Texto para el programa de mano de «Un tranvía llamado deseo».

 

 

 

 

 

 

 

 

En el lugar incorrecto

Los/as mismos/as alumnos/as que trabajaron sobre los tortuosos seres de El pelícano, lo hacen ahora sobre los de Un tranvía llamado deseo (A Street Car Named Desire). En esencia es el mismo tipo de esfuerzo interpretativo. Si hay diferencias lo son de otra índole: ahora les pido que respiren con más intensidad el aire del ambiente…,  el contexto sociológico en el que están instalados los protagonistas de esta tragedia contemporánea. En la obra de Strindberg las ventanas suelen estar cerradas y sus miradas se dirigen habitualmente al interior de sus conciencias, al dolor de sus propios corazones. En las de Williams el mundo entra por ellas a raudales: son los vecinos de arriba, el murmullo de las calles, los borrachos del bar de al lado, la vida de los otros la que hace insoportable la suya. El infierno son siempre los demás, pero éstos meten mucho ruído…

Blanche y Stella provienen de un sitio mejor –la finca de “Belle Rêve” (“El Sueño Hermoso”)-, pero ahora se aferran a la posibilidad de quedarse en éste –una casa destartalada en un barrio de mala nota de Nueva Orleáns. Stanlley, emigrante polaco, pelea porque no le quiten lo que considera ya suyo. Y Mitch, su compañero, también lo desea, pero mejorando su condición. Sucede que la presencia de unos hace muy difícil o totalmente imposible la de los otros, y de ese modo, como les ocurre a algunas especies animales con su territorio, surge un conflicto de enorme intensidad dramática. Yo veo Un tranvía llamado deseo como una obra magistral en donde todos están donde no deberían, y de esta incorrecta ubicación generalizada nacen sus respectivas tragedias.

En El pelícano las fronteras estaban instaladas en las paredes de un piso en mitad de una ciudad. En Un tranvía llamado deseo los límites son los de un país en donde los habitantes creen en el “sueño americano”, o son víctimas de él. En la primera se escuchaba la música hermosa y obsesiva de Chopin que provenía de un piano situado en la habitación de al lado. En ésta, viene directamente de la calle: el jazz como expresión de una desazón y una queja compartidas.

La dificultad es aquí mayor, en mi opinión, porque los personajes hablan de sí mismos y, a la vez, representan a miles de personas, desubicadas como ellos en el caprichoso escenario de la vida.

Paco Ortega

 

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