagonismo fuera de toda lógica y contraviniendo las más elementales normas del pudor, ha decidido dedicarle esta pieza a:

 

            A mi amigo Jordi Mesalles… por tantas cosas,

            y porque ha decidido dejarse el pelo largo

            para cruzar el milenio en un homenaje vivo y permanente

            al Mayo del 68.

            A John Lennon.

            A Paul MacCartney.

            A George Harrison.

            A Ringo Star.

            A los Rolling Stones,

            y a los Doors, los Animals, King Crimson,

            Supertramp, Pink Floyd, Queen, Moody Blues, etc.

            A Leo Ferré, Jacques Dutronc, Johnny Hallyday, Silvie Vartan,

            Françoise Hardy, Jane Birkin, Serge Geinsbourg, etc.

            A los clientes pasados, presentes y futuros

            del Polly Magoo de París.

            A Paco Ibáñez, que una mañana en esa ciudad

            me enseñó el secreto de hacer castañuelas.

            Y a Serrat, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Labordeta,

            La Bullonera, Ovidi Montllor, Lluis Llach,

            Los Bravos, Los Canarios, Los Brincos, Los Pekenikes.

            A aquellos compañeros de Preu A

            con los que compartí sin saberlo una revolución paralela.

            A mi madre, que una mañana me despertó

            y me dijo que John Lennon había sido asesinando,

            poniendo punto final a aquello que fue

            mi adolescencia.

            Y, naturalmente, a Lupe, Paola y Fran, que acabaron de escribir esta historia y que junto a Maribel, Eva, Laura, Letizia,            Rafa, Javier, Rubén, Ibán y José Carlos, le pusieron cuerpo y voz a esta crónica teatral de los últimos treinta años de la vida de España.

            Que sean felices.

 

                                                                                                          F.O.

Personajes.

 

Las chicas:

         BRIGITTE (Catorce años. Hija de madre francesa y padre español.)

         ROSA MARIA ROCAMORA (Catorce años. Hija de la familia Rocamora, el mejor partido de la ciudad.)

         MARIA ANGELES. (Trece años. Hija de clase media-baja.)

         LILITH. (Veinte años. Camarera del «Submarino amarillo»)

         MIKI. (Veinte años. Hija de Jaime y Rosa María.)

Los chicos:

         MIGUEL (Quince años. Vive en la zona obrera.)

         TONI (Diecisiete años recién cumplidos. Chico de clase media.)

         JUAN ALBERTO ROCAMORA. (Quince años. Hermano de Rosa María.)

         JAIME SASTRE. (Quince años. Hijo de comerciantes.)

         LUIS. (Diecisiete años. Vive en uno de los barrios más cutres.

         Voces de Locutores.

 

 

 

 

 

 

  

La acción podría desarrollarse en cualquier gran ciudad española.

Primera parte: 1966.

Segunda parte: 1969.

Tercera parte: 1999.

 

 

Primera parte:

LA DESPEDIDA DEL MATRIMONIO DRACULA.

         (1966. Sábado por la tarde. Rincón en un bar del barrio de las putas. Entran, tímidos y nerviosos, Jaime, Juan Alberto, Miguel y Toni. Dan vueltas alrededor de una máquina de discos -llamadas Sinfonolas-, observando el ambiente de forma disimulada, como si buscasen a alguien.)

 

JAIME.-

¿Sabéis aquel de los Beatles?

 

JUAN ALBERTO.-

Déjate ahora de chistes… ¿está o no está?

 

TONI.-

(Nervioso, negando con la cabeza.) No gritéis, que nos van a echar de aquí…

 

JAIME.-

Os lo cuento y así se os irán pasando los nervios… George y Ringo van en un tren lleno de gente y casi no pueden ni moverse… De pronto a George le entran unas ganas tremendas de mear y como están al lado de la ventanilla (hace la acción de abrir una ventanilla) Ringo la abre y le dice que saque la tita… George lo hace y cuando está meando más a gusto Ringo, la cierra de golpe. George grita ¡Ayyyyy! y Ringo se pone a cantar: «Se la pillé, yé, yé, se la pillé, yé, yé»…

 

         (Carcajadas. Juan Alberto ha metido una moneda en la máquina y comienza a oirse «She loves you». Los primeros compases suenan con mucho volumen. Una voz de locutor en off hace la presentación del espectáculo. Los chicos se mueven al compás de la música.)

 

VOZ DEL LOCUTOR.-

(En off) Los Beatles contra los Rolling Stones. Primera parte. La despedida del matrimonio Drácula.

 

         (La música baja de volumen.)

 

TONI.-

Vámonos. Hoy no ha venido Eva.

 

JUAN ALBERTO.-

¿Y cómo sabes que se llama Eva?

 

         (Los otros ríen.)

 

JAIME.-

Mirad aquella gorda. Me parece que nos está sacando la lengua a nosotros.

 

MIGUEL.-

¡Qué tetamen tiene!

 

JAIME.-

Con una sola teta te podría ahogar.

 

MIGUEL.-

¡Qué gusto me daría!

 

JUAN ALBERTO.-

Por lo menos tiene cuarenta años… Podría ser vuestra madre. ¿Eva las tiene igual de gordas?

 

TONI.-

Calla, sonao… Eva es mucho más joven.

 

MIGUEL.-

Y además es clavada a Françoise Hardy. Toni dice que lo que más le gusta de ella es cuando se desabrocha los vaqueros y se le ven esas braguitas que lleva de color azul cielo…

 

JUAN ALBERTO.-

Eso lo has visto en una foto de aquella revista francesa de tu hermano.

 

JAIME.-

¡Mira, se ha puesto colorado! ¿No te has ido nunca de putas, o qué?

 

TONI.-

¡Vete a la mierda!

 

         (Risas. A contraluz puede verse la silueta de una chica que se mueve de manera provocativa.)

 

MIGUEL.-

¡Mirad porqué se ha puesto colorado!

 

TONI.-

¡Tú que sabes!

 

TODOS.-

(Gritando. Toni se escapa.) ¡Eva!

 

JAIME.-

Acaba de salir de la habitación con aquel marinero. ¡Ostras, qué ojeras! ¡Se ha quedado más chupado que una piruleta!

 

JUAN ALBERTO.-

Seguro que ese yanqui ha hecho con ella algo más que mirarle el color de las bragas…

 

         (Risas.)

 

TONI.-

¡Sois unos gilipollas!

 

JAIME.-

¡Está enamorado!

 

JUAN ALBERTO.-

¿No decías que la conoces…? Pues ve a decirle algo.

 

TONI.-

No, ahora no, que está trabajando.

 

         (Los chicos comienzan a hacerle señas.)

 

TONI.-

Estáos quietos, imbéciles. No se puede ir a ningún sitio con vosotros. Yo me largo.

 

JUAN ALBERTO.-

¡Cobarde, gallina! ¡Ve a decirle alguna cosa!

 

MIGUEL.-

Demuéstranos que la conoces.

 

TONI.-

Sois un pelmas… Está bien, ¡Allá voy!

 

 

         (Toni se acerca lentamente hacia donde está la chica sentada en un taburete, esperando clientes. Le pide fuego y ella se lo da acariciándole la mejilla.)

 

JAIME.-

¡Hostia, tú, mirad, mirad…!

 

TONI.-

(Vuelve embelesado.) Tiene unos ojos tan azules, un pelo tan suave… ¡Es tan guapa…! Todavía siento su mano en mi mejilla…

 

JAIME.-

¡No, si acabarás diciendonos que te la has follado!

 

JUAN ALBERTO.-

¡Te has puesto cachondo!

 

TONI.-

No entendéis nada.

 

JUAN ALBERTO.

¡Chissst! (Señalando hacia la chica.) Ahora se va con otro.

 

JAIME.-

Pues anda que tiene una pinta ese tío…

 

JUAN ALBERTO.-

¡Seguro que le va a pegar un sifilazo!

 

JAIME.-

¿Un sifilazo? ¿Y eso qué es?

 

JUAN ALBERTO.-

Una enfermedad muy fea. Primero te salen una manchas en la polla, y después se te va cayendo a rodajas… Así: chas, chas, chas…

 

TONI.-

Desde luego, sois repugnantes.

 

MIGUEL.-

¿Qué crees que les pasa a todas estas tías? ¡Que se gastan muy pronto, chaval!

 

 

 

TONI.-

Pero también pueden encontrar en la vida alguien que las quiera no sólo para follárselas…

 

JAIME.-

Un pollafría como tú… ¿Te refieres a eso?

 

JUAN ALBERTO.-

Cuando seas un famoso novelista, vienes a buscarla y la sacas de la miseria.

 

         (Risas.)

 

TONI.-

Tú vendrás a buscarla cuando hayas vendido un millón de discos de esas «pachangas» horrorosas que compones….

 

         (Risas.)

 

JAIME.-

Entonces las tetas le pesarán ya más que a la gorda de antes.

 

JUAN ALBERTO.-

¿Cronometramos cuánto tarda en salir el sifilítico?

 

TONI.-

¡Coño, no digas esas cosas… !

 

JAIME.-

Ahora deben estar entrando en la habitación…

 

JUAN ALBERTO.-

Ahora se debe estar lavando en la palangana…

 

JAIME.-

¿Qué palangana?

 

JUAN ALBERTO.-

La palangana para… (Hace el gesto de lavarse sus partes.)

 

TONI.-

¡Iros a la mierda! Me tenéis hasta los huevos. ¡Me voy!

 

TODOS.-

¡Está enamorado! ¡Está enamorado!

 

         (Se marcha del bar. Oscuro.

Mientras tanto en un piso de la zona aristocrática de la ciudad la hermana de Juan Alberto -Rosa María- y dos amigas -María Angeles y Brigitte- vestidas de uniforme de colegio del Sagrado Corazón, están merendando un chocolate con bollos. La habitación está llena de detalles de decorador enamorado de la moda juvenil. Miran embobadas un cartel de los Beatles.)

 

MARIA ANGELES.-

¿Cuál de los cuatro os gusta más?

 

ROSA MARIA.-

George es el que tiene más personalidad (Señalando a John.) Este dicen que es el más inteligente.

 

BRIGITTE.-

Pero el más guapo es Paul. (Señalando a Ringo.) Ringo es el más legal.

 

MARIA ANGELES.-

Sí, Ringo es muy simpático… Tiene cara de bonachón.

 

ROSA MARIA.-

Paul es un poco soso y a mí no me gusta. Además se parece un poco a mi hermano.

 

BRIGITTE.-

¡Qué dices! Paul es mucho más guapo que tu hermano.

 

MARIA ANGELES.-

Pues a mí Juan Alberto me gusta mucho.

 

ROSA MARIA.-

A ti te gustan todos los hombres. ¡Hasta Torrebruno!

 

BRIGITTE.-

Pues yo, -¡envidia! ¡envidia!-, fui a verles actuar a Barcelona con mis hermanos mayores. Estuve en primera fila y pude echarle besitos. Me movía tanto y gritaba tanto que se fijó en mí y me guiñó un ojo varias veces.

 

MARIA ANGELES.-

¡Qué suerte que tienes! Ver a los Beatles en directo… Jolín. Y con tus hermanos mayores…

 

 

 

ROSA MARIA.-

Los chicos de nuestra edad son unos críos. Toni, que es el más mayor, acaba de cumplir los dieciseis años. El otro día le conté el chiste de Drácula y no entendió nada.

 

MARIA ANGELES.-

¿Qué chiste?

 

BRIGITTE.-

¿No lo saaaabes? (Rien.)

 

ROSA MARIA.-

¡No sabe el chiste de Drácula! ¡No sabe el chiste de Drácula!

 

BRIGITTE.-

¿Quieres que te lo cuente?

 

MARIA ANGELES.-

¡Va, sí, cuéntamelo…! Entre buenas amigas no debe haber secretos.

 

         (Rosa María y Brigitte se dicen algo a la oreja y se rien.)

 

ROSA MARIA.-

 Drácula, antes de marcharse de su castillo, le dice a su mujer: «Adiós, querida, hasta el mes que viene».

 

         (Brigitte y Rosa María vuelven a reirse.)

 

MARIA ANGELES.-

No os riáis tanto y acaba de contármelo…

 

ROSA MARIA.-

No, si ya está…

 

BRIGITTE.-

Se ha acabado.

 

MARIA ANGELES.-

¿Ya está…? Drácula le dice a su mujer…

 

ROSA MARIA.-

Antes de marcharse de su castillo…

 

 

 

MARIA ANGELES.-

«Adiós querida, hasta el mes que viene…» Pues yo, la verdad, no le veo la gracia… Lo encuentro una tontería.

 

ROSA MARIA.-

¿No lo entiendes?

 

BRIGITTE.-

Entonces… ¿ a tí todavía no te ha venido?

 

MARIA ANGELES.-

¿No me ha venido el qué?

 

         (Rosa María y Brigitte rien.)

 

ROSA MARIA.-

El mes, el periodo… ¡la regla!

 

BRIGITTE.-

La menstruación…

 

ROSA MARIA.-

¡La sangre!

 

MARIA ANGELES.-

Yo…yo, no… no, no. ¿Y qué es eso de la menstruación?

 

ROSA MARIA.-

(Va a buscar un libro. Cuando lo encuentra se lo enseña a las otras.) «Dar, diario de Ana María». (Leyendo.) «Dios ha preparado tu cuerpo para la maternidad, especialmente por medio de los órganos genitales».

 

BRIGITTE.-

(Irónica) Dios hace las cosas muy bien, no hay duda. ¿Lo llevabas muy escondido, eh, María Angeles?

 

MARIA ANGELES.-

¿El qué?

 

ROSA MARIA.-

Brigitte, con las cosas del sexo no se deben hacer bromas. Es algo muy serio.

 

 

 

BRIGITTE.-

(Provocativa) Eso es exactamente lo que tu madre le dice a tu padre cuando lo ve haciendo solitarios con estas cartas… (Enseña una revista «Play-Boy» que ha encontrado por la casa.)

 

MARIA ANGELES.-

Tu papá mira estas marranadas… ¿No le basta con ver a tu madre?

 

         (Rosa María continua leyendo avergonzada. Brigitte, sin que Rosa María se dé cuenta, irá señalando sobre el poster del «Play-boy» las zonas del cuerpo femenino que la pequeña de los Rocamora irá nombrando en su lectura del «Diario de Ana María».)

 

ROSA MARIA.-

«Situados en el bajo vientre, su centro está constituido por el útero y la matriz, llamado también «saco de la vida», en donde se desarrollará el feto. Es elástico, porque está destinado a dilatarse a medida que éste vaya creciendo. A continuación encontramos la vagina, en forma de pequeño conducto que llega hasta el exterior».

 

BRIGITTE.-

Y sobre la vagina está el clitoris que sirve para ponerse telegramas una misma… Tiqui, tiqui, tiqui… (Rie).

 

MARIA ANGELES.-

¿Qué dices?

 

ROSA MARIA.-

(Totalmente colorada. A Brigitte.) Estoy leyendo una definición científica, déjame acabar y no te las des de sabihonda.

 

         (Brigitte continúa riéndose.)

 

ROSA MARIA.-

(Alzando la voz): «A cada lado del útero y comunicados por dos canales llamados trompas están los ovarios. Son dos glándulas del tamaño de una almendra. Aquí es donde se forman los óvulos, que son unas células microscópicas vivas, como dos huevos pequeños sin…»

 

BRIGITTE.-

¿Eso es el libro de recetas de cocina de Simone Ortega o un manual de Geografía?

 

 

ROSA MARIA.-

«Aproximadamente cada veintiocho días se produce la maduración del óvulo. Este se desprende después de uno de los ovarios y pasando por la trompa se desliza dentro del útero donde se pega a la pared. Si durante el trayecto el huevo materno encuentra una célula masculina (denominada espermatozoide) es fecundada y comienza a formarse el feto.»

 

BRIGITTE.-

Es entonces cuando te sale el bombo, se enteran de que estás preñada y tus padres te echan de casa…

 

ROSA MARIA.-

«Si no, el óvulo muere rápidamente, se desprende de la pared donde estaba agarrado y es evacuado con un poco de sangre y algunos restos de mucosa… Este es el fenómeno natural que llamamos «regla». La niña está «formada»…

 

BRIGITTE.-

(Refiriéndose al poster con ironía): ¡Ya lo creo que la niña está formada! (Rosa María quiere quitarle el poster a Brigitte que acaba rompiéndolo) Deja de leer. ¿Pero qué te pasa? ¡Mira, se ha puesto blanca!

 

ROSA MARIA.-

¿Qué tienes?

 

MARIA ANGELES.-

Nada, me ha venido un mareo… Es que tengo la tripa delicada y con el chocolate…

 

         (Brigitte y Rosa María ríen.)

 

ROSA MARIA.-

¡Ui, ui, ui…! A lo mejor está a punto de venirte…

 

MARIA ANGELES.-

No, no lo creo.

 

BRIGITTE.-

Toma, por si las moscas… (Le da dos tampax.)

 

ROSA MARIA.-

¿Tu utilizas esto? Yo lo encuentro peligroso.

 

 

BRIGITTE.-

¿Peligroso? Es lo más higiénico. Puedes bailar, nadar, montar a caballo… Puedes moverte con agilidad y no notas nada.

 

ROSA MARIA.-

¿Y si se te queda dentro?

 

BRIGITTE.-

Es imposible. Lee bien las instrucciones. (Brigitte lee el prospecto.) «Respuestas a las preguntas que a veces se hacen las personas que comienzan a usar nuestros tampones. ¿Puede el tampón Tampax perderse o caerse?» Toma, lee.

 

         (María Angeles coge el Tampax y el prospecto.)

 

ROSA MARIA.-

Es que a tí tu madre, si te quedaras embarazada, no te diría nada porque como eres extranjera…

 

MARIA ANGELES.-

¡Ahora lo entiendo todo!. El verano pasado me di un golpe con el asiento de la bici y me hice sangre. Cuando mi madre se encontró la mancha en las bragas me preguntó, poniéndose completamente colorada, que qué era aquello. Le dije que no sabía y ella me dijo que no me preocupara, que cualquier día me lo explicaría. Ahora lo entiendo todo… (Carcajadas. María Angeles, inocente e iluminada.) Por cierto, ¿a qué chicos has invitado a la fiesta de mañana?

 

ROSA MARIA.-

Ya sabes que a nuestra casa sólo pueden venir los amigos de mi hermano.

 

BRIGITTE.-

¡Uf! ¡Esos críos! Siempre los mismos.

 

ROSA MARIA.-

A ver cuando nos presentas a los tuyos, nena.

 

BRIGITTE.-

Es que mis amigos se van a practicar moto-cross. Todos tienen moto, ¿sabéis?

 

ROSA MARIA.-

Pues mañana vendrá uno nuevo.

 

BRIGITTE.-

¿Ah, si?

 

ROSA MARIA.-

Un amigo de Toni que toca la guitarra eléctrica y va a formar un conjunto con mi hermano. Se llama Miguel.

 

BRIGITTE.-

¿Y cuántos años tiene?

 

ROSA MARIA.-

No lo sé. Pero parece mayor que los otros. Le sale un poco de barba y todo y lleva el pelo más largo que «los escarabajos».

 

BRIGITTE.-

¡Beatles! ¡Beatles! Escarabajos en inglés… Beatle quiere decir latir, palpitar,batir, llevar el ritmo con el cuerpo.

 

         (Pone un disco de los Beatles y comienza a bailar desenfrenadamente.)

 

MARIA ANGELES.-

Sí que se nota que eres extranjera.

 

         (Oscuro.)

 

         (Una triste calle con una farola de película de Hollywood. Toni, Miguel, Juan Alberto y Jaime bailan al ritmo de una música que procede de alguna ventana.)

 

TODOS.-

(Gritando a Toni): ¡Estás enamorado! ¡Estás enamorado! ¡Estás enamorado!

 

TONI.-

¿Y qué recambio amoroso habrá mañana en la fiesta para compensar mi frustración con Eva?

 

JAIME.-

Si, eso, eso… ¿Habrá putas?

 

MIGUEl.-

¡Ojalá! Estoy harto de nenas de colegio de monjas.

 

 

 

JUAN ALBERTO.-

Chavales, os preparo una buena sorpresa. Mañana vendrá Brigitte.

 

MIGUEL.-

¿Brigitte? ¿Otra boba del Sagrado Corazón?

 

JUAN ALBERTO.-

¿Qué dices…? Brigitte es completamente diferente. ¡Es francesa!

 

TONI.-

Se parece a la Brigitte Bardot. Tiene unos labios sensuales y carnosos como ella, y va vestida siempre con unos pantalones muy ajustados. Además tiene unas tetitas redondas y pequeñitas…

 

JAIME.-

¿Y tú como lo sabes?

 

TONI.-

Porque la vi en bikini en la playa este verano. Está muy buena pero es un poco creida.

 

JAIME.-

¡Ostras, en bikini una francesa tiene que estar de miedo!

 

MIGUEL.-

Bah, yo estoy harto de ver tías en pelotas. En la playa nudista de Los Orientales veo todas las tetas que me da la gana.

 

JAIME.-

¿Y cómo las ves si no dejan entrar a los hombres en esa playa?

 

MIGUEL.-

Con unos prismáticos, desde la terraza de mi casa…

 

JAIME.-

«Corta y rema». No presumas tanto que ya sabemos que vas de sobrado por la vida. Sí. Brigitte es una tía «sotisficada».

 

TONI.-

¡Sofísticada, tonto! ¿Y además de tu hermana y Brigitte qué más tías vendrán?

 

JUAN ALBERTO.-

Trataré de que vengan dos o tres más. Seguramente vendrá también Maria Angeles.

 

JAIME.-

¡Ostras! ¡Cojonudo! María Angeles es una calentorra. Me han dicho que se deja hacer de todo.

TONI.-

Es una niña todavía. ¿Quién te ha dicho eso?

 

JAIME.-

Mi amigo Angelito Vallejo.

 

TONI.-

Vallejo es un bocazas que no se come una rosca. Una «alemanita» y gracias.

 

JAIME.-

¿Sale con una alemana?

 

TONI.-

Con una «Ale-manita».

 

         (Hace el gesto de hacerse una paja. Todos ríen.)

 

MIGUEL.-

Ya veremos mañana lo que se deja calentar María Angeles. No os pongáis cachondos antes de tiempo.

 

JUAN ALBERTO.-

¿Traerás la guitarra eléctrica?

 

MIGUEL.-

No. Ya no tengo guitarra. Me despacharon de la pastelería Tupinamba porque las señoras decían que encontraban pelos en las ensaimadas. He tenido que devolverla. No podía pagar las letras.

 

JUAN ALBERTO.-

Pues yo le he dicho a mi hermana que mañana llevarías la guitarra y que tocaríamos juntos. Si apruebo mi padre me comprará una, pero mientras tanto…

 

JAIME.-

Yo pensaba llevar una batería «mini-twist» de mi primo Juanjo Rivas, pero sin guitarra eléctrica no hacemos nada.

 

MIGUEL.-

Yo llevaré la acústica y unos discos que ha comprado Daniel Mengod en Inglaterra. ¡Veréis qué música! Un conjunto mejor que los Beatles.

 

JUAN ALBERTO.-

¿Mejor que los Beatles? Eso es imposible. ¿Cómo se llaman?

 

MIGUEL.-

¡The Rolling Stones!

 

JUAN ALBERTO.-

A eso no los conocen ni en su casa a la hora de comer.

 

MIGUEL.-

Allí son más famosos que los Beatles. Lo que pasa es que en este país las noticias siempre llegan tarde. Mañana los oiremos. Adiós, y no os la peléis mucho a la salud de Eva…

 

JAIME.-

Como dice el Padre Gracia, si os hacéis muchas pajas, os quedaréis calvos y os saldrán granos. Mañana a las cinco en casa de este mariquita. (A Miguel.) ¿Sabes dónde está?

 

TONI.-

Ya te lo diré yo.

 

JUAN ALBERTO.-

Adiós, chicos, hasta mañana. Traed discos y si conocéis alguna tía buena, también.

 

JAIME.-

Te acompaño.

 

         (Se quedan solos Toni y Miguel. Oscuro. Las chicas están acabando de bailar.)

 

MARIA ANGELES.-

Bailáis muy bien.

 

ROSA MARIA.-

Es que hacemos ballet.

 

BRIGITTE.-

Yo en Francia hacía ballet acuático… Pero me gusta más bailar lento. Saber conducir, saber nadar y, sobre todo, saber bailar, son las condiciones que yo le pido a un hombre…

 

MARIA ANGELES.-

Y entender el chiste de Drácula. Mira que eres superficial…. (Rien.)

 

 

 

ROSA MARIA.-

A mí no me gusta bailar lento. Nunca sabes si lo que quieren los chicos es bailar o arrimarse de forma descarada. Muchos se pasan de listos. Primero, disimuladamente, te acarician el pelo, como si vieran volar una mosca. Después, van bajando por la espalda y siguen mirando la mosca. Y ¡plof!, de pronto notas que te están tocando el culo. Entonces se les olvida la mosca y empiezan a darte besitos en el cuello…

 

BRIGITTE.-

Esas cosas sólo las hacen los críos, los que no saben por donde se llega más rápidamente al culo. Los adultos de verdad utilizan el baile como precalentamiento. Lo bueno viene después.

 

MARIA ANGELES.-

La primera vez que bailé lento con un chico noté como le crecía un bulto muy raro en los pantalones. Tuve que decirle: por favor, ¿te puedes poner el paquete de tabaco en otro sitio? Y él se puso completamente colorado. (Ríen todas.) ¿De qué os reís, bobas? Yo hasta hace un año creía que los huevos de los chicos eran unas boletas que tenían debajo de la tripa, como si tuvieran una huevera. (Más risas.) Como ni mi madre ni mi padre me habían explicado nada, y como tampoco tengo hermanos mayores…

 

ROSA MARIA.-

Tienes que leer el «Diario de Ana María». Ya verás como se te aclaran muchas dudas. Mañana estrenaré una minifalda como ésta.

 

         (Enseña una foto de una famosa cantante de rock.)

 

MARIA ANGELES.-

¿Tan corta?

 

ROSA MARIA.-

No, tan corta no. Medio palmo sobre la rodilla.

 

BRIGITTE.-

Entonces no es una minifalda de verdad. Una minifalda como es debido, tal y como las llevan en Londres, llega más o menos por aquí.

 

         (Señala dos palmos por encima de la rodilla.)

 

 

MARIA ANGELES.-

¡Ostras, pero entonces se te vé todo!

 

BRIGITTE.-

Claro. La gracia está en enseñar la «combi».

 

ROSA MARIA.-

Sí, a mí me gusta ir bien vestida por debajo, como mi madre. Tiene unos picardías increibles… ¿Queréis verlos?

 

BRIGITTE.-

¡Sí, sí!

 

         (Rosa María va a buscarlas. Brigitte y María Angeles se dicen algo al oido y ríen. Entra Rosa María con las picardías.)

 

BRIGITTE.-

¡Venga ya! Tu madre se debe parecer a Sarita Montiel con estas gasas negras.

 

ROSA MARIA.-

Mi madre no está tan celulítica, querida.

 

BRIGITTE.-

(Poniéndose una sobre el uniforme y haciéndose la voluptuosa.) En francés se llaman «negligées». Parece que vas desnuda cuando te los pones…

 

MARIA ANGELES.-

Venga chicas. Mira que sois verdes. Si os oyera mamá…

 

BRIGITTE.-

El otro día fuí con pantalones al cole y la Madre Prefecta me llevó al despacho de la Superiora. Me dijo que debía llevar el uniforme, que daba mal ejemplo y que me expulsarían si me los volvía a poner. Que si creía que esto era Francia estaba muy equivocada.

 

MARIA ANGELES.-

Desde luego tienes una fama… Aquel día que fue a buscarte ese chico rubio en una moto no quieras saber los comentarios que hubo. Con el viento se te veía todo y la madre Socorro dijo que si te encontrabas a alguien por la calle que conociera el uniforme del Sagrado Corazón le darías mala fama al colegio.

 

 

 

BRIGITTE.-

Precisamente por eso a partir de ahora me voy a poner pantalones. Estoy harta de los putos uniformes y de todas vosotras que sois unas hipócritas. ¿Ya no os acordáis cuando íbamos a la puerta del Colegio de los Jesuitas y os entraba la vergüenza cuando salían los chicos y os escapábais corriendo? Erais unas cortadas y unas reprimidas.

 

ROSA MARIA.-

De eso hace dos años. Todavía éramos unas crías.

 

BRIGITTE.-

Y tú, María Angeles, ¿ya no vas con ese chico de las gafas?

 

ROSA MARIA.-

¿Ahora sales con uno de gafas? Los chicos con gafas no me gustan. Me gustaba más aquel que me presentaste. Fredy, se llamaba.

 

BRIGITTE.-

¡Caray! ¡Cuántos novios! ¿Y sales con todos? ¡Qué calladito te lo tenías!

 

MARIA ANGELES.-

No es verdad. Soy mujer de uno sólo. Creo en la fidelidad y en el amor. Me gusta que nos cojamos de las manos, que nos acariciemos… Aunque al final siempre pasa lo mismo. La mayoría son unos mentirosos y lo único que les interesa es aprovecharse de nosotras, y tocarnos lo que puedan, como si fuéramos unas guitarras, pasarnos los dedos por todas partes, hacer clinc-clinc, y ya está…

 

ROSA MARIA.-

¡Mujer! No puedes dejarles hacer todo eso el primer día. Hay que enseñarles la zanahoria y después, poco a poco… Si vas más deprisa se piensan que eres una chica fácil. Yo, por ejemplo, no me dejo besar hasta después de una semana, y otras cosas después de un mes como mínimo, depende de si el chico me gusta más o menos… (Un poco cortada con su propia sinceridad.) Ejem… Bueno, es tarde y tenemos que ordenar todo esto. Si viene mi madre y nos encuentra con los «negligées» se va a poner echa una furia. Y además, Brigitte habla demasiado a menudo sobre este tama. Pienso que mi hermano tiene razón cuando dice que todas las extranjeras son unas frescas.

 

BRIGITTE.-

Lo dice porque él es un salido mental de tomo y lomo.

 

 

 

MARIA ANGELES.-

Venga, no os peleéis, que si Brigitte no viene a la fiesta no estaremos emparejados.

 

BRIGITTE.-

No te preocupes, María Angeles, que mañana no faltaré. No tengo nada mejor que hacer. Y ahora me voy, que me está esperando el chico de la moto. ¡Rabia, rabia, rabia, Rosa María! ¡Hasta mañana!

 

         (Se quedan solas Maria Angeles y Rosa María.)

 

ROSA MARIA.-

¿Me ayudas a guardar los «negligées»? A esta chica me parece que no voy a invitarla nunca más. Es una creida.

 

MARIA ANGELES.-

No te enfades con ella. Tiene un pensar y unas costumbres muy diferentes a las nuestras.

 

         (Oscuro. Miguel y Toni en la calle.)

 

MIGUEL.-

¿Tú crees que vale la pena ir mañana por la tarde a casa de Juan Alberto? Yo prefiero pasarme los domingos tocando la guitarra. Estoy harto de fiestecitas con niñas calientabraguetas.

 

TONI.-

Yo también estoy harto.

 

MIGUEL.-

¡Hostia, si viniera Eva! ¿Porqué no la traes?

 

TONI.-

Los domingos es el día que gana más dinero. Hoy me ha dicho que van a llegar dos nuevos batallones de soldados destinados a la Base Americana. Además, Eva se encontraría un poco desplazada entre unas tías tan bobas. Ella va al grano.

 

MIGUEL.-

¿Son tan estrechas estas pijas?

 

TONI.-

Depende. Yo diría que Brigitte, por ejemplo, ya no es virgen. La he visto en la playa con tíos de veinticinco años con descapotable, monitores del naútico, disc-jockeys, etc. Y esa gente no se conforma con cualquier cosa.

 

MIGUEL.-

¡Chico, pareces su representante!

 

TONI.-

Te lo decía porque creo que te la puedes beneficiar si te empeñas. Es extranjera y sabe tocar la guitarra. (Hace un gesto obsceno.)

 

MIGUEL.-

¿Tiene novio?

 

TONI.-

No creo, pero Juan Alberto se la quiere ligar desde hace tiempo.

 

MIGUEl.-

(Ríe) Podemos estar tranquilos. Ese idiota liga menos que un monaguillo en un sex-shop.  ¿Y qué hacéis en las fiestas? ¿Jugar al  «baile de la escalera», al «juego de la verdad», a «las parejas famosas», «el streap-poker» o…?

 

TONI.-

Pues más o menos… Oye, ¿qué es eso del «streap-poker»?

 

MIGUEL.-

Un juego que ha puesto de moda el cantante de los Rolling Stones que es un figura.

 

TONI.-

¿En qué consiste?

 

MIGUEL.-

Es un juego de rockeros americanos que Mike Jagger ha traido a Inglaterra. Me lo ha contado mi hermano y a menudo jugamos en el barrio.

 

TONI.-

¿Y cómo se juega?

 

MIGUEL.-

Es como un poker normal en el que también juegan tías. El que pierde se va quitando ropa… hasta que se queda completamente en pelotas.

 

TONI.-

¡Uauh! Pero me parece que estas niñitas no saben jugar ni al siete y medio.

 

MIGUEL.-

¿Te imaginas a la francesa en bragas y sujetador?

 

 

TONI.-

Calla, cachondo mental.

 

MIGUEL.-

¿Cachondo yo? Pues anda que tú, que todo el día te la estás pelando a la salud de Eva…

 

TONI.-

(Riéndose) Eva es únicamente la fuente de mi inspiración poética…

 

MIGUEL.-

(Riéndose). Sí, de cojón… ¡Qué romántico!

 

TONI.-

Yo cuando me la pelo me inspiro en las tías que me gustan: la almohada del salón pude ser la piel de Eva, de Carmen, de Monse…

 

MIGUEL.-

¡Qué imaginativo!

 

TONI.-

Y mañana estarán todas juntas. ¡Podremos magrear con todas a la vez! ¡Hacer una cama redonda! ¡Mua! ¡Mua!…

 

MIGUEL.-

Ya empiezas a alucinar…

 

TONI.-

¡Mañana será la mejor fiesta de nuestra vida! Ya que no tenemos dinero para irnos de putas… (Se queda pensativo.)

 

MIGUEL.-

¡Ni cojones, chaval!

 

TONI.-

¡Ya está! ¡Jugaremos a las putas, a irnos de putas!

 

MIGUEL.-

¡O.K. baby, explícate ya!

 

 

TONI.-

¡Transformaremos la casa de Juan Alberto en una casa de citas, en un burdel de lujo, un «meublé» de película.!

 

MIGUEL.-

Si, y la madre de Juan Alberto hará de «Madame Claude»

 

TONI.-

Sus padres no estarán. A ellos les gusta hacerse los modernos y, demostrar la confianza que tienen en sus hijos dejándolos solos. ¡Y esa casa sin padres puede ser una virguería china! Un bar con whisky, canapés, wodka, martinis, una barra de verdad, sofás por todas partes, luces indirectas, un estéreo cuadrafónico… Sé hasta donde tienen guardada una colección de «Play-boy»s… Y finalmente la estatua de una negra en pelotas… Lo que te digo: ¡de película de James Bond, chaval!

 

MIGUEL.-

Por lo menos tenemos asegurado que nos tiraremos a la estatua. Algo es algo. ¿Tienen mucho dinero en casa de Juan Alberto?

 

TONI.-

¡!Uf! ¿Los Rocamora? Son la familia más influyente de la ciudad. El señor Rocamora es muy amigo del ministro Fraga Iribarne. O por lo menos es lo que dice Juan Alberto. ¡La flor y nata!

 

MIGUEL.-

Lo que habrán nacido es con la flor en el culo, y a tí te van a dar por ahí cuando se enteren de que a su hija quieres hacerle un trabajito.

 

TONI.-

Son muy europeos y quieren demostrar que están abiertos a los nuevos tiempos.

 

MIGUEL.-

Eso ya lo veremos. Dame más detalles sobre este juego, macarra…

 

TONI.-

Lo organizaremos con mucha discrección. Les diremos que hagan de putas, o de «call-girls», que suena mejor. Que se pinten y se vistan provocativamente, como las francesitas de «Salut les Copains». Seguro que se apuntan. Me imagino a Brigitte… ¡uf!, en una habitación sola… y todos haciendo cola para estar con ella. Mientras uno está con Brigitte los demás cronometraremos… Cinco minutos… sólo cinco minutos con cada una y que cada cual haga lo que pueda… Me parece que yo le sugeriré que se deje pintar con purpurina como la tía del Goldfinger... sólo con un triángulo sin pintura en la entrepierna, para que la piel pueda respirar… ¡Uf!, ya me lo imagino…¡Fantástico, excitante, trempador! ¿Te gusta la idea?

 

MIGUEL.-

¡Ya estás borracho! Por cierto: ¿y si les echamos algo en el whiky? He oido que hay unas pastillas que…

 

TONI.-

No digas animaladas. Las emborracharemos, sí, pero con nuestras canciones. Tú llegas como si nada,  con las gafas negras, le pillas la cazadora de cuero a tu hermano, la guitarra bajo el brazo, desenfundas, cantas, improvisas. Jaime, Juan Alberto y yo haremos el acompañamiento. Si con esto no las hemos dejado secas te marcas un rock con Brigitte y al huerto. ¡Seguro! Entonces yo voy y propongo el juego. La única condición es que me dejes un trocito de francesa…

 

MIGUEL.-

Venga tío, que alucinas más que George Harrison en la India…

 

TONI.-

Estas chicas, después de pasarse toda la semana cantando el «Venid y vamos todas con flores a María», necesitan domingos con marcha palillera. ¡Guau!.

 

MIGUEL.-

«Corta y rema que vienen los vikingos»

 

TONI.-

Hasta mañana a las cuatro y media delante del Elíseos. Esto va a ser… ¡chachipiruli!.

 

         (Oscuro. La escena se divide en seis espacios que se irán iluminando y apagando según las imágenes. Todos escuchan la radio en sus casas.)

 

         (Primera imagen: Miguel con la guitarra en las manos.)

 

SINTONIA DE RADIO.-

«¡Clinsnc-clonc!»  Son las once en punto de la noche. Discos en Radio Juventud.

 

         (Entra «Qué noche la de aquel día», de los Beatles.)

 

 

 

VOZ DEL LOCUTOR.-

«No sé que pasa pero lo veo todo negro… Chicos, estoy rodeado de pelo. Ye-yés, posiblemente no me volveréis a oir. Presiento una batalla fuerte. Sí, los Rolling Stones son más, pero ¿podrán contra los Beatles? Aquí estamos todos neurasténicos. Si Jagger no deja de pegarle a McCartney, voy a tener el diecinueve ataque de nervios».

 

         (Entra «19 TH Nervous Breakdown» de los Rolling Stones. Miguel sigue la música con la guitarra.)

 

         (Segunda imagen: Jaime en la cama haciendo pacientemente un «escobidou».)

 

JAIME.-

Yo sé que este regalo te gustará, Rosa María.

 

         (Tercera imagen: María Angeles leyendo el «Diario de Ana María».)

 

MARIA ANGELES.-

«Evidentemente esta unión pueden también realizarla un hombre y una mujer que no estén casados, únicamente por el placer físico que produce. Entonces se convierte en una espantosa parodia del verdadero amor, que atenta gravemente contra el plan de Dios…»

 

VOZ DEL LOCUTOR.-

«Chicos, no aguanto más. Muñeca, prepara el coche que nos vamos. ¿Sabes conducir?»

 

VOZ DE OTRO LOCUTOR.-

(Parodiando una voz femenina.) «Sí».

 

VOZ DEL LOCUTOR.-

«Pues conduce mi coche»

 

VOZ DEL OTRO LOCUTOR.-

«Drive my car».

 

         (Entra «Drive my Car», de los Beatles.)

 

 

         (Cuarta imagen: la habitación de Rosa María.)

 

         (Se está probando unos sujetadores llenos de algodón, y haciendo posturitas delante del espejo. Entra su hermano Juan Alberto.)

 

JUAN ALBERTO.-

Escucha, Rosa María, están haciendo en la radio un programa sobre los Beatles y un nuevo conjunto… Pero, ¿qué haces?

 

         (Quinta imagen: habitación de Brigitte; Brigitte mirando un poster de James Dean.)

 

BRIGITTE.-

(Dramatiza la traducción de la canción de los Beatles.)

 

         «Hijo mío, ¿es que no me ves?

         Quiero ser famosa, una estrella de la pantalla.

         Pero puedes hacer alguna cosa mientras tanto:

         conducir mi coche.

         Sí, quiero ser una estrella.

         Puedes conducir mi coche, chico.

         Y tal vez así te pueda querer.»

 

         (Continúa sonando «Drive my Car»)

         (Sexta imagen: Habitación de Toni. Escribe en su diario.)

 

TONI.-

«Sábado, diecisiete de Noviembre de mil novecientos sesenta y seis. Si tuviera una moto ligaría con Brigitte, pero, de momento, tengo suficiente con mis fantasías. Brigitte me gusta pero no estoy enamorado. Me gusta su cuerpo y mañana seguro que podré acariciarlo… Le daré besos en esos labios carnosos que me recordarán los de Eva. Me gustaría expresar exactamente cómo quiero a Eva. Cuando la veo soy tan feliz que no me doy cuenta de nada más. Si pudiera, me casaría con ella. Es una burrada, es imposible, ya lo sé, pero es así. Qué feliz sería con Eva en un bosque verde, con una suave brisa y ella entre mis brazos, escuchando una canción de los Beatles»

 

         (Ruido de motos en la radio.)

 

VOZ DEL LOCUTOR.-

«Si preguntan por mí, estoy en las Bahamas. Recoged a los muertos, limpiad el estudio. Ja, ja, ja, estáis todos locos. Y no te preocupes, gafitas, ella te quiere. Ha sido la noche de un día fatigoso, qué noche, mis niños, qué noche…».

 

         (Vuelve a entrar «A Hard Day’s Nigth», de los Beatles. Oscuro.

         Casa de los Rocamora. Salón, decoración ostentosa y neocapitalista. Una barra de bar, luces indirectas, un estéreo y, en un rincón, la estatua de una negra desnuda que sirve de aparato de luz. Brigitte está dejando a todos fascinados con su forma de bailar.)

 

JUAN ALBERTO.-

Bailas de puta madre, Brigitte.

 

BRIGITTE.-

Sí, me lo dicen todos.

 

JUAN ALBERTO.-

En la discoteca, bailando como las «go-go girls» parecía como si estuvieras en lo alto de una nube.

 

JAIME.-

Bailando se puede llegar al «Paropismo».

 

MARIA ANGELES.-

Te pareces a la abuela de la familia Ulises. Se dice paroxismo. He leido en una revista que un médico de Londres dice que hay una relación causa-efecto entre bailar estos ritmos de moda y la excitación sexual.

 

ROSA MARIA.-

¡Pareces un lorito!

 

BRIGITTE.-

Sí, es su manera de liberarse: cotorreando.

 

JUAN ALBERTO.-

(Pone «Michelle».) Yo conozco otra manera de liberarse y también bailo muy bien… ¿Bailas, «baby»?

 

BRIGITTE.-

¿Con quién?

 

JUAN ALBERTO.-

Conmigo. No querrás que baile con mi hermana.

 

         (María Angeles está triste porque nadie la saca a bailar.)

 

 

MARIA ANGELES.-

(Coqueta) ¿Quieres bailar conmigo, Jaime?

JAIME.-

Es que yo…

 

MARIA ANGELES.-

Si tienes tantas dudas, nada, déjalo…

 

         (Jaime mira a Rosa María y le guiña el ojo. Se pone a bailar con María Angeles.)

 

JAIME.-

Perdona si te piso… Es que a mí esto no se me da muy bien…

 

         (Comienza a tararear «Michelle» y a dar vueltas como un ventilador. María Angeles se le agarra muy fuerte y Jaime, que está delante de Rosa María, se aparta.)

 

JUAN ALBERTO.-

Bien, nena, ¿bailas conmigo o no?

 

BRIGITTE.-

Es demasiado pronto para bailar lento, todavía no me apetece.

 

JUAN ALBERTO.-

¡Vamos, a bailar…!

 

         (Jaime va rápidamente a instalarse al lado de Rosa María.)

 

BRIGITTE.-

¿Y ya estamos todos…?

 

JUAN ALBERTO.-

¿No tienes suficiente conmigo?

 

BRIGITTE.-

(Ríe.) ¿Y Miguel? ¿No va a venir Miguel?

 

JUAN ALBERTO.-

¿Cómo lo sabes? ¿Tú conoces a Miguel?

 

BRIGITTE.-

Sí, ese chico que toca tan bien la guitarra eléctrica.

 

JUAN ALBERTO.-

No creo que te guste. Es un chaval sin clase, sin estudios. Incluso ha tenido que devolver la guitarra porque no tenía dinero para pagarla. A mí, mi padre me comprará una cuando apruebe la reválida.

 

BRIGITTE.-

Pues tu hermanita me ha dicho que tocarías con ese grupo. ¿Cómo os vais a llamar?

 

JAIME.-

(Que ha oido la conversación.) ¡Los Cucos!.

 

JUAN ALBERTO.-

¡Eh, chaval, que todavía no está decidido! Nos llamaremos Los Pulpos.

 

BRIGITTE.-

No está mal pensado… Con los tentáculos que tienes… ¡Quieto, niño, quieto!.

 

         (Llaman.)

 

MARIA ANGELES.-

Voy a abrir.

 

         (Se escuchan voces que proceden del recibidor.)

 

MARIA ANGELES.-

¡Toni y su amigo!

 

TONI.-

¡Hola! Perdonad el retraso pero por los alrededores de la Facultad de Medicina, todo estaba lleno de polis. Había una manifestación de estudiantes que pedían un sindicato democrático…

 

JAIME.-

Serían comunistas. ¿A que gritaban ¡»Viva Rusia»!?.

 

ROSA MARIA.-

No sé como puede haber gente así. Mi padre dice que aquí se vive mejor que en ningún sitio. Por ejemplo en Rusia todo el mundo va vestido igual. ¿Os imagináis que fuéramos todos siempre vestidos de acomodadores, o de bomberos, o de enfermeras…?

 

TONI.-

¿El señor Rocamora también dice que los comunistas tienen rabos y cuernos?

 

 

 

BRIGITTE.-

En este país estáis muy atrasados. Cuando el otro día fui a ver a los Beatles a Barcelona me puse a bailar y un gris hizo que me sentara y me callara, diciéndome que no me moviera de la silla, que esto era España.

 

JAIME.-

No empecemos a hablar de política.

 

MARIA ANGELES.-

¿Nos presentas a tu amigo?

 

         (Toni les presenta a Miguel.)

 

BRIGITTE.-

(Dándole un beso en la mejilla.) ¡Hola!

 

MIGUEL.-

¿Tú eres la famosa Brigitte, la francesa?

 

JAIME.-

¿A que se parece a Brigitte Bardot?

 

BRIGITTE.-

¡Me ha copiado hasta el nombre la cerda! (Ríe.)

 

MIGUEL.-

Está claro, siempre existe un modelo para todo. (Señalando a Jaime.) Este, por ejemplo, es clavado a Oliver Hardy.

 

JUAN ALBERTO.-

Te esperábamos para empezar a tocar.

 

MIGUEL.-

¡No tengas tanta prisa! ¿Tenéis combustible para ponerme en órbita?

 

TONI.-

Un bar con whisky, canapés, wodka, martinis…

 

MIGUEL.-

¿Y la negra en pelotas donde está? (Mirando a las chicas.)

 

TONI.-

Allí. Mira como nos sonríe provocativamente. Su lúbrica mirada es el anuncio inequívoco de la desenfrenada orgía que viviremos a continuación…

 

JAIME.-

¡Cómo se nota que eres escritor! ¡Pico de oro!

 

         (Los chicos van cogiendo bebidas del bar.)

 

JUAN ALBERTO.-

¡Tened en cuenta que mi padre señala con una rallita el nivel de todas las botellas!

 

TONI.-

¡Venga, tío, no seas tan rácano que tenéis más dinero que Rockfeller! ¿»Chivas», «Caballito Blanco», un combinado…?

 

ROSA MARIA.-

Mi madre me ha dicho que no tocásemos el whisky. Sólo las coca-colas y como máximo un poquito de ginebra.

 

         (Toni se sirve como si estuviera en su casa.)

 

JAIME.-

Yo quiero un «harakiri».

 

BRIGITTE.-

¡Se dice un «daikiri», pasmao! Venga, tocad ya.

 

JAIME.-

Voy a calentarme un poco. (Sube a la batería mini-twist) ¡Y después haré unos redobles que ni Ringo Star!

 

JUAN ALBERTO.-

No te animes mucho que siempre nos haces perder el compás.

 

MIGUEL.-

¿Qué tocamos?

 

JUAN ALBERTO.-

«Ticket to ride».

 

ROSA MARIA.-

¡Bien!. Como nos sabemos la letra de la versión de Los Mustang podemos cantarla juntos.

 

JAIME.-

¿Improvisamos un poco para entrar en calor?

 

JUAN ALBERTO.-

(Mirando a Brigitte.) Yo ya estoy bien caliente. (Comienzan a improvisar.)

 

 

 

JAIME.-

«¡Hellow, chicos!, ¡hellow, chicas!… Os vamos a ofrecer un poco de ritmo… ¿Estáis preparados para soportarlo? Con vosotrossss… ¡Los Cucos!»

 

MARIA ANGELES.-

¿Porqué Los Cucos?

 

JAIME.-

Porque cuando te dejas llevar por el ritmo, te mueves así, como los cucos. (Se mueve peristalticamente.)

 

JUAN ALBERTO.-

Si nos vamos a llamar Los Cucos me largo.

 

ROSA MARIA.-

¡Es un nombre feísimo.!

 

JUAN ALBERTO.-

«Con vosotrosss…  Paul McCartney colaborando con Los Pulpos»

 

MIGUEL.-

¡Venga, va! El nombre es lo de menos, lo que importa es hacer buena música. ¡One!, ¡Two!, ¡Three!

 

JAIME.-

Primero debemos hacer las presentaciones.

 

TONI.-

¡Cada día te pareces más a Matías Prats!.

 

JAIME.-

¡Johny Rocamora a la guitarra rítmica…! ¡A la guitarra solista, Mike MacCarra…! ¡ Al bajo, Toni Star! ¡Y James Taylor, a la batería…! ¡Con vosotrossss,… Los Pulpos!

 

         (Suenan los primeros acordes de «Ticket to ride». Las chicas gritan, bailan y cantan. Toni mira escépticamente.)

 

 

MIGUEL.-

¡Bah! Parece una canción de campamento… Escuchad  ahora esto.

 

         (Comienza a tocar «Satisfaction»)

 

BRIGITTE.-

¿De quién es esta canción?

 

MIGUEL.-

De los Rolling Stones.

 

BRIGITTE.-

Ah, está claro. Tú te llamas Mike como el cantante de los Rolling…

 

MIGUEL.-

Yo soy más alto, «baby».

 

         (Poco a poco, bien o mal, van entrando en la música. Brigitte se pone a bailar desenfrenadamente.)

 

JUAN ALBERTO.-

Yo prefiero estas canciones de campamento como las llamas tú a las canciones de negros. Son demasiado salvajes para mí.

 

ROSA MARIA.-

¡Parece una jaula de grillos!

 

BRIGITTE.-

Eso es lo que diría tu madre, nena. Te pareces cada día más a la señora Rocamora.

 

MIGUEL.-

«Out of time, baby».

 

ROSA MARIA.-

¿Cómo?

 

BRIGITTE.-

Que estás fuera de este tiempo, nena.

 

ROSA MARIA.-

Sois más modernos que yo. Lo reconozco. A mi me gustan las canciones, canciones. No los rugidos de la selva.

 

 

 

MIGUEL.-

Pues, chati, al fin y al cabo vuestros queridos Beatles han copiado los ritmos del «blues» de los negros americanos.

 

ROSA MARIA.-

Pero son más dulces…

 

JUAN ALBERTO.-

Menos pachangueros. ¡Tom, tom, tom! Eso es muy fácil.

 

         (Hace una parodia de «Satisfaction».)

 

MIGUEL.-

Los Beatles son tan empalagosos que hasta empiezan a gustarle a mi madre. Suenan como la escolanía del Colegio del Salvador.

 

TONI.-

No os enfadéis. Eso, como todo, es un problema social. Económico finalmente. La superestructura ideológica es…

 

JAIME.-

¡Corta el rollo! ¿Qué tienen que ver la música y la política? ¡Siempre lo mezclas todo! ¡Qué caso!

 

TONI.-

Porque todo va unido. ¿Sabéis que los Beatles han sido condecorados por la Reina de Inglaterra con la Orden del Imperio Británico?

 

MARIA ANGELES.-

En una revista los he visto retratados con el Primer Ministro Harold Wilson.

 

ROSA MARIA.-

¡Son unos señores!

 

MIGUEL.-

En todo caso unos señoritos de mierda.

 

TONI.-

Los utilizan para que el partido laborista dé una imagen más moderna y porque llevan mucho dinero a su país.

 

JAIME.-

Pues aquí podían hacer lo mismo con el Duo Dinámico…

 

         (Todos ríen.)

 

TONI.-

Jaimito, no entiendes nada.

 

MIGUEL.-

Los Beatles no tienen nada que hacer. ¿Sabéis lo que dijeron los periódicos ingleses cuando salieron los Rollings? «Los Rolling representan todo lo que los padres no quieren que sean sus hijos…»; Por eso, yo me siento un Rolling. Además, la música de los Beatles sólo vale para hacer manitas. La de los Rolling para ir directamente al grano.

 

ROSA MARIA.-

Mira que eres basto. ¿Cómo puedes decir eso de tus padres? Yo quiero mucho a los míos. Mis padres son modernos.

 

TONI.-

¿Modernos los Rocamora? Pues el otro día bien que le dijo tu madre a Juan Alberto que si no iba al peluquero no le compraba la guitarra.

 

ROSA MARIA.-

Es que parecía un gitano con el flequillo tapándole los ojos.

 

MIGUEL.-

(Tarareando.) «La neurastenia…!

 

TONI.-

Debe ser una canción de los Rolling.

 

BRIGITTE.-

¡Vamos, chicos, hagamos algo divertido!.

 

ROSA MARIA.-

Juguemos al juego de la verdad que estamos muy agresivos y puede ser muy chuli.

 

         (Brigitte bosteza con cara de fastidio.)

 

MIGUEL.-

¡Sí, eso es! (Acordándose de lo convenido con Toni.) Toni: cuéntales el juego que te has inventado.

 

TONI.-

(Haciéndose de rogar.) No creo que sea el momento.

 

BRIGITTE.-

¡Va, sí, explícalo!

 

TONI.-

No sé si estáis preparados.

 

JAIME.-

No te hagas ahora el interesante.

 

JUAN ALBERTO.-

Desde luego, macho, hoy estás estupendo…

 

TONI.-

Es un juego para gente adulta y aquí… Ya sabéis que el que juega con fuego, termina quemándose.

 

BRIGITTE.-

Y el que con crios se acuesta mojado se levanta.

 

ROSA MARIA.-

Siempre pensando en lo mismo… (Todos ríen.)

 

TONI.-

¡De eso se trata: de acostarse!.

 

ROSA MARIA.-

¡Ah, no! Mi madre me ha dicho que no entremos en los dormitorios.

 

TONI.-

De eso también se trata: de dormitorios… ¡Camas, necisitamos camas!

 

LOS CHICOS.-

(Excitadísimos.) ¡Necesitamos camas! ¡Necesitamos camas!

 

TONI.-

¡Porque hoy…, hoy jugaremos a… irnos de putas!

 

ROSA MARIA.-

¿Putas? ¿Pensáis traer fulanas aquí? ¡Ni hablar!

 

TONI.-

Tranquilas, chicas, tranquilas. Quiero decir que jugaremos al «Call-girls game».

 

 

 

MARIA ANGELES.-

¿Qué quieres hacer, Toni? ¿Y si con estos juegos nos quedamos embarazadas?

 

TONI.- Sólo es una variante del juego de la verdad, pero más práctico y directo. Con el juego de la verdad sabemos quien tiene ganas de estar aquí, qué chico o que chica nos gusta, etc, pero todo se queda en palabras. Es un juego de niños reprimidos. ¿Sabéis lo que quiere decir reprimidos?

 

BRIGITTE.-

Yo sí.

 

JAIME.-

¡La que lo sabe todo!

 

TONI.-

Pues el «Call-girls game» es un juego más práctico porque cada uno puede hacer lo que le apetece y listos. Sin represiones ni vergüenzas.

 

BRIGITTE.-

(Muy interesada.) Explícate de una vez.

 

TONI.-

Vosotras, las chicas, hacéis de «call-girls». Ya os podéis ir preparando para representar vuestro papel de putas.

 

BRIGITTE.-

A mí me gusta mucho representar papeles.

 

ROSA MARIA.-

Me parece que no tendrás necesidad de representar nada. Harás de tí misma y vale.

 

BRIGITTE.-

¡Eres una estúpida!

 

TONI.-

Ya sabéis lo que tenéis que hacer: os ponéis tan vistosas y provocativas como las chicas del «Salut les Copains». Nosotros seremos los clientes e iremos a vuestra habitación, y allí que cada cual haga lo que pueda durante cinco minutos. Recordad esto: sólo tendremos cinco minutos para estar juntos…

 

 

ROSA MARIA.-

A mí no me apetece. Este juego es feo, aburrido y moralmente dudoso.

 

MARIA ANGELES.-

Podemos probarlo. Y no os preocuéis que por mi madre no pasará nada.

 

JAIME.-

(Frotándose las manos.) ¡Eso ya lo veremos!

 

MARIA ANGELES.-

Me fío de tí, Toni.

 

TONI.-

Puedes estar bien tranquila.

 

         (Brigitte desaparece rápidamente y vuelve con los «negligées» de la señora Rocamora.)

 

BRIGITTE.-

¿Nos dejas ponernos esto, Rosa María?

 

JAIME.-

¡Ostras, déjales, dejales!

 

ROSA MARIA.-

¡Brigitte, eres…! Allá vosotras, pero antes de las ocho tiene que estar todo de vuelta en el armario, ¿entendido? Si mamá se entera me mata.

 

BRIGITTE.-

¿Vienes a vestirte, María Angeles? Dentro de cinco minutos estaremos preparadas. (Se marchan.)

 

JUAN ALBERTO.-

Toni, ¡a veces tienes unas ideas geniales!

 

TONI.-

¡Eh, mirad! ¡Juan Alberto tiene fiebre!

 

         (Todos le ponen la mano en la frente.)

 

JUAN ALBERTO.-

Y vosotros, ¿qué? ¡Jaimito ya está cachondo!

 

 

ROSA MARIA.-

(Coqueta.) Tú, Jaime, ¿también quieres jugar?

 

JAIME.-

Es que si todos juegan… Ahora que si quieres me quedo contigo…

 

MIGUEL.-

Sí, eso, quédate, quédate… Así seremos más a repartir.

 

JAIME.-

¡Vete a la mierda! No quiero jugar con vosotros. Sois unos «posesos» sexuales. (Se coloca al lado de Rosa María.)

 

TONI.-

Eso, eso.

 

JUAN ALBERTO.-

Sí, somos unos obsesos sexuales, pero con este panorama…

 

         (Los chicos van al corredor y comienzan a organizar el juego.)

 

JUAN ALBERTO.-

¿Quién entra primero?

 

MIGUEL.-

Yo.

 

JUAN ALBERTO.-

¿Porqué?

 

MIGUEL.-

Porque soy nuevo en el grupo, no te jode… Los burguesitos con los invitados siempre tenéis consideraciones.

 

JUAN ALBERTO,-

Eso aquí no vale.

 

TONI.-

Jugároslo a pares o impares. Yo me quedo el último.

 

MIGUEL.-

¿Tú qué quieres?

 

JUAN ALBERTO.-

Pares.

 

MIGUEL.-

Entonces entro primero… He ganado.

 

         (Entra. Oscuro.)

 

         (Rosa María y Jaime están en el salón. Jaime pone «Wendoline», de Julio Iglesias.)

 

JAIME.-

Ni los Beatles ni los Rolling: ¡Julio Iglesias!

 

ROSA MARIA.-

Es el cantante que más me gusta.

 

JAIME-

Rosa María: tengo un regalo para tí.

 

ROSA MARIA.-

¿Ah, sí? ¿Qué es?

 

         (Jaime va a buscar el regalo. Saca una rosa del bolsillo del abrigo y se la da. En la otra mano, detrás de la espalda, esconde un paquete.)

 

JAIME.-

Me lo he metido en el bolsillo para que los otros no pudieran verlo. Son unos salvajes y no entienden nada de romanticismo. Está un poco marchita, pero si la pones en un jarrón con agua y le echas una aspirina, ya verás como revive enseguida. Lo dice el profe de Ciencias.

 

         (Rosa María le da un beso en la mejilla. Jaime se pone colorado.)

 

JAIME.-

Espera…  Todavía tengo otra cosa… Toma.

 

         (Le da el paquete envuelto con mucho papel. Rosa María lo desenvuelve y aparece una caja de cartón.)

 

ROSA MARIA.-

Qué detalle, Jaime.

 

JAIME.-

¡Abrela, ábrela! Me ha costado mucho hacerlo.

 

         (La abre muy emocionada y aparece un «escobidou» con forma de corazón gigante.)

 

ROSA MARIA.-

¡Oh, un «escobidou»!

 

JAIME.-

He estado más de tres horas haciéndolo para tí. ¿Te gusta?

 

ROSA MARIA.-

Es un detalle precioso… Pero hay algo que te quería preguntar…

 

JAIME.-

Dime, dime…

 

ROSA MARIA.-

Es que me da un poco de vergüenza…

 

JAIME.-

¡Pregúntame lo que quieras…!

 

ROSA MARIA.-

¿No te ofenderás?

 

JAIME.-

No, claro que no…

 

ROSA MARIA.-

¿Como es que todavía llevas pantalones cortos…?

 

         (Oscuro. En el dormitorio, recostados en una cama, fumando, sin hacer nada, un poco nerviosos, Miguel y Brigitte. Miguel apaga el cigarrillo y se le tira encima. )

 

BRIGITTE.-

¡Un momento! ¡No te precipites! Te voy a contar un chiste.

 

MIGUEL.-

¡Hostia! ¿Ahora?

 

BRIGITTE.-

Es muy corto, no seas impaciente. El Conde Drácula antes de salir de su castillo le dice a su mujer: «Adiós querida, hasta el mes que viene…»

 

MIGUEL.-

¿Y qué?

 

BRIGITTE.-

¿No lo has entendido? ¡Eres un crío! ¡Eres un crío!

 

MIGUEL.-

(Piensa unos instantes. Se ríe un poco cuando comprende el significado del chiste.) ¡Qué chorrada! Yo te contaré otro. Este es más largo, ten paciencia. Había una vez una conejita que se había perdido en un bosque buscando la madriguera de la abuela conejita Se encuentra con un conejito blanco y le pregunta: «Conejito, conejito, tú que eres tan graciosillo, dónde vive la abuela conejita? Y el conejito blanco le dice: «Si quieres que te lo diga, trinqui-trinqui.» La conejita le dice: «Bien, entonces, trinqui-trinqui«. Y se pusieron a hacer trinqui-trinqui. Más tarde, ya muy cansada, le dice: «Ahora dime donde vive la abuela conejita». Y el conejito le contestó, arrugando la nariz: «Mira, al final de este atajo encontrarás un conejito negro y él te lo dirá». Se fue a buscar al conejito negro, y el conejito negro le dijo: «Si quieres que te lo diga, trinqui-trinqui«. Y volvieron a hacer trinqui-trinqui. Después el conejito negro le dijo donde estaba la madriguera de la abuela conejita. La conejita al cabo de nueve meses tuvo conejitos. ¿De qué conejo eran?

 

BRIGITTE.-

No lo sé. ¿De cuál?

 

MIGUEL.-

Si quieres que te lo diga, trinqui-trinqui.

 

         (Le da un beso apasionado. Se abrazan. Oscuro. En el pasillo, Juan Alberto está escuchando detrás de la puerta y mirando por el agujero de la cerradura.)

 

TONI.-

¿Qué hacen?

 

JUAN ALBERTO.-

Hablan mucho. Miguel, mucho hablar, mucho hablar, y nada. Además se les ha pasado el tiempo y me toca ya a mí. (Entra en la habitación precipitadamente.) ¡Cinco minutos! ¡Ya han pasado cinco minutos!

 

MIGUEL.-

Tranquilo, chico, tranquilo. No te acerques tanto que quemarás la cama con el ardor de tu pasión.
MARIA ANGELES.-

(Entra en la habitación por la otra puerta.) ¡También me toca a mí!

 

JUAN ALBERTO.-

No, vete, vete. Yo quiero estar con Brigitte.

 

MARIA ANGELES.-

Bien, bien, ya te llamaré cuando me toque. (Se va.)

 

MIGUEL.-

(Mirando a Juan Alberto.) Brigitte, cuando grites llamo a los bomberos, ¿vale

 

JUAN ALBERTO.-

Te voy a pegar un par de hostias…

 

TONI.-

(Desde la puerta) ¿Cómo te ha ido?

 

MIGUEL.-

Como en una película. Hasta he visto al Conde Drácula.

 

JUAN ALBERTO.-

¡Fuera, fuera! Toni, tranquilízate que ya te tocará.

 

         (Cierra la puerta en las narices de los chicos que quedan en el pasillo. Oscuro.

         Salón. Jaime y Rosa María hacen manitas.)

 

JAIME.-

Te prometo que la semana que viene me pondré pantalones largos…

 

ROSA MARIA.-

Echame más whisky.

 

         (Jaime le sirve.)

 

JAIME.-

¡Ostras! Se nota que se lo pasan bien, por lo que tardan.

 

ROSA MARIA.-

Nosotros tampoco nos lo pasamos tan mal, ¿verdad?

 

 

 

JAIME.-

¡Qué va, qué va! (Comienza a acariciarle los cabellos.) ¿Te gusto más sin gafas?

 

ROSA MARIA.-

Sí, mucho más. Así estás muy guapo.

 

JAIME.-

Rosa María, si tú quisieras…

 

ROSA MARIA.-

¿Qué?

 

JAIME.-

¿Quieres salir conmigo?

 

ROSA MARIA.-

¿Y a dónde vamos a ir a estas horas?

 

JAIME.-

No, ¿que si quieres que seamos amigos?

 

ROSA MARIA.-

¿Es que no lo somos ya?

 

JAIME.-

Sí, pero más… (Le da un beso apasionado.) Te quiero mucho, Rosa María. (Rosa María se deja dar otro beso. Jaime le pone la mano encima de la blusa.) Si alguna vez hago algo que no te gusta, dímelo. (Jaime, decidido, mete la mano debajo del vestido de la chica.) Pero… ¿qué llevas aquí?

 

ROSA MARIA.-

¡Déjame, déjame! (Se ha puesto completamente colorada.)

 

JAIME.-

¿Pero, qué llevas? ¡Es algodón! (Ríe.)

 

ROSA MARIA.-

¡Calla, no grites! No se lo digas a nadie o no seremos nunca amigos. (Jaime no para de reirse.) Mira, si quieres, hasta que te compren unos, te presto unos tejanos de mi hermano… Unos Lewis americanos comprados en la boutique de Gay.

 

JAIME.-

¡De acuerdo!

 

ROSA MARIA.-

Espera un momento… ¡Ya verás qué bien te van a sentar!

 

         (Se va. Oscuro.)

 

         (La habitación: Brigitte y Juan Alberto. Brigitte le da una bofetada a Juan Alberto.)

 

BRIGITTE.-

¡Vete! ¡Eres un niñato!

 

JUAN ALBERTO.-

¡Pero Brigitte… Ostras, yo…

 

BRIGITTE.-

¡Fuera, fuera! ¡Otro! ¿A quién le toca ahora?

 

         (Va hasta la puerta y la abre. Juan Alberto sale entristecido. Toni entra. Oscuro.)

 

         (Fuera, en el pasillo.)

 

MIGUEL.-

(Riéndose.) ¿Cómo te ha ido?

 

JUAN ALBERTO.-

¡No me digas nada o te daré una hostia a tí también! Me parece que no quiero tocar más contigo.

 

         (Miguel continúa riéndose y Juan Alberto se marcha enfadado. Mientras, en la habitación.)

 

BRIGITTE.-

Venga, vamos a lo nuestro… ¿Qué quieres? Contigo me dejaré hacer lo que quieras porque me caes bien…

 

TONI.-

Es que hay un problema. Yo quiero estar con María Angeles…

 

BRIGITTE.-

¡Vale, tíos, ya estoy harta! (Se va hacia la puerta.) No sabes lo que te pierdes, baby. ¡María Angeles, es todo tuyo!

 

         (María Angeles entra precipitadamente, pero disimula delante de Toni.)

 

BRIGITTE.-

(Visiblemente molesta.) Que os lo paséis bien.

 

MARIA ANGELES.-

¿Porqué me has elegido a mí?

 

TONI.-

(Histriónico, como Mister Hyde delante de su víctima.)

 

         Me derrumbaré encima de tu cuerpo,

         como el río se despeña entre las rocas

         hacia el mar de la pasión.

         Seré como un naúfrago que se agita entre tus olas,

         buscándote, oh amor, en las húmedas tinieblas del océano…

 

MARIA ANGELES.-

¿Pero qué dices?

 

TONI.-

         Y como el mar embrevecido,

         las olas de mi deseo azotarán el frágil velero

         de mi enamorado corazón…

 

MARIA ANGELES.-

¡Estás completamente loco!

 

TONI.-

         El aroma de tu cuerpo,

         el sabor salino de tu piel…

         El inefable triángulo de tu sexo,

         la encrucijada inextricable de tus pechos…

 

 

MARIA ANGELES.-

Oye, oye, no te pases…  ¿Y todo esto te lo acabas de inventar?

 

TONI.-

Son fragmentos de un poema mío. Se titula «Amar, Amor».

 

         (Se escuchan gritos fuera: «¡María Angeles; Toni, venid, es la hostia! Toni y María Angeles salen corriendo hacia el salón y encuentran a Jaime poniéndose los pantalones y a Rosa María arreglándose el sujetador y escondiendo el algodón debajo de la butaca.)

 

JUAN ALBERTO.-

¿Pero qué haces?

 

MIGUEL.-

¡Mira, los que no querían jugar a las putas!

 

MARIA ANGELES.-

¿Qué hacíais, promiscuos?

 

BRIGITTE.-

¿Así, Rosa María, que necesitabas un mes para pasar a mayores?

 

JAIME.-

Es que me estaba prestando unos pantalones…

 

TONI.-

Ya, ya… ¿Así que te gusta disfrazarte de persona mayor?

 

JAIME.-

Eres un cabronazo…

 

TONI.-

Y también le has traido unas tetas de repuesto por si acaso…

 

ROSA MARIA.-

(Murmurando.) Imbécil. (Risas.)

 

TONI.-

¿Os gusta eso del teatro, verdad, babys?… A mi también… De pequeño, cuando jugaba con las pistolas, me ponía delante del espejo con el sombrero en la cabeza y la cartuchera en la cintura, o cuando empuñaba una gran espada y me creía el Capitán Trueno… Subido a mi caballo me despedía de Sigrid y de mi fiel escudero Goliat y les decía: ¡Quedáos aquí, que más tarde vendré a por vosotros…! Y la etérea Sigrid me echaba sus dulces besos desde la distancia… ¡Mua! ¡Mua!

 

BRIGITTE.-

¡Ostras, sí, vamos a disfrazarnos!

 

ROSA MARIA.-

Podemos utilizar los trajes que se ponen los papás para ir al Teatro Principal cuando hay Opera.

 

 

 

TONI.-

Ya le vas encontrando el gustirrinín, ¿verdad? ¡Qué cara! Ahora tus padres ya no dirán nada si nos pescan…

 

JUAN ALBERTO.-

Si todo queda ordenado antes de las ocho no habrá ningún problema.

 

         (Rosa María aparece con vestidos de noche, un joyero, maquillajes.)

 

ROSA MARIA.-

¡Venid a escoger! ¡Puede ser «chachi piruli

 

         (Todos van al armario de los Rocamora. Toni encuentra una cámara de Super 8.)

 

TONI.-

¡Podemos rodar una película!

 

JUAN ALBERTO.-

Pero no tenemos carretes.

 

TONI.-

Es igual, nos lo imaginamos.

 

JUAN ALBERTO.-

Tú también eres un niño.

 

TONI.-

Un niño, eh? Pues a tí bien que te gustaba jugar a las putas…

 

BRIGITTE.-

(Desde dentro.) Coged vestidos, chicos. Ponéos guapas, chicas. ¿No vienes, María Angeles?

 

MARIA ANGELES.-

Ya voy, ya voy. Eso de la peli puede ser muy divertido, pero yo no quiero vestirme. Estoy harta de disfrazarme: total, no sirve para nada. A mi nadie me hace caso ni de normal ni disfrazada.

 

TONI.-

¿Cómo que no? ¿No te ha gustado el poema que te he dedicado?

 

MARIA ANGELES.-

Sí, pero…

 

TONI.-

Nada de peros… Ya lo sabes:

         Me derrumbaré encima de tu cuerpo,

         como el río se despeña entre las rocas…

 

MARIA ANGELES.-

Sí, sí, vale, vale… Pero acaso te has pensado que sigo siendo una niña pequeña para me trates como una boba…

 

TONI.-

¡En tarro pequeño hay buena confitura! Venga, disfrázate que hoy vas a ser la protagonista. Todavía no sé si seré tan buen cámara como para captar adecuadamente toda tu belleza…

 

MARIA ANGELES.-

No me creo nada. Eres más falso que Judas.

 

TONI.-

¡Dudas de mi sinceridad! Tú vas a ser la musa y protagonista de esta película… La mujer misteriosa que aparece de pronto y todos los hombres enloquecen de deseo.

 

BRIGITTE.-

(Aparece muy maquillada, sujetando en la mano un vestido.) ¿Y yo? ¿Qué papel voy a hacer yo, cheri?

 

TONI.-

¡Tú serás Brigitte Bardot!

 

BRIGITTE.-

Qué poca imaginación. Siempre hago de lo mismo.

 

TONI.-

Escuchadme atentamente. Quiero organizar un encuentro de famosos… Una noche en la que todas las estrellas coinciden en un punto… y ese punto está aquí. Una noche en un «nigth-club» de la Costa Azul.

 

ROSA MARIA.-

¿Y yo qué haré?

 

TONI.-

Tú serás la Reina. La gran anfitriona de todas las noches mágicas de Saint-Tropez. A tu local, «La Estrella Negra» acuden los artistas, los «play-boys», las princesas venidas a menos, las «starlettes» y los gangsteres más poderosos del momento…

 

JAIME-

Yo quiero hacer de gangster.

 

TONI.-

Sí, tú serás el cerebro gris de una banda internacional. Pero también, para no despertar sospechas y pasar de incógnito, servirás los whiskys, harás de «disc-jokey», etc. Detrás de tu mueca inescrutable, detrás de tus gafas negras, tus ojos estarán pendientes de lo que ocurre. Tus dedos siempre dispuestos a apretar el gatillo o abrir la navaja automática. Tus puños, preparados para estrellarse contra el estómago de cualquier camorrista. Defenderás por encima de todo los intereses de tu dama y señora, Madame Regina.

 

JAIME.-

Me gusta, me gusta.

 

         (Van a vestirse tal y como ha sugerido Toni. Mientras tanto, éste se va vistiendo también de director de cine: entre el Fellini de «ocho y medio», Luis Buñuel y un Jean Luc Godard más presentido que conocido.)

 

TONI.-

Juan Alberto, tú serás el elegante… el más guapo de los Beatles. Harás de Paul McCartney, el príncipe azul de todas las chicas. Estás pasando una noche enloquecida en Saint-Tropez.

 

JUAN ALBERTO.-

Pero no me hagáis tocar la guitarra otra vez.

 

JAIME.-

Peor para tí. Cuando Paul va de incógnito no se come una rosca.

 

JUAN ALBERTO.-

Es igual. Me identificaré cuando me convenga.

 

TONI.-

¿Estáis todos vestidos?

 

BRIGITTE.-

No, falto yo. (Aparece deslumbrante.)

 

JUAN ALBERTO.-

¡Brigitte, uaauhhh!

 

TONI.-

Eres carne de celuloide, no hay duda…

 

ROSA MARIA.-

¿Y yo te gusto, Jaime?

 

JAIME.-

(Boquiabierto, mirando a Brigitte.) Sí, sí, estás muy bien. Vamos a preparar la «Toilette Noire».

 

TONI.-

Recuerda que eres el «disc-jokey». Ya puedes ir buscando la música adecuada.

 

         (Jaime y Rosa María encienden velas, colocan papeles de color en las bombillas, cojines por el suelo, etc.)

 

MIGUEL.-

¿Me conocéis, babys? Chicos, tranquilos… Brigitte, esto que notas no son cañonazos, sino los latidos de mi corazón.

 

JAIME.-

¿Y éste de qué va, de Pato Donald?

 

ROSA MARIA.-

Es Monsieur Mike Jagger. ¿No lo conoces?

 

MIGUEL.-

Ponme un whisky con cerveza… ¿Hay por ahí optalidones?

 

JAIME.-

Oui, Monsieur.

 

MIGUEL.-

Entonces tráelos… Rápido, necesito combustible, que estoy seco y tengo que calentar los motores.

 

TONI.-

¡Cooorten! Okey. Esto ya ha quedado grabado para la posteridad.

 

         (Aparece María Angeles. Jaime pone «Strangers in the night», de Frank Sinatra. Toni está entusiasmado con la cámara haciendo travellings circulares alrededor de María Angeles.)

 

 

TONI.-

Mi cine es más real que la vida misma. Tú eres esa mujer misteriosa ante la que un día el azar hace que nos topemos indefectiblemente.

 

JAIME.-

¿Como Eva?

 

TONI.-

Ejem… Algo parecido. La que nos hace inventar mundos impensables… Seducidos por su misterio podemos intuir detrás de su mirada, una espía, una casada infiel que trama el asesinato o el suicidio, o una simple niñita que roba en los grandes almacenes, o una astronauta, o la mismísima reina de Sangai… Más real que la vida misma…

 

         (Todos aplauden a Toni. Miguel pone «Lady Jane» de los Rolling Stones.)

 

 

TONI.-

¡Adelante la Jet-society!

 

         (Juan Alberto se acerca a Brigitte. Brigitte se va con Miguel.)

 

BRIGITTE.-

«¿Voulez-vous danser avec moi, mon petit diable

 

TONI.-

Okey, perfecto.

 

         (Brigitte y Miguel bailan los primeros compases de «Lady Jane» muy coreografiados, muy solemnes. Juan Alberto se acerca a Jaime y le cuenta un secreto. Cuando Juan Alberto hace una señal, Jaime cambia el disco y pone un rock desenfrenado de los Rolling Stones que Brigitte y Miguel comienzan a bailar de manera inmediata. Juan Alberto pone cara de mala leche mirándolos bailar así.)

 

TONI.-

(Haciendo como si filmara.) ¡Es la guerra, es la guerra!. ¡Atención, ataca Paul McCartney…! ¡No te dejes hacer eso, ataca!

 

         (Juan Alberto le hace otra señal a Jaime. Todos van hacia Miguel y Brigitte muy agresivos.)

 

 

MIGUEL.-

¡Tranquilos, pollitos! Ya me pegaréis después.

 

JUAN ALBERTO.-

(Poniendo la mano en la espalda de Miguel.) Deja a mi chica en paz o te arrepentirás el resto de tus días.

 

TONI.-

¡Ya está declarada la guerra! ¡Los Beatles contra los Rolling Stones.

 

         (Miguel se gira y empuja a Juan Alberto. Jaime coge una silla con intención de tirársela a Miguel. Brigitte coge también otra.)

 

BRIGITTE.-

Merci, chéri, je suis un peu fatiguée.

 

MIGUEL.-

Traed más combustible. ¡Rápido!

 

 

JUAN ALBERTO.-

(Se acerca rabioso.) En el hospital es donde te van a dar combustible, cabrón.

 

         (Jaime coge una botella de whisky para atacar a Miguel.)

 

ROSA MARIA.-

Estás loco. Es el whisky preferido de papá. ¿Pero te has creido que esto es una película de verdad?

 

JUAN ALBERTO.-

Vamos. ¡Esto es una batalla de hombres!

 

         (Juan Alberto se acerca a Brigitte y quiere obligarla a bailar. Miguel le aparta violentamente. Juan Alberto y Miguel luchan y ruedan por el suelo.)

 

TONI.-

¡Apartáos que no me dejáis filmar…! ¡Y no os hagáis daño! ¡No os pongáis tan serios que no estamos haciendo cinema verité!

 

         (Jaime intenta separarlos. Juan Alberto está en el suelo. Miguel le da un puñetazo a Jaime y también lo tumba.)

 

 

 

ROSA MARIA.-

(A Brigitte.) ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Eres una puta! ¿Te ha hecho daño, Jaime?

 

JUAN ALBERTO.-

(Medio llorando, señalando a Miguel y a Brigitte.) ¡Fuera! ¡No os quiero ver más por aquí! ¡Los cerdos no pueden estar en casa de las personas!

 

TONI.-

(Emocionado.) ¡Okey, perfecto, ha salido perfecto! Lástima que no haya película.

 

JUAN ALBERTO.-

Cállate, que la cosa va en serio.

 

BRIGITTE.-

Allons, Mike. Aquí no somos bien recibidos.

 

MIGUEL.-

Sí, vámonos. Estoy hasta los cojones de estos gilipollas.

 

BRIGITTE.-

Nos lo pasaremos mucho mejor solos. Adiós, mes petits cochons.

 

         (Miguel y Brigitte se marchan dando un portazo.)

 

MIGUEL.-

(Desde fuera.) ¡Por fin estamos solos!

 

         (Oscuro.)

 

         (Se escuchan grillos y ruidos de la ciudad a lo lejos. Anochecer en el parque. Brigitte y Miguel están sentados en un banco.)

 

MIGUEL.-

¿Has fumado de esto alguna vez?

 

BRIGITTE.-

¿Qué es?

 

MIGUEL.-

Marihuana.

 

 

BRIGITTE.-

No. ¿Con eso se hacen caramelos, verdad? Cuando comenzábamos a vivir en España mi abuela siempre me decía que no aceptase caramelos de ningún desconocido porque llevaban droga, y con la excusa del caramelo me dormirían, me raptarían y  me harían cosas feas…

 

MIGUEL.-

(Riéndose.) Mujer, si quieres… Yo no necesito drogas, me basta con esto. (Le da un beso.)

 

BRIGITTE.-

Me gustaría probarlo.

 

MIGUEL.-

¿Probar el qué? ¿La marihuana o a mí?

 

BRIGITTE.-

Las dos cosas.

 

         (Se besan de nuevo. Miguel enciende el porro. Dan unos caladas y con el humo a Brigitte le entra la tos.)

 

 

BRIGITTE.-

¡Es muy fuerte!

 

MIGUEL.-

Estoy empezando a preocuparme…

 

BRIGITTE.-

¿Qué te pasa?

 

MIGUEL.-

Noto como unas palpitaciones aquí.

 

BRIGITTE.-

¿En el corazón?

 

MIGUEL.-

Sí. Parece como si se me fuera a partir en mil trozos.

 

BRIGITTE.-

¿Estás mareado? Pues yo no noto nada…

 

 

MIGUEL.-

Y aquí, sobre todo aquí. (Se señala el sexo.) Noto una tirantez extraña.  (Se tira al suelo.) ¿Porqué me tiene que pasar a mí?

 

 

BRIGITTE.-

(Muy asustada.) ¿Te encuentras muy mal?

 

MIGUEL.-

¡No quiero! ¡No quiero!

 

BRIGITTE.-

¿No quieres qué?

 

MIGUEL.-

¡Enamorame de tí, Brigitte! ¡Debe ser un efecto de la droga!

 

BRIGITTE.-

¡Es mentira! Eres un comediante. Yo no siento nada.

 

MIGUEL.-

¿Y ahora?

 

         (Le da un beso apasionado. Oscuro.)

 

         (Casa de los Rocamora. Acaban de arreglar los desperfectos de la batalla.)

 

ROSA MARIA.-

(Histérica, llorosa.) ¿Seguro que Brigitte y Miguel volverán?

 

TONI.-

Claro que sí, ya te lo he dicho mil veces. Miguel tiene aquí la guitarra y los discos de los Rolling Stones y los quiere más que tu padre al smoking ese que se pone cuando viene Fraga.

 

ROSA MARIA.-

Ojalá vengan antes de que regresen mis padres…

 

JUAN ALBERTO.-

Pues si vuelve, le parto la cara al cabrón ese.

 

ROSA MARIA.-

Pero antes de partírsela que lo devuelvan todo. El abrigo de chinchilla y el collar de diamantes de mamá valen más de un millón de pesetas.

 

JUAN ALBERTO.-

Y el smoking de fantasía que papá se compró en Florencia. Todo esto lo has provocado tú, Toni, con el puñetero juego de las películas… ¡Además ese tío es tan gitano que igual vende todo en el rastro de la Plaza Santa Cruz!

 

TONI.-

Os digo que volverán. Ya lo veréis.

 

ROSA MARIA.-

Brigitte es la culpable.

 

JUAN ALBERTO.-

Siempre tiene que destacar como sea…

 

JAIME-

Y tú particularmente le fomentas el «nacisismo».

 

ROSA MARIA.-

Tiene razón Jaime. La convertís en «Reina por un día» porque pensáis que os la vais a ligar. En cambio en el grupo de sus hermanos mayores no le hacen ningún caso y pasa totalmente inadvertida.

 

TONI.-

Eres una envidiosa, Rosa María.

 

ROSA MARIA.-

¿Yo? Envidiar a una tía que parece un poste de teléfonos… Sois unos snobs y hacéis siempre demasiado caso del que viene de fuera. Por ejemplo a los Beatles y a los Rolling Stones. Los españoles no tendríamos que envidiar a nadie. Ahí están por ejemplo Raphael, Manolo Escobar, Karina o el Dúo Dinámico, que son tan buenos artistas como ellos o más.

 

JAIME.-

Y tú, Rosa María, y tú…

 

MARIA ANGELES.-

(Con un vaso de whisky en la mano, un poco trompa.) No volváis a discutir, por favor… ¡Los domingos, hip!… los domingos son para divertirse, ¡hip!… Volvamos a mover un poco el esqueleto… ¡hip!… Jaime, venga, pon un lentorro… ¡hip! (Se echa a reir.) Mira mamá como estoy… Saludo a mi madre que me estará escuchando… ¡hip! Y ahora a ver si me hacéis un poco más de caso… Desde ahora me llamaré Angie… ¡hip! Angie a secas… Ni María Angeles ni hostias… ¡Angie! ¡Y soy de Carnaby Street! ¡Hip!

 

         (Jaime pone «Yesterday».)

 

JUAN ALBERTO.-

Angie, ¿do you want dance with me?

 

MARIA ANGELES.-

(Como si fuera una estrella de la canción.) Okey, baby, pero espera un momento que vuelvo a mojar la lengua… ¡hip.!

 

JUAN ALBERTO.-

(Libidinoso.) Hazlo, hazlo… (María Angeles coge el vaso y se pone a bailar con Juan Alberto. Este comienza a acariciarle el pelo, a darle besitos y a arrimarse.) ¿Sabes que me gustas mucho, Angie?… Hasta ahora no me había fijado en tí.

 

MARIA ANGELES.-

¿Ah, sí?

 

JUAN ALBERTO.-

¿Porqué no te arreglas siempre así? Te queda muy bien.

 

 

MARIA ANGELES.-

Escucha, niño, cambiate el paquete de tabaco de sitio que empiezas a hacerme cosquillas y me vas a provocar pensamientos impuros… !Hip!

 

JUAN ALBERTO.-

¿Te gustaría tenerlos?

 

MARIA ANGELES.-

Sí, pero contigo… ¡Hip!… Tener pensamientos impuros contigo, aunque tenga que confesármelos después. Es un pecado muy fácil y barato. Tres avemarías y fiesta. Ponme las manos en el culo, no te cortes… ¡Un día es un día! ¡Orgía y desenfreno! ¡Hip! ¡Uifff, cómo estoy!

 

JUAN ALBERTO.-

¡Estás completamente borracha!

 

ROSA MARIA.-

¡Qué espectáculo!

 

MARIA ANGELES.-

Sí, sí… ¿Borracha yo? ¡Tururú! Echate tú también un trago. Te servirá para olvidar las penas, que debes tener muchas con esa cara. Parece que se te ha cagado un palomo encima. ¡Hip! Toni, quieres venir a bailar conmigo de una puñetera vez…

 

TONI.-

«A los hombres, hija mía, se nos debe conquistar por el olor». (Risas.)

 

MARIA ANGELES.-

¡Menos palabras y más hechos, Toni!  ¡Toniii, soy una espía, una chica Bond! (Se quita la camiseta y se queda en sujetador.)

 

         (Se lanza a los brazos de Toni y se pone a bailar con él. Oscuro.)

 

         (Brigitte y Miguel paseando. Es ya totalmente de noche. Luz de farola.)

 

MIGUEL.-

Ha sido una tarde maravillosa… Me gustas mucho, Brigitte. (Le da un beso.)

 

 

BRIGITTE.-

Ya no podremos volver nunca más a casa de los Rocamora.

 

MIGUEL.-

¡Mejor! Saldremos juntos los domingos… Además, seguro que Toni y María Angeles, después de lo que ha pasado, tampoco volverán. Podemos ir al cine. El domingo te invito a ver «Help», de los Beatles. Yo ya la he visto dos veces, pero verla contigo será como ver una película nueva. Conozco una discoteca a la que van mis colegas, unos tíos cojonudos a los que le gusta la música dura de verdad y no esas mariconadas. Gente que curra fuerte a lo largo de la semana y que los sábados se lo pasan pipa y se meten una marcha que te cagas.

 

BRIGITTE.-

(Poco entusiasmada con las expectativas que Miguel le ofrece.) Yo, normalmente, los fines de semana salgo con mis hermanos mayores y sus amigos. Tienen coches, motos, yates, y nos lo pasamos muy bien también.

 

MIGUEL.-

Entonces te puedo pasar a buscar al colegio… ¿Me das tu teléfono?

 

BRIGITTE.-

No, ya te lo daré otro día. Si quieres, quedamos mañana a las seis y media en Correos. A mí también me gustaría que fuéramos amigos… Pero eso de salir contigo todos los domingos… No es por tí. Mi padre siempre dice que es mejor que vaya con muchos que no con uno sólo…, que así hay menos peligro (Ríe.) Y tiene razón: también es más divertido.

 

MIGUEL.-

¿Pero quedamos mañana, sí o no?

 

BRIGITTE.-

Sí, hombre, sí. Claro que sí. (Le da un beso.) ¡Aurrevoire! Ahora tengo que volver a casa porque si nos ve alguien con esta pinta tan decadente comenzarán a hacerme preguntas. Pense à moi quelques instants, chèri Mike.

 

         (Le da un beso apasionado. Entra en su casa. Miguel se queda mirando un rato.)

 

MIGUEL.-

¡Chao! ¡Iuhuuuu! Cuando sea un Rolling Stone tú serás mi groopy preferida y todas mis fans se te querrán comer viva de pura envidia. Porque no tendrán tus labios, ni tus cabellos, ni tu cuerpo, ni esas piernas tan largas, hechas para moverse al ritmo de mi guitarra. (Comienza a bailar y a tocar una guitarra imaginaria cualquier canción de los Rolling. Entra desde la inmensidad la auténtica música de los Rolling. Brigitte vuelve a salir de casa aprovechando el enaltecimiento de Miguel. Se va sin que éste se dé cuenta.)

 

 

         (Oscuro.)

 

 

         (Se escucha el timbre de casa de los Rocamora. Se ve a todos los que se han quedado en la fiesta y a Brigitte que ha vuelto. Bailan un disco de los Rolling. Toni sostiene la cabeza de María Angeles que está vomitando.)

 

MARIA ANGELES.-

Estoy un poco delicada del estómago… hip… Debe ser el chocolate de ayer por la tarde. (Se escucha el timbre nuevamente.)

 

 

ROSA MARIA.-

¡Mis padres! ¡Quitad el papel rojo de las lámparas, rápido! Ve a abrir, Juan Alberto. (Juan Alberto lo hace.)

 

JUAN ALBERTO.-

Eh, chicos, es Miguel. (Entran en el salón. Miguel se queda estupefacto cuando descubre a Brigitte entre los presentes.)

 

MIGUEL.-

¡Hostia, Brigitte!, ¿Y tú qué haces aquí?

 

BRIGITTE.-

He venido a devolver los vestidos de la señora Rocamora.

 

MIGUEL.-

(Cortándole.) Ya, ya… Dame los discos y la guitarra, que me voy. ¿Donde está mi cazadora de cuero? (Tira el smoking,) Jaime, ya me estás devolviendo las gafas de sol. Espero que no me halláis rayado los discos de los Rolling. (Los coge.) Good by. No quiero veros nunca más.

 

BRIGITTE.-

¡Mike!

 

MIGUEL.-

Baby: no eres la única rosa de esta ciudad.

 

TONI.-

No te pongas así, no es para tanto.

 

MIGUEL.-

Adiós, Toni, ya nos veremos.

 

 

         (Miguel se va y se escucha un portazo. Oscuro. Ultima escena: Miguel encuentra la carta a Su Graciosa Majestad bajo una farola. La mira y sonríe. Sigue caminando con la guitarra en la espalda. La ciudad al fondo. Se oye la radio desde alguna ventana. Suena «Like a Rolling Stones» y el locutor va traduciendo la letra de Bob Dylan.)

 

 

LOCUTOR PRIMERO.-

         «¡Cómo te sientes!

         ¡Cómo te sientes¡

         A solas contigo,

         sin dirección a casa,

         completamente desconocido,

         como un rolling stone.»

 

         (Oscuro.)

 

 

 

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Segunda parte:

EL CEMENTERIO DE LOS ELEFANTES

 

 

 

 

         (1969. Se escuchan los compases de «Eleanor Rigby».)

 

PRIMER LOCUTOR.-

         «¡Estamos en

         el cementerio

         de los elefantes…!

         Mira a toda esa gente solitaria:

         ¿de dónde ha salido?

         Toda esa gente solitaria,

         ¿a dónde pertenece?»

«Las carreteras que van al cementerio de los elefantes, están repletas de viajeros…» (Sube «Eleanor Rigby».)

 

         (Un rincón. En un bar del barrio chino; rodeando una «Sinfonola», Miguel y Luis se esconden detrás para sorprender a Toni. Suena «Sympathy for the devil», de los Rolling Stones.)

 

MIGUEL.-

(Ocultando su verdadera identidad.)

         «Si te parece, deja que me presente.

         Soy un hombre poderoso y distinguido.

         Robo desde hace mucho tiempo,

         he robado a más de un alma la fé.

         Me alegra encontrarte,

         espero que…  (Toni pone cara de no conocerlo. Miguel se quita las gafas ocuras.)

 

TONI.-

¡Miguel!

 

MIGUEL.-

¡Toni! ¡Hostia, estás igual que siempre! (Los presenta.) Lou, una guitarra con patas. Toni, un teórico de las obsesiones sexuales. (Chocan las manos.)

 

TONI.-

Cuántos años sin verte… ¿Todavía sigues tocando?

 

 

 

MIGUEL.-

Desde entonces he quemado tres guitarras. Somos relativamente conocidos, y hacemos dos sesiones matinales en el Oasis. Esta semana nos dedican una página en «La hora de los conjuntos», pero estas cosas buenas no impiden que estamos endeudados hasta el culo.

 

TONI.-

¿Cómo os llamáis?

 

MIGUEL.-

¡Los Rockings! Hacemos rock duro con unas gotas de sentimentalismo. ¿Y tú que has hecho durante todo este tiempo?

 

TONI.-

¡La revolución!

 

MIGUEL.-

¿Tú solo?

 

TONI.-

Me marché a París cuando acabé el Preu. Este país estaba inaguantable y no podía aprender cine en ningún sitio.

 

MIGUEL.-

¿Todavía te gusta jugar a «Hollywood»?

 

TONI.-

(Se ríe.) En París iba a la Cinemateque por las tardes después de fregar platos en un restaurante chino.

 

MIGUEL.-

¡Seguro que te lo has pasado de coña!

 

TONI.-

Claro. Ayudé a destrozar la ciudad. Deberías haber visto aquella primavera en París. Fue la leche. Toda la ciudad se convirtió en un inmenso campo de batalla. Frecuenté las barricadas del barrio latino luchando contra la policía. Fue fantástico. Hice el amor, me emborraché en el Polly Magoo, coincidí con Sartre en el Café de Flore, y aprendí más cine que todo lo que podré asimilar en mi vida.

 

MIGUEL.-

¿Qué sabes de aquellos gilipollas que fueron nuestros amigos?

 

 

TONI.-

Juan Alberto simula estudiar Arquitectura y me han dicho que el señor Rocamora lo ha convertido en el Public Relations de un garito de lujo que tiene en el centro. Adivina qué nombre le han puesto…

 

MIGUEL.-

«Pijolandia»?

 

TONI.-

No. Más fino: «El Submarino Amarillo».

 

MIGUEL.-

Claro…

 

TONI.-

(Riéndose.) Y Rosa María está embarazada de Jaimito Sastre.

 

MIGUEL.-

Lógico…

 

TONI.-

Las máscaras que nos pusimos aquel domingo adolescente se nos han quedado pegadas a la cara, ya lo ves…

 

MIGUEL.-

(Después de una pausa. Con cierto temor.) ¿Y Brigitte?

 

TONI.-

No lo sé. Me parece que se fue a vivir a Ibiza. Le he perdido la pista.

 

MIGUEL.-

¡Aquella tía era un putón verbenero!

 

TONI.-

Pues bien que te llevó de culo. Tú que eras tan duro y te reías del romanticismo de los demás…

 

MIGUEL.-

Mira, yo ya paso de tías… Si alguna se cruza en mi camino, trinqui-trinqui y listos.

 

TONI.-

(Riéndose.) ¿No sales con ninguna fija?

 

 

 

MIGUEL.-

Lo que yo busco no existe… Debería tener los ojos de Sofía Loren, la boca de Brigitte Bardot, el cuerpo de Claudia Cardinale y el pelo de Ursula Andress.

 

TONI.-

(Ríe.) Una especie de Frankenstein… No me extraña que no la encuentres.

 

         (Luis hace redobles con una batería imaginaria)

 

MIGUEL.-

Por eso prefiero mi guitarra. Tú, por lo que veo, todavía buscas a Eva.

 

TONI.-

(Incómodo ante la pregunta.) Simplemente hacía un recorrido nostálgico por estas callejuelas…

 

MIGUEL.-

Este es del barrio y conoce a todo el mundo.

 

LUIS.-

¿Qué necesitas? ¿Gomas, lavatorios, tripis, costo guay o una 38 de cañón recortado?

 

MIGUEL.-

¿Qué sabes de una tía que trabajaba en este bar y que se hacía llamar Eva?

 

LUIS.-

Como es colega tuyo la información sólo le costará cinco libras.

 

MIGUEL.-

¿Pero qué dices? Está tan pelado como nosotros.

 

LUIS.-

Esta tía llegó a ser la más popular del barrio. Estaba muy buena.

 

MIGUEL.-

Ahora tendrá unos veinte años.

 

LUIS.-

Se marchó a la costa a pescar gente con pasta. Estaba harta de yanquis y de borrachos.

 

MIGUEL.-

¿Y María Angeles?

 

TONI.-

Lo suyo fue de película….. Desde aquel día comenzó a salir muy a menudo y sus padres pensaron que la nena se les estaba pervirtiendo. Le hicieron la vida imposible. Se escapó de casa. Su padre fue a buscarla, la encontró, y la encerraron un año en el reformatorio del Buen Pastor.

 

LUIS.-

¡Qué hijos de puta!

 

TONI.-

Le escribí varias veces pero hicieron que mis cartas no llegaran a sus manos. Ahora trabaja en un despacho y ha comenzado a pintar en la Escuela de Bellas Artes, pero vive con su familia. Seguramente cuando ahorremos algún dinero nos iremos a París o a Londres…

 

         (Salen a la calle.)

 

LUIS.-

Os dejo con vuestro drama. No os comáis mucho el tarro. Me voy a ligar costo para la actuación del domingo.

 

MIGUEL.-

No te drogues demasiado que mañana a las cinco tenemos ensayo en el garaje. Si vienes muy colocado te sale todo demasiado lento.

 

LUIS.-

¡Ciao, antiguos! No os pongáis muy tristes que la vida es una broma. (Se va.)

 

TONI.-

¿De dónde has sacado a este sicodélico?

 

MIGUEL.-

Es un buen guitarrista. A los catorce años se fue a Ibiza a hacerse chapas con hippies ricos y menopaúsicos. Después estuvo en Marruecos, en Amsterdam… Es un poco mafiosillo, hace todo tipo de negocios para poder tocar la guitarra, pero es un tío legal.

 

TONI.-

¡Osea que se ha comprado el amplificador con el culo!

 

 

MIGUEL.-

Mucha revolución, Toni, pero a veces hablas como una vieja puritana. El trabajo es el trabajo. ¿Con qué se compraba las cosas Eva, con el coño?

 

TONI.-

Por mí como si se lo quiere tirar un buzo, chaval…

 

MIGUEL.-

¿Quieres venir al ensayo de mañana por la tarde?

 

TONI.-

Vale. Iré con María Angeles… ¡Puede ser como en los viejos tiempos!

 

MIGUEL.-

¡Pareces un abuelo!

 

TONI.-

Podríamos invitar también a Juan Alberto para que os contratase en su pub de pijos. Si tocáis en el Submarino Amarillo es seguro que el señor Rocamora os producirá un disco para su editora y os consagraréis ante la flor y nata del país.

 

MIGUEL.-

No estaría mal. Podría ser mi venganza… ¿Todo esto tiene mucho de novela policiaca, verdad? De hecho me he pasado estos tres años tocando la guitarra para demostrar que los tipos como Juan Alberto, que sólo tocaban en las fiestecitas y los bautizos, no servirían nunca para hacer música de verdad. Yo tendré más dinero que los Rocamora… Dentro de poco Los Rocking serán el único conjunto exportable de este país, ya lo verás…

 

TONI.-

Siempre serás el mismo, no hay duda. Veo que aspiras a que te den también la medalla de la Reina. ¡Lástima que aquí no den ninguna! Le diré a María Angeles que llame a los Rocamora… ¡La derecha divina bajará a los barrios bajos para escuchar en directo a los Rockings!.

 

MIGUEL.-

Ni que actuásemos en el Madrazo, chaval.

 

TONI.-

Un garaje de tu barrio, lleno de la fauna más pijotera de la city… Los cabellos de la señora Rocamora, esculpidos en Fémina por el mismísimo Llongueras, se mojarán con las gotas de agua de la ropa tendida en las ventanas de las Delicias. ¡De peli de Vitorio De Sica..!

 

MIGUEL.-

¡Y se atufarán con el olor del costo que nos fumaremos, chaval! Que esos tipos sólo fuman las noches de luna llena…

 

TONI.-

Hasta mañana. Puede ser…

 

MIGUEL y TONI.-

¡Chachi piruli! (Ríen y se van.)

 

         (Oscuro. Interior de un taller de macánica de una pequeña calle en el barrio de las Delicias. Una pareja de motos medio desmontadas. Una nevera de coca-colas oxidada. Las paredes llenas de carteles de los Rolling Stones y de otros ídolos del Rock. Iluminación de colores. En un escenario improvisado Los Rockings ensayan «Jumpin Jack Flash».)

 

MIGUEL.-

(Canta.) ¡Atención!

         Con mis greñas te quiero agredir,

         sé que te da rabia mi forma de vestir.

         Mi forma de bailar.

         Soy el hijo del huracán.

         Tú dirás que no soy de tu estilo,

         que soy muy infantil.

         Pero algún día sabrás que te equivocas

         si piensas que soy también tu marioneta.

         Soy Jumpin Jack Flash

         el rey del gas.

         Soy Jumping Jack Flasch

         el rey del gas.

 

Okey... No ha salido del todo mal. Pero si bajas tanto el volumen no podré molestar a los niños Rocamora.

 

LUIS.-

¿Estás un poco nervioso, eh? Ni que te fueras a examinar del carnet de variedades.

 

MIGUEL.-

Si pudiéramos actuar en el Submarino Amarillo… ¡Demasiado para nuestras deudas! Venga, probemos con «Honky Tonk Women»… ¡Preparados! ¡One, two, three!

 

         (Entra Brigitte, exuberante, vestida de musa underground. Suenan los primeros compases de la canción.)

 

         Me río del ambiente y de la gente

         de las chicas que me invitan a bailar.

         Te tengo clavada en el pensamiento

         y por eso me quiero emborrachar.

 

         (Paran de tocar fascinados por la presencia de Brigitte.)

 

BRIGITTE.-

¡Hello, boys! Hola, Miguel. Juan Alberto y todo el grupo vendrán ahora, están aparcando los bólidos.

 

MIGUEL.-

(Un poco cortado.) ¡Hola, Brigitte!

 

LUIS.-

¡Ah! ¿No es Claudia Cardinale?

 

MIGUEL.-

Vamos a emborracharnos un poco…

 

LUIS.-

¿Quién es ésta tía?

 

MIGUEL.-

Una amiga mía.

 

LUIS.-

No te excites mucho que tenemos que seguir ensayando.

 

         (Los músicos fuman y beben. Miguel baja a saludar a Brigitte.)

 

MIGUEL.-

¿Porqué volviste aquella tarde a casa de los Rocamora?

 

BRIGITTE.-

No seas rencoroso. Ya ha pasado mucho tiempo de aquello.

 

MIGUEL.-

¿No te habías ido a Ibiza?

 

 

 

BRIGITTE.-

He vuelto porque tengo que comenzar un rodaje. Soy una famosa estrella de la pantalla, (Chasquea los dedos y se ríe.) Ya puedes conducir mi coche, baby... Estoy haciendo un corto: «El asfalto bajo el mar». Preparáos porque si llegáis a tocar en el Submarino Amarillo os haréis ricos… Allí es donde encuentro trabajo para hacer películas y spots… Acabo de hacer uno de lencería fina que parece un remake de Niágara; se ha filmado en la cascada del parque y se han hecho copias especiales para el extranjero. Tú también te tienes que adaptar a los nuevos tiempos. Hablaré con Rosa María para que te ayude a elegir virguerías. En Scobidous tienen ropa importada de Inglaterra…

 

MIGUEL.-

¿Dónde dices?

 

BRIGITTE.-

En la boutique de Jaime y Rosa María: Scobidous.

 

MIGUEL.-

¿Además de hacer cine y anuncios vendes ropa interior? Joder, tía, cómo te lo montas. Acabáos el canuto que seguimos ensayando, chicos. (Se colocan. Acaban «Honky Tonk Women». Miguel canta.)

 

         Se me escapan todas las mujeres.

         Quiero, quiero, quiero tu amor.

         Cúbreme de rosas,

         quiero, quiero, quiero tu amor.

 

         (Durante la canción han ido entrando los Rocamora. Juan Alberto, Rosa María y Jaime. Con ellas también aparece una chica desconocida. Saludan haciendo señales a Miguel que está en el escenario. Entran también Toni y María Angeles.)

 

JUAN ALBERTO.-

¿Tan Rolling como siempre, eh? ¿Conoces a mi chica? Lilith, te presento a Miguel y a Toni.

 

LUIS.-

(Se la queda mirando descaradamente.) ¿Lilith…? ¿No nos hemos visto antes?

 

TONI.-

A mí también me suena tu cara.

 

 

LILITH.-

Puede ser que nos hayamos visto en el Submarino Amarillo.

JUAN ALBERTO.-

No lo creo… Estos chicos no vienen mucho por el bar.

 

MIGUEL.-

Os presento a Lou, el otro guitarra. Ramón es el bajo y Quico el batería.

 

BRIGITTE.-

(A Lilith.) ¡Hostia! ¡Lou está como para parar un tren!

 

JAIME.-

Los Rocking… Quico, ¿me dejarás recordar mis tiempos con la mini-twist? (Todos ríen.)

 

QUICO.-

Cuando quieras nos haces una demostración.

 

ROSA MARIA.-

Siempre serás un niño.

 

JAIME.-

Y tú, querida, desde que te has quedado embarazada te portas como una abuela. En lugar de ir al ginecólogo deberías de ir al geriatra.

 

TONI.-

Al «geniatra», Jaime, al «geniatra».

 

JAIME.-

¡Ya he aprendido a hablar, mariconazo!… (Se va a tocar la batería. Rien.)

 

MARIA ANGELES.-

(Riendo.) Tendréis la parejita: Jaimito y Jaimita… ¿Y no eres demasiado joven para ser madre?

 

ROSA MARIA.-

Lo tengo muy asumido. Estoy contenta de tener un hijo. Me siento plenamente responsable de lo que he hecho.

 

MARIA ANGELES.-

¿Todavía sigues los consejos del «Diario de Ana María»? ¿Sabes lo que te espera? Un crío ata mucho.

 

 

ROSA MARIA.-

Durante el día, cuando nosotros estemos en la boutique, se quedará mamá en casa. Le hace mucha ilusión volver a ser madre. Cuando salgamos por las noches vendrá a casa Marta, una chica muy simpática que nos hará de canguro.

 

TONI.-

¿Y cuando llore le insonorizaréis la cuna? ¿Os pondréis tapones en los oidos?

 

ROSA MARIA.-

Eres un imbécil… De este asunto ya no hay más que hablar. No tiene remedio.

 

MARIA ANGELES.-

Londres es una buena solución. Cincuenta papeles y fuera problemas.

 

ROSA MARIA.-

¡Jaime ven un momento! Están hablando de tu hijo y me proponen que aborte… Yo les digo que un hijo no es ningún problema. Además mis padres y los señores de Sastre son cristianos y se opondrían radicalmente… Lo noto tan mío… (Se acaricia la tripa.)

 

JAIME.-

¿Quién lo ha de tener, vosotros o yo? Pues entonces ocupáos de vuestros asuntos y no os metáis donde no os llaman. Jaimito es un niño con el futuro asegurado. Ya es el dueño de Scobidous. ¡Antes de nacer ya es propietario!

 

ROSA MARIA.-

Además la lista y las participaciones ya están hechas. Sería un escándalo volver atrás.

 

         (Miguel comienza a tocar «La neurastenia» con la guitarra acústica, un poco nervioso. Luis y Brigitte intiman en un rincón.)

 

TONI.-

¿Sabéis que en este momento si la poli quiere nos podía tener tres días en comisaría acusados de reunión ilegal? Podían sospechar de todos nosotros por estar conspirando en un local poco recomendable. ¿Qué diría el Hola? ¿Qué diría el Garbo?

 

JAIME.-

¿Quieres atemorizarnos?

 

ROSA MARIA.-

Hemos venido aquí a escuchar a los Rocking. No hacemos nada malo.

 

TONI.-

Eso se lo explicas a los grises cuando te plantifiquen en la cara la droga que lleva Lou en el bolsillo…

 

         (Miguel toca un «Himno militante» a la manera de Jimmy Hendrix cuando tocaba «Barras y estrellas».)

 

LUIS.-

¿Queréis, babys? (Les ofrece costo.)

 

ROSA MARIA.-

Una llamada de papá al gobernador y nos dejarían libres enseguida. Además nadie lo sabría. Papá tiene muchas amistades.

 

TONI.-

Tenéis miedo del escándalo y el escándalo sois vosotros, con vuestra moral de revista de peluquería en donde leéis que el aborto es un asesinato y la pena de muerte una regla imprescindible contra los que osan plantar cara a vuestras ideas hechas de miedo, de rutina, de renuncias, de negocios de compra y venta que hacen que a los dieciocho años seáis como una fotocopia de vuestros padres y que, como a ellos, sólo os interese vuestra seguridad, vuestro futuro, vuestro dinero y vuestra tontería, y que por eso sois capaces de traer un niño al mundo, porque os es útil, utilizable. Sería mejor que no naciera, que le liberáseis del trauma, porque no vais a tener un hijo sino una víctima…

 

JUAN ALBERTO.-

¡Ja! ¡Una víctima de la revolución! Del maravilloso día en que la clase obrera acabe con nosotros, los capitalistas… (Los Rocamora se ríen.)

 

JAIME.-

¿Te crees que somos La Casa de los Martínez?

 

TONI.-

…una víctima de la revolución o de unos padres que le vampirizan antes de nacer. Una víctima más de vuestro mundo, de vuestra policía, de vuestro ejército, de vuestras leyes, de vuestra televisión, de vuestra normalidad, de vuestro Scobidous, de todo la estructura social e ideológica que ha conseguido que seais como vuestros antecesores.

 

JAIME.-

Sigues  mezclandolo todo… la gimnasia y la política. ¡Más vale que te calles o te pegaré una hostia!

 

BRIGITTE.-

(Echándole besitos a Luis, riendo.) «Haced el amor y no la guerra».

 

JUAN ALBERTO.-

Estas paridas las oigo todos los días en la Universidad. No me vengas a hacer de Che Guevara que nosotros ya tenemos montado un pub

 

ROSA MARIA.-

(Riéndose.) Nosotros trabajamos y damos trabajo a los demás.

 

MARIA ANGELES.-

Es verdad, a mí ya me lo han dado. (Ríe.)

 

ROSA MARIA.-

En el Scobidous y en el Submarino Amarillo nos encontrarás todos los días proletarizándonos.

 

MIGUEL.-

Cuando acabéis de soltar discursos comenzaremos a tocar…

 

TONI.-

Sois extranjeros en vuestro propio país, pero si os arrepentís y queréis dejar de ser veraneantes, estáis invitados a una manifestación que se hará en el Paseo de la Independencia dentro de media hora contra el Estado de Excepción, contra los capitalistas y su régimen… Todavía estáis a tiempo, Rocamora juniors… Que continúe la represión depende de gente como vosotros.

 

JUAN ALBERTO.-

(Aplaudiendo.) ¡Viva el libertador! Hablas como Radio España Independiente, con la misma sintaxis rutinaria, machacona y aburrida. Pero me parece que te has equivocado de oyentes.

 

TONI.-

¿Sabéis lo que me gustaría más en estos momentos?

 

JUAN ALBERTO.-

Ser el protagonista del Potèmkim.

 

TONI.-

No. Tener un garrote de medio metro para abrirte la cabeza.

 

MIGUEL.-

¡Venga, tranquilizáos!

 

TONI.-

No te preocupes, Miguel, sólamente es un deseo.

 

MARIA ANGELES.-

Vámonos Toni.

 

TONI.-

Adiós, Miguel. Que todo salga chachi piruli.

 

         (Toni y María Angeles se van.)

 

JAIME.-

Me ponen nervioso los «marxianos». Siempre piensan que poseen la verdad y todos los que no piensan como ellos son enemigos… Tan majo que era este chico antes de irse fuera de España. Este no ha digerido el Mayo del 68.

 

JUAN ALBERTO.-

Va, Miguel, cuando quieras puedes empezar a hacerme cosquillas en las orejas. (A Rosa María, Jaime y Lilith.) Si no le hacemos cantar rápido se caerá redondo, porque lleva una trompa…

 

LILITH.-

Empieza a ser tarde y tenemos que abrir el Submarino.

 

 

MIGUEL.-

(A Luis que está ligando con Brigitte.) Lou, cuando quieras… o cuando puedas.

 

LUIS.-

Tranquilo, chato, que estoy en órbita. Esta chica es un tripy.

 

ROSA MARIA.-

(Hablando con los de su grupo.) Miguel está celoso. Brigitte siempre le ha llevado de culo.

 

         (Miguel da la señal para comenzar a tocar. Brigitte mira con ironía. Mientras canta los va mirando uno a uno. Brigitte y Lilith bailan. Miguel canta.)

 

MIGUEL.-

         Tú sigues en la inopia,

         se te ha escapado el autobús

         y piensas que cantarás victoria

         y piensas que no tengo memoria.

         No tengo nada que hacer, baby

         pobre baby, ya has pasado a la historia.

 

         (Aplausos.)

 

BRIGITTE.-

¡Bravo! ¡Habéis estado muy bien!

 

ROSA MARIA.-

Todavía recuerdo el primer día que nos hablaste de los Rolling.

 

JUAN ALBERTO.-

Has aprendido a tocar la guitarra. Sonáis francamente bien… pero esta música no le gusta al público del Submarino Amarillo… Es demasiado ruidosa, demasiado electrificada, demasiado dura… Si tocáseis como los Beatles todavía podría hacer algo por vosotros… El Submarino Amarillo es básicamente un lugar de relax. La gente viene a relacionarse, a tomar unas copas. Esto es demasiado excitante para ellos. Yo le dije a Toni que no os hiciéseis ilusiones, pero él, ya lo has visto, es un idealista que siempre le ha gustado hacer de abogado de los pobres… Si cambiárais de repertorio e hiciéseis cosas acústicas, venid a verme al pub

 

JAIME.-

Ahora se lleva la música californiana.

 

ROSA MARIA.-

En Scobidous tenemos unas camisas de flores que si hiciéseis esa música os quedarían muy coquetas… Son de la misma marca que las de George Harrison… Cuando estéis en el Submarino Amarillo venid a la tienda que os las venderé a buen precio.

 

MIGUEL.-

(Borracho.) No haréis de mi un Beach-Boy de playa pret-à-porter… Lo que hago es sólamente rock and roll, pero me gusta…

 

LUIS.-

(Dando un giro inesperado a la conversación.) ¿Y a tí qué te parece, Eva? Antes te gustaba mucho esta música. (Un gran silencio.)

 

LILITH.-

Te confundes de persona. Yo me llamo Lilith.

 

LUIS.-

Me conozco de memoria la cara de todas las putas… Por cierto, la tuya me ha gustado siempre…

 

JAIME.-

Está drogadísimo y comienza a alucinar.

 

LUIS.-

Achanta la mui, que contigo no va nada… Te haces la sorda, nena.. Sí, Mike, la vida es una broma… Siempre te lo he dicho. Esta superestella de la burguesía trinfante es Eva, la niña prodigio del barrio chino, la puta de más exito. Ha caido todavía más bajo juntándose ahora con esta mafia.

 

JAIME.-

La única puta que hay aquí es tu madre…

 

LUIS.-

Pues sí, chico, tienes razón. Mi vieja ha tenido que hacer de todo en esta vida. (Amenazante.) ¿Pasa algo?

 

ROSA MARIA.-

Esto va a acabar mal.

 

JUAN ALBERTO.-

A mí no se me insulta de esta manera… Ahora veréis como acabo yo ésto.

 

LUIS.-

(Saca la navaja automática.) ¿Quiéres ver sangre?…

 

LILITH.-

¡Basta! (A Juan Alberto.) Escucha: mi padre me abandonó hace tiempo y no necesito ninguno más. Me han insultado a mí, puedes estar tranquilo, chico. (A Luis.) Veo que en el barrio continuais teniendo buena memoria.

 

LUIS.-

Contigo no va nada de esto.

 

LILITH.-

Sí, soy Eva, la puta más joven del chino. Mi nombre verdadero es Isabel y os conozco a todos vosotros mejor que vuestro siquiatra. ¿Qué pasa? ¿Alguien tiene algo que decir? Putas lo somos todos y todas. ¿Hay alguien que no lo sea? ¿No ha quedado bien demostrado esta tarde?

 

LUIS.-

Okey, chata.

 

ROSA MARIA.-

Ya os he dicho que no deberíamos haber venido.

 

JUAN ALBERTO.-

Veo que todavía os gusta el juego de la verdad… Pero estad tranquilos. (A Eva-Lilith.) Yo ya sabía tu historia. Papá pidió informes cuando te presenté en la empresa. Isabel Peco, madrileña, hija de familia humilde. ¿Qué haríamos sin tu sexi en el Submarino Amarillo? Me importa un rábano tu vida de antes…

 

LILITH.-

¡Tú sí que eres un hijo de puta! A partir de hoy te la mamará tu madre. Good by, Lou; Good by Mike, a mí también me gusta el rock and roll.

 

         (Se va. Detrás de ella desaparece también Juan Alberto.)

 

LUIS.-

Ya os lo había dicho: la vida es una broma…

 

ROSA MARIA.-

Jaime, vámonos…

 

         (Se marchan Jaime y Rosa María.)

 

LUIS.-

(Riéndose.) ¿Qué, Mike? ¡Les he montado una buena bronca! ¡Se la merecen por gilipollas! No sé como se te ha ocurrido hacerlos venir aquí.

 

BRIGITTE.-

Te has pasado un pelo, Lou. Tu es un peu méchant, tu es un Hell’s Angel... (Le abraza.)

 

QUICO.-

Chicos, !o seguimos ensayando o mañana haremos el ridículo!

 

MIGUEL.-

El ensayo se ha acabado pero las hostias no han hecho más que empezar. Yo no me voy de aquí.

 

         (Los músicos desmontan y se marchan.)

 

RAMON.-

Si mañana queréis follón ya me llamaréis.

 

MIGUEL.-

¡La verdadera, la única, la auténtica puta eres tú!

 

BRIGITTE.-

¿Se puede saber qué te pica a tí ahora?

 

LUIS.-

¿Tú que crees?

 

MIGUEL.-

Me lo hiciste una vez pero ésta ya no te lo aguanto.

 

BRIGITTE.-

Yo hago lo que me apetece y con quien me apetece.

 

LUIS.-

A veces se gana y a veces se pierde.

 

MIGUEL.-

Es una historia entre ella y yo. Cállate.

 

LUIS.-

Vamos, Brigitte y dejemos que baje el globo… ¿Me dejas la moto?

 

MIGUEL.-

(Borrachísimo, quiere pegar un puñetazo.) Lo que te dejaré es la cara como un mapa.

 

         (Luis le esquiva y lo tira al suelo. Luis le coge las llaves de la moto y se va con Brigitte. Se oye el sonido de una moto alejándose. Miguel se levanta, enciende la radio, se lava la cara con coca-cola. Después se hace un canuto. Entra María Angeles.)

 

 

MARIA ANGELES.-

(Llorosa.) ¡Han cogido a Toni! ¡Han cogido a Toni! Le han dado una paliza y se lo han llevado en un jeep.

 

MIGUEL.-

¿Qué dices?

 

 

MARIA ANGELES.-

La policía ha cargado por sorpresa. Yo he podido escaparme pero a él lo han cogido y lo han arrastrado por los pelos. ¿Se han ido los Rocamora? Su padre podía hacer algo si ellos quisieran, está claro. ¡Deja los porros y ayúdame!

 

MIGUEL.-

¿Qué dices?

 

MARIA ANGELES.-

Estás demasiado pasado. Adiós.

 

MIGUEL.-

Los encontrarás en el Submarino Amarillo escuchando música californiana.

 

MARIA ANGELES.-

Adiós. (Se va.)

 

MIGUEL.-

Cuando los veas les dices que es un tío chachi piruli. (Sonríe un poco. Conecta la guitarra. Saca un tubo de pastillas del bolsillo y se las toma. Bebe unos sorbos de coca-cola. Toca «Satisfaction» y canta.)

 

         I can’t get no satisfaction

         i can’t get no satisfaction

         And I try and I try and I try

         I can’t get no, I can’t det no

         Yo no encuentro satisfacción.

         Yo no encuentro satisfacción

         y la busco, la busco, la busco,

         pero no la encuentro, no la puedo encontrar.

         Debes darme explicaciones

         y convencerme con razones

         de porqué no quieres venir a la cama

         a conseguir satisfacción.

 

         (Miguel va desplomándose lentamente. Se escucha por la radio un programa musical con el volumen muy alto.)

 

LOCUTOR PRIMERO.-

«Veinticuatro horas después y todavía estoy en la maldita carretera. Parece que el atasco está llegando a su fin… Brian Jones, el guitarrista de los Rolling Stones, ya ha llegado al cementerio de los elefantes. Su guitarra será codiciado marfil. Mike Jagger le ha leido en Hyde Park una oda de Shelly que nadie ha escuchado. Pero no os preocupéis, ya la reproducirán los periódicos…»

 

         (Entra «Satisfaction» de los Rolling Stones. )

 

«Todos, todos terminaremos en el cementerio de los elefantes. ¡Es el fin de una década!»

 

         (Toni en la cárcel. Mientras escucha el transistor va escribiendo lentamente. ) 

 

TONI.

Querida María Angeles: he sabido que Miguel ha muerto. Me gustaría que en su funeral leyérais esta canción de los Beatles:

 

         (Comienza a sonar «In my Life», de los Beatles.)

 

         «Hay lugares que recordaré

         toda mi vida.

         A pesar de que algunos ya han cambiado,

         para siempre,

         no para mejor,

         otros han desaparecido,

         otros se conservan igual.

         Todos estos lugares tuvieron sus momentos,

         con amigos y amigas

         que todavía puedo recordar.

         Algunos están muertos,

         otros vivos.

         A lo largo de mi vida los quise a todos.

         Pero de todos estos amigos y amigas

         no hay nadie que se pueda comparar contigo,

         y estos recuerdos pierden su significado

         cuando pienso en el amor como algo nuevo.

         Todavía sé que nunca perderé el afecto

         por la gente y las cosas pasadas.

         Sé que no dejaré nunca

         de pensar en ellas»

 

Besos, muchos besos, María Angeles. Estoy bien, dentro de lo que cabe. Nos veremos en la comunicación del lunes. Algún día España será un sitio en donde todos podremos respirar. Te quiere: Toni.

 

         (La música continúa sonando. Oscuro.)

 

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

 

PEQUEÑO PARENTESIS

 

         (Como al final de todas las obras de teatro, cuando se hace el oscuro y el volúmen de la música crece, el público prorrumpe en un aplauso más o menos cálido. En esta suponemos que también… Los actores saldrán a recibirlos cogidos de las manos, saludarán una vez inclinando respetuosamente la cabeza, y se adelantarán hasta proscenio. De pronto, el actor (la actriz) A interrumpirá el tradicional acto de despedida:)

 

A.-

No puede ser… No puede ser… ¡Silencio, por favor! ¡Silencio!

 

         (Sus compañeros se quedan estupefactos. No saben qué hacer y murmuran entre sí.)

 

A.-

Que no, que no… Que esto no puede quedar así. Que yo no estoy de acuerdo.

 

         (Suponemos que estas palabras más los inequívocos gestos que A ha realizado parar detener el aplauso del respetable serán suficientes para restablecer el silencio en la sala.)

 

A.-

(Dirigiéndose al público.) Señoras y señores, perdonen que les pida que dejen de aplaudir. Sé que con esta petición rompo una costumbre a la que son ustedes muy aficionados… Pero… llevo unos días pensando que esta obra no puede acabar así…

 

B.-

(Después de una pausa.) ¿Qué quieres decir?

 

C.-

Si, eso, explícate.

 

A.-

Sencillamente que a mí me parece muy bien que como taller de tercer curso se representen obras de todo tipo: clásicas, contemporáneas, nacionales, extrangeras… Pero…

 

C.-

Pero… ¿qué?

 

 

A.-

Pues que creo que una obra de estas características, o sea que cuenta la crónica de una generación que tenía dieciseis años en 1966, debería tener otro final.

 

B.-

¿Otro final?

 

D.-

¿Un final, cómo?

 

A.-

Un final que contara en lo que se han convertido los personajes que aparecen en ella, puesto que, excepto Miguel, previsiblemente todos estarían vivos todavía. Ahora tendrían más o menos unos cincuenta años.

 

C.-

(Interrumpiendo un cierto silencio.) Pero… ese final no está escrito. Habría que escribirlo y no vamos a tener aquí al público esperando que los autores se animaran.

 

B.-

Además a Jordi Mesalles y a Miquel Casamayor tu idea podría no parecerles bien.

 

D.-

Y luego está Paco Ortega, que con el genio que se le pone a veces…

 

A.-

Al diablo el director y los autores. ¿No nos han explicado en la Escuela un millón de veces que esto del teatro es una aventura que hay que vivirla hasta el final, implicándose en ella, apasionadamente…? ¿Acaso esta obra no es un homenaje a ese espíritu reivindicativo y transgresor de la década de los sesenta? ¿Qué manera os parece más auténtica para terminarla que dar nuestra opinión sobre lo que podría ser su final lógico, el final lógico de algunos de los personajes que hemos conocido?

 

C.-

La verdad es que planteadas así las cosas…

 

         (A estas alturas de conversación la mayoría de los actores se han ido metiendo entre cortinas y han desaparecido.)

 

¿Y cómo hacemos si no tenemos nada preparado?

 

B.-

Sí, eso, ¿cómo hacemos?

 

A.-

Yo tengo una idea. Si queréis os la cuento… ¡al oido!

 

         (Los que quedan, después de dudarlo unos instantes, se le van acercando. A les cuenta la idea que ha tenido y a C y D enseguida parece entusiasmarles. Sólo B plantea una objeción.)

 

B.-

A mí me parece bien, pero con una condición…

 

A.-

¿Cuál?

 

C.-

¿Qué condición?

 

D.-

Sí, ¿qué condición?

 

B.-

(Mirando al público.) Que el público esté de acuerdo.

 

A.

¿Con el final?

 

B.-

No, hombre. Eso sería imposible. Cada espectador tiene una visión de la vida diferente.. Que esté de acuerdo con que nos saltemos las normas tradicionales del teatro y los actores por nuestra cuenta y riesgo les contemos uno que no estaba previsto. De esta manera la bronca que nos echará Paco cuando nos coja será menor. Y hasta si tenemos éxito y al público le parece bien los autores podrían plantearse la posibilidad de incorporarla a la obra original.

 

A, C, D.-

¡Vale! ¡Venga, sí! Habrá que preguntárselo…

 

B.-

(Dirigiéndose al público.) ¿Están ustedes de acuerdo en que nuestro compañero A les cuente ese final que ha imaginado?

 

         (Ante la respuesta mayoritariamente afirmativa del público los actores se sientan en proscenio. A comienza a relatar.)

 

 

A.-

Pues veréis… Ejem. Pues verán ustedes… Han pasado casi treinta años desde la muerte de Miguel y esa podría ser una buena razón para que todos volvieran a reunirse. Franco también ha muerto y el país ha pasado por la famosa transición. Rosa María, María Angeles, Toni, Jaime y Brigitte han perdido totalmente la relación durante estos años… Juan Alberto Rocamora…

 

         (La luz se va apagando y comienza a escucharse una música muy popular a finales de los noventa…)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tercera parte:

LAS GAFAS DE LENNON…

 

 

         (1999. Han pasado treinta años desde la muerte de Miguel. La luz va a compartimentar en el escenario pequeños lugares que simularán ser espacios diferentes y alejados entre sí, de la misma manera que ocurría en la Primera Parte. En en el centro hay un círculo formado por sillas vacías en penumbra. Conforme pase el tiempo las sillas se irán iluminando con más nitidez. En la radio está sonando «Tubthumping», del grupo Chumbawamba. Se oye la voz de un locutor.)

 

 

VOZ DEL LOCUTOR.-

«Tal vez sea hoy ese día que lleváis esperando desde hace mucho tiempo, babys. Por si acaso estad preparados: arreglad vuestro traje de amianto y colocad en la mesilla de noche la máscara antigás.  Clinton amenaza con bombardear Bag-Dag y las reacciones de Sadam Hussein son aún más imprevisibles que las del bueno de Bill.»

 

 

         ( Jaime Sastre está acabando de arreglarse. Rosa María se viste igualmente pero con una evidente desgana.)

 

ROSA MARIA.-

No sé porqué tenemos que ir a esa maldita reunión.

 

JAIME.-

¿Bromeas? No sabes lo que voy a disfrutar restregándoles por la cara a Brigitte y a los demás el nivel de vida que hemos conseguido. Se les va a comer la envidia. ¡Que se jodan!

 

ROSA MARIA.-

Sí, claro, llevamos una vida envidiable. Por Dios, Jaime, pareces un crío todavía.

 

JAIME.-

Perdona, querida. Se me había olvidado. (Burlándose abiertamente.) La señorita Rocamora se ha cansado de ser la señora de Sastre. A estas alturas quiere recobrar su identidad perdida, quiere… ¡realizarse!, como repites tanto últimamente.

 

 

 

ROSA MARIA.-

No te reconozco, Jaime. Me gustabas más cuando llevabas pantalones cortos y casi no sabías hablar.

 

JAIME.-

Entonces me podías «majenar» a tu antojo. Perdón: manejar. (Se ríe irónicamente.)

 

ROSA MARIA.-

(Después de una pausa en la que han seguido vistiéndose silenciosamente.) ¡Lo único que quiero es sentirme útil, necesaria!

 

JAIME.-

Y lo eres, querida. Ya lo creo. Anda, ayúdame a ponerme bien la corbata.

 

ROSA MARIA.-

(Ensimismada.) Los chicos se han hecho mayores. Ya casi no les veo y cuando están en casa parece como que les estorbo. Es normal, necesitan ser independientes, más independientes que cuando nosotros teníamos su edad.

 

JAIME.-

¿Ese es todo el problema? ¿Mi mujercita se ha descubierto alguna nueva pata de gallo?

 

ROSA MARIA.-

(Como si no le hubiese oido.) Y tú…, tú siempre estás trabajando. Parece como que te diese miedo volver a tu propia casa.

 

JAIME.-

(Incómodo.) De modo que trabajo demasiado… (Con una evidente e inesperada agresividad.) Pues cuando nos casamos no pareció importarte mucho que trabajara dieciseis horas al día, y en dos lugares diferentes, para que pudieses mantener el nivel de vida al que te habían acostumbrado tus padres, ¿verdad Rosa María? ¿Te preocupaste mucho por mi felicidad durante nuestros primeros años de matrimonio?

 

ROSA MARIA.-

Quizá tengas razón. Pero yo no hablo del pasado… Hablo de ahora, de cambiar nuestro presente… Tú quieres ir a la reunión para presumir delante de todos, para que todos se den cuenta de que no nos soportamos. Para que los demás comprueben que no he dejado de ser una señorita provinciana y remilgada, cuyo único horizonte en la vida son sus tarjetas de crédito y su duplex en la Plaza de España… Y yo no quiero ser más así.

 

JAIME.-

No, querida. Lo que pretendo sencillamente es demostrarles que el Jaime que tanto les divertía se ha convertido en un triunfador. Sólo eso.

 

ROSA MARIA.-

¿Triunfador? ¿Crees de verdad que has triunfado en la vida? ¿Estás plenamente satisfecho con esta vida que llevamos? ¿Tu vida profesional y familiar te hace completamente feliz?

 

JAIME.-

(Absolutamente fuera de sí.) Eso es un golpe bajo que no tienes derecho a darme. Eres la responsable de no haber sabido educar al chico, si te refieres a eso. Es vergonzoso, es inmoral…

 

ROSA MARIA.-

¿Acaso tú lo has intentado? (Pausa.) Dios mío, Jaime, sólo te pido que aceptes la situación y que me escuches.

 

JAIME.-

Ya te he escuchado bastante. Todo lo que Jaime ha necesitado lo ha tenido siempre y ahora me sale con que es maricón. Es decir, un inútil. Dime, ¿en qué proyectos de futuro puedo pensar para ese desgraciado? Está claro que en ninguno. ¿Qué he hecho yo para merecer algo tan humillante, Dios mío?

 

ROSA MARIA.-

Jaime es un buen chico. Educado, cariñoso, atento, sensible…

 

JAIME.-

Me gustaría saber de qué va a servirle esa sensibilidad en la vida. ¿Va a ser poeta, pintor, músico…? Tú tienes la culpa de que tenga esa sensibilidad enfermiza porque siempre lo has tenido metido entre las faldas. ¿Y qué ha aprendido ahí? Lo que sabe ahora: mariconear. En vez de darle una educación para convertirlo en un hombre hecho y derecho y capacitado para responsabilizarse de nuestros negocios…

 

ROSA MARIA.-

¡Basta ya! Eso es lo que únicamente has sabido hacer tú: preocuparte por los negocios sin pensar que tenías una mujer y un hijo de quien ocuparte. ¿Que crees? ¿Que he sido maravillosamente feliz? Pues no, Jaime. En todo caso he sido feliz a su lado, viéndolo crecer. El ha sido el único apoyo en mi soledad, en mi desesperación. Y te digo otra cosa más: me alegro de que nuestro hijo sea diferente. De esta manera no hay peligro de que se convierta en una fotocopia de sus padres. ¿Te suena esa frase de algo? ¡A mí sí!. ¡A mí me martillea en los oidos todas las noches… !(Solloza.)

 

         (Jaime termina de vestirse.)

 

JAIME.-

Me voy. A las ocho tengo una reunión con los comerciales.

 

ROSA MARIA.-

Te recuerdo que a las ocho tenemos una cita con nuestros amigos de la juventud. Quiero decir, con aquellos con los que no debimos perder la amistad. Sería una buena oportunidad para hablar con Brigitte.

 

JAIME.-

No necesito hablar con ningún sicólogo y menos si esa sicóloga está más loca que sus pacientes. (Pausa. Se detiene un momento, como si cayera en la cuenta de algo importante. Cambia por completo de actitud.) Aunque, tal vez… no sería mala idea… A lo mejor Brigitte le podría ayudar al chico a superar el problema, a cambiar. Quién sabe… (Se encoge de hombros y se dirige hacia la puerta.)

 

ROSA MARIA.-

(Abandona su actividad. Avanza hacia su marido interceptando su salida.) ¡Jaime no está enfermo! No te estoy pidiendo nada para él. ¡Soy yo la que necesito ayuda!

 

         (Oscuro.)

 

         (Brigitte está leyendo una carta. Probablemente la respuesta negativa de Juan Alberto Rocamora. Cuando termina la rompe en mil pedazos y los tira malhumoradamente al suelo.)

 

BRIGITTE.-

¡Qué cerdo! Mejor así. (Se recompone emocionalmente.) Aún quedan ocho horas para la reunión. Me pregunto si vendrá alguien. ¿Tú que crees? (Pausa.) Tengo que dejar de hablar contigo aunque desde que te fuiste me invade la sensación de que estás muy cerca de mí. Y esto en un primer momento fue terrible. Ahora ya no. Pensaba que nunca me dejarías tranquila, que siempre estarías ahí, recordándome que era mala… ¡Cielo santo, qué palabra! ¡Mala! ¡Sucia! ¡Siempre castigándonos, calificándonos de manera infantil, culpabilizándonos! (Pausa.) Muchas veces me pregunto qué habría pasado aquella noche si no me hubiera marchado con Luis. Un instante cambió el resto de nuestras vidas. Una decisión irreflexiva, o inconsciente o casual, puede desencadenar otra, terrible, dramática, irreversible, como les ocurre a los personajes en las novelas de Paul Auster. (Pausa.) Me marché con él porque era guapo y porque así te sacaba de quicio a ti. Y una decisión tan estúpida, tan frívola, tan insignificante, puede acabar con la vida de una persona. Con la tuya, Miguel. Irme con aquel chico fue una tontería. Me hacía gracia comprobar que seguías colgado por mí después de cuatro años y quise provocar tus celos. Así de sencillo. Así de superficial era yo cuando tenía veinte años. ¿Qué podía hacer? Desde que era apenas una niña ya era mona, atractiva, diferente, ¡liberada!. Si tú supieras… Y además, francesa. En aquellos tiempos ser extranjera era lo mismo que llevar un rótulo luminoso para atraer a una legión de moscones. Las personas sufrimos un exhaustivo proceso de clasificación social apenas empezamos a hablar, y este país, en aquel momento, era un amasijo irrespirable de represión, de arquetipos y de tópicos. (Pausa.) Miguel: cuando pienso en ti creo que has sido… como un tributo, algo que había que pagar, una especie de trueque con la vida: tú a cambio de mí. Como si hubieras tenido que hundirte para sacarme de donde me estaba ahogando. (Pausa.) Ahora estoy bien. Una sicóloga me salvó a mí de una depresión que me tenía atrapada. Ella me abrió la puerta y me mostró un camino inesperado: ayudar también a los demás a salir de sus propios pozos. A personas frágiles como tú. ¿Que habrán pensado los otros? «¡Brigitte, sicóloga!. ¡Una nueva extravagancia de nuestra extravagante francesita!» Es igual. Tengo ganas de verlos. Ganas y curiosidad. Al verlos te veré a ti otra vez. Y recordaré nuevamente aquel primer beso… ¿Te acuerdas de aquella tarde en el parque?

 

         (Oscuro.)

 

            (En escena aparece Juan Alberto Rocamora terminando de vestirse y de meter sus objetos personales en una maleta. Se marcha de viaje. Parece como si estuviera ensayando la lectura de una carta imaginaria.)

 

JUAN ALBERTO.-

«Querida Brigitte:

Lo primero que quiero hacer es felicitarte por la maravillosa idea de reunir a toda la pandilla después de tanto tiempo. Reconozco que ha sido una agradable sorpresa. Por supuesto, agradezco que te hayas acordado de mí. (Pausa.) De todas formas debo decirte que el esfuerzo es tan encomiable como inútil: pretendes reunir a personas que ya han muerto. No me refiero sólo a tu precioso «Mike», cadáver que te pertenece de una manera muy especial, sino a todos los demás, incluyéndome a mí. Tal vez nuestros espíritus del pasado aceptarán encantados tu propuesta, llena de candor infantil y de una pureza que ya no existe, si es que alguna vez existió. (Pausa.) Por lo que me cuentas en tu preciosa carta, digna de un sobresaliente en la clase de Literatura de Preu, te has convertido en una prestigiosa sicoanalista… ¡Quién lo iba a decir! ¡De golfilla calientabraguetas a discípula de Freud, y perdona la expresión! No sé cómo lo haces pero siempre estás en el candelero de la actualidad social, en el centro de todas las miradas. Pero, si tu metamorfosis externa es asombrosa, la de los demás tampoco deja de ser interesante: ahí tienes a mi hermana y a Jaime. Mi adorable cuñado, de batería de los Rocking se ha convertido en un esclavo de su trabajo, y Rosa María, en una sufrida víctima, devorada en sus tardías y confusas contradicciones. Tal vez Toni no haya cambiado tanto: algunos revolucionarios tienen una patética y conmovedora fidelidad a sí mismos y a sus principios. Seguro que sigue vistiendo el desfasado disfraz de Robin Hood ideológico, inscrito ahora en alguno de esos partidos políticos que nunca conseguirán más que unos cuantos concejales de cultura en algunos ayuntamientos de tercera división. Mientras tanto María Angeles ejerce de mosquita muerta consorte, siempre dispuesta a transformarse en reina de la noche gracias a la pócima del Doctor Jeckill y Mr. Johny Walker. (No puede evitar reirse de sus propios comentarios. Ha terminado de vestirse y ha cerrado la maleta. Delante del público dice las últimas palabras en una actitud a caballo entre la confesión y el «meeting» electoral.) En cuanto a mí no puedo decirte nada que no te hayas imaginado. Soy un hombre poderoso y tengo a mi alcance todo aquello que vosotros ni acertáis a soñar. Mis negocios prosperan y soy cada día más rico, tanto que desde hace un par de años me puedo dedicar a la política sin preocuparme por ellos. Tenía razón Toni cuando hablaba de las virtudes de la democracia porque en ella me ha ido estupendamente… Ah… Lamento de verdad no ir a la reunión de antiguos espíritus, o de muertos vivientes, que me planteas. Hubiera tenido gracia volver a verte para comprobar si sigues tan atractiva y tan «sotisficada», como decía Jaimito. Pero debo partir inmediatamente hacia Estrasburgo en donde los miércoles presido una Comisión Parlamentaria. (Comienza a marcharse. De pronto se vuelve nuevamente hacia el público.) ¿Que cosas, verdad?»

 

         (Oscuro)

 

         (María Angeles y Miki están abrazadas, sentadas en el sofá de su casa. En la radio está sonando «Esperando a un amigo» de los Rolling Stones. )

 

MARIA ANGELES.-

¡Cuánto echaba de menos poder estar contigo! Sentirte muy cerca, como cuando eras una niña…

 

MIKI.-

Yo también, mamá. (Enciende un cigarrillo.)

 

MARIA ANGELES.-

Te pasa algo, ya lo sé. Te lo noto desde hace tiempo. Sabes que confío en tí y pienso que tú sientes lo mismo respecto a mí, respecto a nosotros.

 

MIKI.-

(Trata de ocultar su mirada.) Mamá: háblame de Miguel. ¿Qué pensabas acerca de él?

 

MARIA ANGELES.-

Era un chaval majo, pero muy débil. La música, los porros, el alcohol… y no necesitaba más. Era cobarde, en el sentido de que le costaba mucho afrontar la realidad. A pesar de eso, una persona con una extraordinaria sensibilidad. En aquellos años muchos murieron como él. Esas muertes fueron  todo un síntoma social, además de una tragedia para ellos mismos y para los demás.

 

MIKI.-

Mamá…

 

MARIA ANGELES.-

¿Qué cariño? ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?

 

MIKI.-

¿Porqué no iba a estarlo? ¿Me encuentras mal?

 

MARIA ANGELES.-

No, simplemente me preocupo por tí. Quiero que estés bien, que seas feliz. (Pausa.) ¿Sabes? Nos envió una carta Brigitte con la intención de reunirnos a todos los amigos de entonces. Tengo ganas de verlos, ha pasado tanto tiempo… No sé si papá podrá acudir… Pero, ahora que pienso, ¿porqué no vienes tú y así conoces a toda la cuadrilla con la que tus padres compartían guateques, ligues, desmadres, buenos y malos rollos, etc, etc, etc, …? Estoy deseando ver a Brigitte en su papel de sicóloga. Vaya, vaya, cómo cambiamos…. ¿Te apetece?

 

MIKI.-

No. Bueno, no sé… (Pausa.) Mamá, creo que te estoy fallando.

 

MARIA ANGELES.-

No entiendo lo que dices…

 

MIKI.-

Tengo mucho miedo. (Se miran intensamente.) Abrázame, dime que me vas a seguir queriendo… (Se abrazan.) Te he preguntado por Miguel porque ahora, en este momento de mi vida, creo que estoy viviendo con una cobardía muy parecida a la de aquel muchacho. ¿No has notado que hacía mucho tiempo que no hablábamos? Es que evito hacerlo contigo. Porque no quiero que me veas ciega de alcohol, pasada de porros, o de cocaina… Me doy vergüenza, me doy asco… He llegado a un punto de dependencia que a mí misma me empieza a asustar. (Silencio tenso.) Mamá: no sé quién soy, ni lo que hago aquí. No sé si os quiero, si os odio… No sé nada…

 

MARIA ANGELES.-

Quiero que sepas, Miki, que has dado un gran paso contándome todo esto. Pero no te equivoques: sí que sabes algo. Sabes más de lo que tú misma crees. En primer lugar sabes que estás mal. Eso es algo muy importante. Lo segundo es que sabes también que tu padre y yo siempre te hemos apoyado en todo. El es un hombre con una mentalidad abierta, que jamás te ha juzgado ni se ha inmiscuido en tu manera de vivir y de pensar. Y si lo que necesitas, además de nuestro cariño, es ayuda profesional, porque no te ves capaz de afrontar este problema con tus propias fuerzas, cuenta también con nosotros para eso. Nadie se mete en un infierno así por su propio gusto. Tal vez deberíamos haber sido más protectores, o tal vez más rígidos. Desde luego no hemos sabido ver el peligro en el que te encontrabas. Nosotros, que siempre hemos querido afrontar la realidad cara a cara, tal vez no nos hemos dado cuenta de que los tiempos también han cambiado. (Se besan y se abrazan.)

 

MIKI.-

¿A qué hora tenéis esa reunión?

 

         (Oscuro.)

 

         (La zona de las sillas está ya claramente iluminada. Brigitte pasea nerviosa entre ellas. No ha venido nadie todavía. En proscenio, en las escaleras de acceso al escenario, se encuentra sentada Isabel (Eva-Lilith). Las dos mujeres llevan un tiempo esperando la llegada de los demás.)

 

ISABEL.-

(Consultando su reloj.) Ya deberían estar aquí.

 

BRIGITTE.-

No vendrán.

 

ISABEL.-

¿Estás segura?

 

BRIGITTE.-

Totalmente. No sé cómo he podido creerlo en algún momento.

 

ISABEL.-

Lo has intentado.

 

BRIGITTE.-

Así es mi vida: un continuo intento. Intento de creer que he tomado caminos adecuados, intentos de creer en mí, intentos de cambiar. Fíjate: no he conseguido reunir a un viejo grupo de amigos, a pesar de que todos desearían reencontrarse para saldar viejas cuentas, para perdonarse, para exhibir sus triunfos. Soy una fracasada.

 

ISABEL.-

¿Cómo puedes hablar así? ¿Consideras un fracaso haberme ayudado?

 

BRIGITTE.-

Isabel: tú ya sobrevivías cuando yo no tenía ni puñetera idea de la vida.

 

ISABEL.-

Sí, pero no me negarás que tiene gracia. ¡Anda que no me he tirado tíos ni nada…! ¿Y de quién me voy a enamorar? Del más hijo de la gran puta de todos.

 

BRIGITTE.-

La noche que llegaste al Centro de Ayuda llevabas la cara hecha un mapa. Pensé: si esta tía está así por fuera, ¿cómo estará por dentro? Y, mira por donde, debajo de los hematomas estabas tú: Eva, Lilith e Isabel. La única actriz que ha representado tres papeles en esta obra.

 

         (Ríen las dos. Isabel enciende un cigarro y le ofrece otro a Brigitte que no lo acepta.)

 

ISABEL.-

Sí, lo peor es el dolor de dentro. El que no te curan en ningún hospital, ni se puede demostrar delante de un juez. Y ese dolor fue el que me aliviaste con cariño y atención. ¿De verdad crees que tú y tu trabajo sois inútiles?

 

BRIGITTE.-

No. Tienes razón. Cuando veo cómo estás ahora y en lo que te has convertido, no puedo evitar sentirme orgullosa. Por lo menos en la pequeña parte de la que me siento responsable.

 

ISABEL.-

¿Sabes, Brigitte? Te voy a ser sincera. La única razón poderosa por la cual he venido a esta reunión has sido tú. No tengo demasiado interés en ver a ciertas personas, y a algunos, como por ejemplo a Don Juan Alberto Rocamora, ninguno en absoluto. Ya lo vemos mucho por la televisión… Pero tú te lo mereces. El balance final es que sólo estamos aquí las personas que no hemos seguido fielmente el guión que nos correspondía: yo, el de puta arrastrada primero, y de alto standing después. Tú, el de francesita extravagante y provocativa. Los demás han ido representando, con mayor o menor acierto y convicción, el papel de nobles justicieros, de cabrones sin escrúpulos, de esposas abnegadas o de compañeras más o menos progresistas. Alguno o alguna habrá tenido vacilaciones de texto y de actitud escénica. Pero todos han seguido fieles a lo que de ellos esperábamos los demás, incluido el público que ha asistido a la representación. Sus vidas han corrido paralelas a las de este país. Sin embargo tu y yo hemos dado giros inverosímiles y, en el fondo, no hemos sido ni del todo buenas ni del todo malas. La vida, como las malas obras de teatro, es bastante previsible, pero siempre hay excepciones y de pronto alguien escribe un desarrollo dramático inverosímil para algún que otro personaje. Nos ha tocado a nosotras… ¡Qué le vamos a hacer! (Pausa. Durante los últimos momentos de la conversación se ha estado escuchando»Las gafas de Lennon», de Pedro Guerra.)

 

BRIGITTE.-

Gracias de nuevo, Isabel. Pero… pienso que hoy no va a venir nadie más a esta reunión.

 

         (Se escucha el crescendo final de la canción mientras que se va produciendo un cambio de iluminación. Brigitte e Isabel quedan estáticas. De todos los puntos del escenario salen los actores que han intervenido. Cada uno lleva una pancarta en el que expresa un deseo, una reivindicación personal. Se va haciendo lentamente el oscuro.)

 

 

 

FIN DE

LOS BEATLES CONTRA LOS ROLLING STONES.

Explore posts in the same categories: Adaptaciones y textos teatrales, Textos para publicaciones de la Escuela

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s


A %d blogueros les gusta esto: