Archivo de enero 2011

Nuestro «Pelícano»

enero 21, 2011

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo que van a ver no es un espectáculo acabado. Se trata, en realidad, de una experiencia pedagógica que queremos compartir en el mismo lugar en donde la estamos desarrollando.

Llevamos inmersos desde hace dos meses y medio en la trama que Strindberg ha creado a partir de un argumento atormentado: una familia, cuyos miembros parecen inmersos en una especie de sueño que les impide ver la realidad, se ve sumida en el difícil trago de digerir la reciente muerte del cabeza de familia. Este hombre, que el autor nos lo sugiere como una persona honesta, sensible y refinada, aunque frágil, fue incapaz de parar la megalomanía y el egoísmo de su propia esposa, que ha mantenido a todos en una especie de delirio y de irrealidad: no ha habido leña para la estufa, pero sí para pagarse lujosos viajes a París; no ha habido recursos para alimentar a los hijos, pero sí para pagar las cuentas de restaurantes de lujo… El resultado, el que vemos. Hijos enclenques y enfermos, un marido muerto, un universo interior lleno de remordimientos y resquemores, y un yerno, recién llegado a la familia, que quiso ver en su matrimonio el mejor de los negocios.

Panorama horrible, por tanto. Vidas quemadas antes de cualquier incendio, sin más perspectiva que anticipar su propio final. Todo esto exige un trabajo actoral muy complejo. Les he pedido a los alumnos/as que busquen la lógica interna que cada uno de los personajes tiene. Personajes, por cierto, equivocados, egoístas, inmorales. Les he pedido que buceen en su propio interior e intenten comprenderlos, aunque no compartan sus criterios. El Pelícano es el último día de todos ellos: no pueden más.

Hoy, como les digo, ustedes van a asistir a una experiencia teatral. Vean con la prudencia del que ve por el ojo de la cerradura lo que pasa en el interior de una habitación. Métanse dentro sin hacer ruido, para no alterar el sentido mismo del experimento, como científicos que observan el comportamiento de perturbados mentales sin distraerles de sus propias obsesiones.

Paco Ortega