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Planteamientos, objetivos y trayectoria del Nuevo Teatro de Aragón

mayo 23, 2009

 

María Isbert, Marilés Gil, Nieves García, Montserrat Carrillo, Maribel Verdú y Joaquín Hinojosa, en algunos montajes del Nuevo Teatro de Aragón

En Mayo de 1982 un grupo de alumnos y exalumnos de la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza se reúnen en torno a Francisco Ortega, en aquel momento ya profesor de Interpretación de ese centro docente. De las conversaciones mantenidas nacerá, algún tiempo después, el Nuevo Teatro de Aragón (NTA).

El núcleo, en sus inicios, se planteará los siguientes objetivos:

Posibilitar a los jóvenes actores aragoneses, en su gran mayoría surgidos de la Escuela, una salida profesional a medio plazo, ante la inexistencia en esa comunidad autónoma de cualquier forma de compañía institucional, Centro Dramático, etc.

Desarrollar una línea de investigación y de reflexión rigurosa sobre los elementos constitutivos del hecho teatral y su especificidad.

Insertarse dentro de los circuitos teatrales aragoneses, tratando de ampliarlos, y elevando el nivel de cualificación y capacidad de disfrute del público.

Extender su radio de acción a todo el territorio nacional, siempre y cuando ello no supusiera ningún tipo de contradicción con los objetivos anteriores.

A lo largo de estos años, la práctica ha ido llenando de sentido y, a la vez, modificando en algunos aspectos, esta inicial declaración de intenciones, asumiendo las nuevas peculiaridades del contexto sociológico, las nuevas formas de producción, la naturaleza de los circuitos, etc., de Aragón y del resto del estado español. En este sentido convendría destacar dos aspectos:

De un lado, la estrecha colaboración mantenida por la compañía y algunas instituciones públicas, y la petición y concesión de diferentes subvenciones para la producción y las giras de espectáculos concretos por parte del Ministerio de Cultura, a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, y del Departamento de Cultura y Educación de la Diputación General de Aragón (DGA).

En un segundo momento, la inclusión del NTA en el apartado de Compañías Concertadas por parte de la DGA, reconociendo de esta manera la coherencia de sus planteamientos, la estabilidad de su estructura empresarial, y la solidez artística de sus resultados escénicos.

Por otro lado, y fundamentalmente a partir de la llegada al equipo de dirección de Benito de Ramón, escritor, dramaturgo y también profesor de la Escuela, la cristalización de unos criterios más rigurosos a la hora de la elección del repertorio. Se ha trabajado principalmente a partir de textos de autores clásicos españoles, y otros de Shakespeare, o Molière; de autores contemporáneos como Ionesco o Sirera; y se han estrenado igualmente textos del propio dramaturgo de la compañía.

Paralelamente se ha ido consiguiendo la estabilización de un Equipo de Producción integrado por la dirección técnica, gerencial, de distribución y artística. Esto último, no sólo no ha impedido, sino que ha hecho posible, que la compañía haya invitado en ocasiones a profesionales de prestigio nacional para la realización de colaboraciones concretas en los diferentes terrenos de la actividad profesional. Así por ejemplo han colaborado con el NTA actores y actrices tan prestigiosos como Joaquín Hinojosa, Alfonso del Real, María Isbert, Maribel Verdú, Manolo de Blas, Paco Casares, Ana María Barbany, Pepe Martín o Tony Isbert; directores como Lurdes Barba o Gerardo Malla; escenógrafos como Mariano Cariñena, Pepe Peinado, Andreu Rabal o Jon Berrondo; iluminadores como Eric Teunnis, o Paco Sevilla, etc.

Como siguiente paso a estos años de intensa actividad, en los cuales el NTA ha sido también una escuela y un laboratorio para jóvenes creadores de diferentes disciplinas artísticas (músicos, figurinistas, diseñadores, grafistas, coreógrafos, fotógrafos, etc.), el equipo de dirección se plantea la posibilidad a medio plazo de la apertura de una sala que permita presentar no sólo los propios espectáculos de la compañía, sino también los trabajos escénicos de otros, pero que fundamentalmente se erija como un lugar de encuentro entre profesionales, asumiendo la organización de cursos, seminarios y experiencias teatrales y culturales diversas.

Con los actores del Shakespeare´s  (1989)

Con los actores del Shakespeare´s (1989)

LA TRAYECTORIA.

 A lo largo de estos años el Nuevo Teatro de Aragón ha producido los siguientes espectáculos:

1. Los amores de Don Cristóbal y la señá Rosita.

 Adaptación de Francisco Ortega de Los títeres de cachiporra y El Retablillo de Don Cristóbal, de Federico García Lorca.

Escenografia: NTA.

Vestuario: Aurea Plou.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 11 de Agosto de 1982. BIELSA (HUESCA).

El primer trabajo del NTA fue una investigación en los parámetros más frescos de la obra de Lorca: su teatro para títeres.

Planteado como un espectáculo popular de fácil montaje y con unos contenidos muy entendibles por el gran público, sirve de herramienta aglutinante para el propio colectivo, además de tarjeta de presentación. En pocos meses la compañía presenta el trabajo en todos los confines de Aragón.

2. La comedia imaginaria.

Adaptación y textos de Manuel Martínez Forega y Francisco Ortega a partir de El Impromptus de Versalles y El amor médico, de Molière.

Escenografía: José Luis Cano.

Vestuario: Aurea Plou y Jose Luis Cano.

Coreografías: Susan Burnett.

Maquillaje: Mariano Cariñena.

Iluminación: Eric Teunis.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 28 de Febrero de 1984. TEATRO DEL MERCADO (ZARAGOZA).

El naturalismo y la farsa fueron las claves de interpretación  actoral, junto con una reflexión sobre el hecho teatral a partir de la personalidad atormentada del propio Molière y algunos miembros de su compañía.

Es con este segundo trabajo, cuyo estreno tuvo un gran éxito de público y critica, cuando la compañía se plantea la profesionalidad y el salto a los circuitos del Estado. Además de más de setenta representaciones en Aragón, la obra es presentada en muestras y festivales nacionales (Avila, Valladolid, etc.) y realiza temporadas en teatros públicos como el Centro Cultural de la Villa, de Madrid.

Recibe por primera vez una Ayuda a la Producción por parte de la Diputación General de Aragón.

3. La lección y La cantante calva.

de Eugène Ionesco.

Espacio escénico: Samuel Aznar, a partir de una idea de Eric Teunnis.

Iluminación: Eric Teunnis.

Vestuario: Monserrat Allentorn.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 13 de Julio 1985. CENTRO PENITENCIARIO (ZARAGOZA).

Las dos piezas que, desde hace medio siglo, vienen representándose en el Teatro de la Huchette, de París, fueron unidas en un solo espectáculo. Con ello la compañía se planteaba una investigación sobre las claves del absurdo, y al mismo tiempo, la construcción de un espectáculo divertido y popular. (1) (2)

Recibe una Ayuda a la Producción por parte de la Diputación

General de Aragón.

(1).- La compañía realiza una gira por Andalucía, Extremadura, Galicia, País Vasco y Aragón.

(2).- La cantante calva fue emitida por el Centro Regional de Televisión Española el 23 de Abril de 1986.

4. Los cinco magníficos.

de Benito de Ramón.

Espacio escénico: Germán Ramírez.

Vestuario: Aurea Plou.

Iluminación: Gregorio Germes y Chemma Laurentis.

Banda sonora: Luis Fatás, Jaime Fatás y Paco Aguarod.

Caracterización y maquillaje: Ana Bruned.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 9 de Agosto de 1986. TEATRO CERVANTES. BORJA (ZARAGOZA).

A partir de un hecho histórico -el incendio acaecido el 12 de Noviembre de 1778 en el Teatro Principal de Zaragoza y que costó setenta vidas humanas- se narraba la peripecia de cinco seres de ficción que huyen del incendio y se refugian en el subsuelo de la ciudad.

Supuso un paso más en la constante reflexión de la compañía sobre lo específico del hecho teatral, y en su relación con la vida, la muerte y la historia. (1)

Recibió una subvención de la Diputación General de Aragón y

otra del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música del Ministerio de Cultura (INAEM).

(1).- Presentado en Navarra, País Vasco, Andalucía y Aragón.

5. El médico a palos,

Adaptación de Francisco Ortega a partir de textos de Molière y Moratín. 

Espacio escénico: Germán Ramírez.

Iluminación: Gregorio Germes.

Vestuario: Aurea Plou.

Coreografía: Susan Burnett.

Caracterización y maquillaje: Ana Bruned.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 3 de Septiembre de 1989. CENTRO SALVADOR ALLENDE. (ZARAGOZA).

Adaptación en clave de comedia dell’arte del famoso texto del clásico francés. Planteado en principio como un espectáculo de pequeño formato, fue representado más de doscientas veces en la práctica totalidad del estado español.

Para el NTA supuso el reencuentro con un clásico del que ya se había estrenado un par de textos y, a la vez, una buena herramienta de investigación en las claves de la interpretación farsesca.

Recibió diversos premios a la dirección, al montaje y a la actuación. (1)El espectáculo fue producido en un Convenio suscrito con la Diputación Provincial de Zaragoza.

(1) Realiza una gira por Andalucía, Galicia, Extremadura, Santander, La Rioja, País Vasco y Aragón.

6. A la llegada jugaremos al ping-pong,

De Benito de Ramón.

Espacio escénico: Germán Ramírez.

Iluminación: Gregorio Germes, Eric Teunnis.

Composición Músical: Germán Ramírez.

Coreografía y Arreglos Musicales: Robert Destiny.

Vestuario: Alicia Rabadán y Silvia Mascaray.

Maquillaje: Ana Bruned.

Músicos: Pedro Peralta (Bateria), Chemma Peralta (Gultarras), Juancho Pérez (Bajo eléctrico), Robert Destiny (Piano), Carlos Sebastián (Saxo).

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 19 de Septiembre de 1987. SALA CERVANTES.

ARNEDO (LA RIOJA).

Se trataba de un espectáculo musical, o tal vez de un «bodevil filosófico», en el que todos los ingredientes fueron creados desde la propia compañía.

A partir de una estructura dramatúrgica de escenas cortas, la fábula relataba las vicisitudes de un actor que, de manera alarmante, empezaba a preferir la práctica de su deporte infantil -el ping-pong- a los sinsabores y vicisitudes de su profesión artística.

El espectáculo se presentó, con notable éxito de público, en el País Vasco, Andalucía, La Rioja, Navarra, Comunidad Valenciana, Extremadura, Asturias y Aragón.

7. Shakespeare’s

De Benito de Ramón.

A partir de textos propios y  diversas obras de W. Shakespeare.

Iluminación: Eric Teunnis.

Vestuario: Aurea Plou.

Dirección Técnica: Gregorio Germes.

Maquillaje: Ana Bruned.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 15 de Mayo de 1989. PALACIO DE LOS CONDES DE SASTAGO. (ZARAGOZA).

Se presentó como un espectáculo encargado por el Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de Zaragoza.

Invitar a pasear a Shakespeare por los patios, estancias corredores de un palacio renacentista, hacer confluir poesía, palabra, arquitectura y acción en un instante mágico: ese fue el objetivo.

Colaboraron profesionales de la talla de Maribel Verdú, Joaquín Hinojosa y Eric Teunnis, y superó con creces las expectativas creadas. Será siempre recordada como una de las producciones más ambiciosas del teatro aragonés y la primera que, realizada íntegramente en esta tierra, a partir de la estructura humana, artística y de producción de una compañía aragonesa, incluía también primeras figuras de la escena española.

Coproducción del Festival Internacional, Ayuntamiento de Zaragoza, y Diputación Provincial.

8. La primera de la clase

De Rodolf Sirera.

Espacio escénico: Andreu Rabal.

Iluminación: Gregorio Germes.

Dirección: Lurdes 3arba.

Estreno: 13 de Octubre de 1989. ESCUELA NAVARRA DE TEATRO.

El reencuentro entre dos viejas compañeras de colegio, propicia un juego actoral de gran interés.

En esta ocasión, la compañía invitó a una directora catalana, de amplia experiencia como actriz y como realizadora de televisión, que ya había realizado una versión anterior en Cataluña.

La producción y los ensayos tuvieron lugar íntegramente en Barcelona.

El espectáculo fue presentado en Navarra, Andalucía, Galicia, Cataluña, País Vasco, Castilla y Aragón.

Recibió una Ayuda a la Producción de la Diputación General de Aragón.

9. Pasa de noches,

A partir de La difunta madre de la Señora y Leonie ya está a punto, de Georges Feydou.

Adaptación y Textos: Francisco Ortega.

Escenografía: Pepe Peinado.

Vestuario: Asunción Trallero.

Iluminación: Patxi Amez y Francisco Ortega.

Maquillaje: Ana Bruned.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 5 de Mayo de 1990. TEATRO OLIMPIA. (HUESCA).

Dos obras cortas, pero unidas por el tema común de la noche en el París de la «Belle Epoque». Se trataba de una nueva inmersión por el género de baudeville, en sus convenciones y sus conflictos, de la mano de un autor prácticamente desconocido en nuestro País. (1)

Recibió una Ayuda a la Producción de la Diputación General de Aragón y una Ayuda a la Gira por parte del INAEM del Ministerio de Cultura.

(1). Se presenta en Cataluña, Navarra, País Vasco, Andalucía, Extremadura, Castilla, Comunidad de Madrid, La Rioja, Valencia, y Aragón

10. El Veneno  del  Teatro

De Rodolf  Sirera

Espacio escénico: Nieves García

Iluminación: Paco  Sevilla.

Maquillaje: Ana Bruned.

Dirección: Francisco  Ortega

Estreno: 11 de mayo de 1991. TEATRO OLIMPIA (HUESCA)

Texto que contiene la dosis justa de suspense, emoción y ternura como para encandilar al público y atraparlo en su regazo. Calificado por la inmensa mayoría de los críticos como uno de los mejores escritos en España en los últimos años.

En nuestra versión, y con la aquiescencia y asesoramiento del propio autor, quisimos invertir algunos elementos de la obra. Para empezar nos pareció oportuno que los dos personajes, pensados inicialmente como masculinos, fueran encarnados por dos jóvenes actrices, proponiendo así al espectador otro tipo de resonancias y sugerencias.

Se representó en Castilla, País Vasco, Valencia, Comunidad de Madrid y Aragón.

11. La noche de los molieres

De Benito de Ramón.

Espacio escénico: Mario Piombi y Francisco Ortega.

Iluminación: José Ramón Bergua.

Vestuario: Mario Piombi.

Dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 15 de Marzo 1993. TEATRO PRINCIPAL (ZARAGOZA)

El viejo maestro -Molière- cita a los que fueron durante muchos años de su vida sus compañeros profesionales y sentimentales. En una especie de sueño premonitorio, todos los convocados reviven momentos pasados e invierten el precioso tiempo que les queda antes de desaparecer para siempre, interpretando aquellos personajes que les hicieron famosos y con los que tanto disfrutaron e hicieron disfrutar al público de toda Francia. Se trataba, pues, de una nueva metáfora sobre el teatro y sus peculiaridades específicas

El espectáculo se realizó coincidiendo con los diez años de trayectoria del Nuevo Teatro de Aragón.

Su concepción espacial era modificable y se adaptaba tanto a los teatros a la italiana como a espacios en donde el público rodeaba a los actores, etc.

Recibió una Ayuda a la Producción por parte de la Diputación General de Aragón. Realizó giras por Aragón, Mallorca, Valencia, País Vasco y Andalucía.

12. La metamorfosis,

Adaptación de Benito de Ramón a partir del texto de Franz Kafka.

Espacio escénico: Jon Berrondo.

Vestuario: Mario Piombi.

Iluminación: Paco Sevilla.

Dirección: Francisco Ortega.

Estreno: 16 de Febrero de 1994. BADAJOZ.

Por primera vez en España se puso en escena el conocido texto de Kafka. En París, un año antes, Román Polanski había obtenido un clamoroso éxito encarnando el personaje de Gregorio Samsa.

En nuestra versión uno de los elementos más sorprendentes y valorados por la crítica fue el audaz planteamiento de la escenografía. Una habitación tétrica, a través de un juego visual de trasparencias, se transformaba, es decir, sufría también una peculiar transformación, ante los ojos del público.

Con este espectáculo comenzamos nuestra relación profesional con María y Tony Isbert. Se representó en la práctica totalidad del territorio nacional, en teatros y festivales alcanzando las ciento sesenta representaciones.

Recibió una Ayuda a la Producción de la Diputación General de Aragón y la Red de Teatros Nacionales lo incluyó de manera preferente en su ámbito de influencia.

13. Cuentos de por aquí,

de Benito de Ramón.

Espacio escénico y vestuario: Mario Piombi.

Iluminación: José Ramón Bergua.

Dirección: Francisco Ortega.

Fecha de estreno: Septiembre de 1994. TEATRO DEL MERCADO. (ZARAGOZA).

A partir de cuentos populares aragoneses, Benito de Ramón construyó una dramaturgia sencilla y asequible para el gran público, tanto infantil como adulto. El espectáculo ha sido presentado innumerables veces en toda la comunidad aragonesa. En estos momentos se está planteando de realizar una segunda versión del proyecto, con nueva producción y reparto, para distribuirlo por todo el territorio nacional habida cuenta de su éxito local.

14. Pimpinone,

de Georg Philip Telemann.

Dramaturgia: Benito de Ramón.Dirección Musical: Jerzy Artysz.

Espacio escénico y vestuario: Nieves García.

Versión castellana: Javier Artigas y Metchild Weis.

Iluminación: Paco Sevilla.

Pianista: Jorge Idelshon.

Puesta en escena y dirección: Francisco Ortega.

Fecha de Estreno: Noviembre 1995. Teatre Adriá Gual. (BARCELONA).

Lo que en principio fue un encargo de la Escola d’Opera del Palau de la Música de Barcelona para ser estrenado en el Festival de Teatre Internacional de Sitges (Barcelona) se convirtió en la primera propuesta operística del NTA.

El espectáculo se planteó desde el principio en dos versiones diferentes: a) como oferta músico-teatral para público adulto, y b) como espectáculo que sirviera para introducción en el género operístico para público infantil y juvenil.

Con ambas versiones el NTA se ha presentado ya en la inmensa totalidad del territorio nacional batiendo las cifras existentes en número de actuaciones nuestro país en espectáculos de esta naturaleza.

Recibió una Ayuda a la Producción por parte de la DGA y ha estado incluido durante tres años en el Programa Didáctico de IberCaja.

15. Como cómicos,

de Benito de Ramón, a partir de diversos textos de autores españoles de los siglos XVI y XVII.

Espacio escénico: Francisco Ortega y Nieves García.

Composición musical: Javier Armisén.

Cantante: María José Hernández.

Iluminación: José Antonio Perales.

Dirección: Francisco Ortega.

Fecha de estreno: 17 Febrero 1998. TEATRO PRINCIPAL (ZARAGOZA).

Moreto, Lope de Rueda y otros autores de los siglos XVI y XVII le sirven a Benito de Ramón los textos para la confección de una dramaturgia ágil, moderna, refrescante, que huye de la solemnidad y la reverencia frecuentes en el tratamiento del teatro clásico español.

La puesta en escena incidió en ese propósito aportando además por una voluntad de investigar en las diferentes formas de interpretar que tenían los actores de aquellos tiempos.

Fue un espectáculo de clara vocación popular que recibió una Ayuda a la Producción por parte de la DGA.

16 El Siglo,

de Michèlle Laurence. Adaptación de Benito de Ramón.

Espacio escénico: Nieves García.

Composición musical: Javier Armisén.

Canción interpretada por: María José Hernández.

Iluminación: José Antonio Perales.

Dirección: Francisco Ortega.

Fecha de estreno: Junio de 1998 (Calatayud).

Una mujer de cien años pasa revista a lo que ha sido su vida a lo largo de ese tiempo. Para hacerlo invita a las que son sus tres descendientes más directas: su hija, su nieta y su biznieta.

A lo largo de la velada comprobamos nuevamente las miserias y las contradicciones de un periodo de nuestra historia contemporánea.

Supuso para nuestra compañía la segunda colaboración con María y Toni Isbert y la recuperación para los escenarios de la actriz aragonesa Angela Domingo.

Al mismo tiempo, una consolidación en el interior de los circuitos más consolidados del teatro español.

17. El Derribo,

de Gerardo Malla.

Coproducción con PENTACION S.L.

Espacio escénico: José Luis Raymond.

Iluminación: Josep Lluis Solbes.

Ayudante de Dirección: Francisco Ortega.

Ayudante de Producción: Benito de Ramón.

Dirección: Gerardo Malla.

Fecha de estreno: Baracaldo (Enero 1999).

Con este espectáculo pretendimos dar un nuevo paso adelante en el terreno de la producción teatral. Para ello aceptamos la oferta de una de las empresas más consolidadas del país -PENTACION S.L.- y nos desplazamos a Madrid para realizar un trabajo que quería contar las claves de lo que había sido la transición española a la democracia.

Además era el primero escrito por Gerardo Malla, actor y director de escena.

El espectáculo requería unos actores con una amplia experiencia y profesionalidad. Entre ellos estaban Manolo de Blas, Premio Nacional de Teatro en 1996, y Pepe Martín, uno de los más queridos y conocidos por el gran público. Un amplio equipo de colaboradores aragoneses hizo posible un trabajo escénico arriesgado, ambicioso, fuera de lo corriente.

Homenaje

mayo 22, 2009

Con algunos de los actores y actrices que pasaron por el NTA

Cuando en 1992 el Nuevo Teatro de Aragón celebraba su décimo cumpleaños con la presentación de un libro de fotografías, ya advertí que si a lo largo de esos años no me había dedicado al teatro como actor era, entre otras razones, por la dificultad manifiesta para aprenderme los papeles de memoria, y que por eso iba a leer unas palabras… En ese sentido, casi otros diez años más tarde, las noticias no son más esperanzadoras.

Quiero daros las gracias de corazón a todos. A los que, con una dedicación conmovedora y una discreción algo más discutible, habéis organizado este acto, y a los que habéis venido a él. También a los que desde lejos han mandado unas palabras, o una pausa, o un aparte, o un silencio cómplice y amistoso. Que nadie se sienta raro. El estar aquí no significa estar de acuerdo con nada. Seguro que nadie os ha pedido un cheque en blanco para el futuro y menos para el futuro del homenajeado. Sólo os han pedido una flor para el recuerdo y la habéis traído. El estar aquí sólo significa que todos valoráis como importante que alguien lleve tantos años en una empresa tan descabellada como ésta y no haya perecido en el intento.

Curiosa profesión… Cuando alguien decide dejarla, sus amigos le dan unos canapés y le animan a que la deje definitivamente.

Siento que efectivamente han pasado los años y creo que he concluido una etapa de mi vida. En 1982 yo era poco más que un soñador despierto, y creía que ciertas metas eran asequibles y que, por tanto, había que pelear duro para conseguirlas. Sin red, es decir, sin certezas de ningún tipo, me embarqué con otros locos en crear una compañía que llenara un hueco en el incipiente teatro profesional aragonés. Allí estábamos Carlitos Martín, Gabriel Moreno, Eusebio Gay, Jesús Baselga, Clarita Pérez, Elena Gómez y yo, convencidos de la empresa y animados ante nuestro primer reto escénico: Los amores de Don Cristóbal y la señá Rosita.

Desde entonces hasta este reciente Shakespeare´s del pasado Noviembre, la compañía ha producido dieciséis espectáculos, de los que yo he dirigido quince. Pero sobre todo, han pasado multitud de personas, muchas de las cuales os encontráis hoy aquí. Vosotros habéis sido la gran varita mágica de este pequeño milagro. En realidad no ha habido otra. El maestro Brook ha escrito que no hay nada en una función de teatro más importante que las personas que la componen, y mi vida profesional me lo ha enseñado con creces. Vuestro talento, vuestro esfuerzo, vuestra lealtad durante el tiempo que estuvisteis con nosotros, hicieron posible que el tren del NTA avanzara siempre hacia delante, a veces a gran velocidad, otras a menos, pero que nunca se quedara parado del todo.

Y yo veo su estela humeante alejarse por los caminos…, porque los trenes de mi memoria siguen siendo de carbón y en los túneles la carbonilla escuece en los ojos. Paradójicamente, os veo subidos en él a todos los presentes, asomados a las ventanillas. Por la del primer vagón veo a mi padre, enarbolando a sus noventa años la bandera de la república española de la dignidad proletaria, y veo también a mi madre llena de globos de colores, y a mi hijo, sonrientes y felices porque la vida es mudanza y alegría, y esta mañana no hay cole, qué caramba, y veo a Paquito Orduna, mi primer amigo del alma, y veo a mi abuela Carmen, que fue la que de verdad me embarcó en esto del teatro, en aquel caserón del número 35 de la calle San Miguel, y veo a todos y todas las que me han querido y os he querido, y, por tanto, veo nítidamente a Nieves, cargadísima de maletas y de prisas, con esa cotidiana percepción surrealista y maravillosa del tiempo y de las cosas, y ese corazón construido de hermosas cicatrices.

Y, ¿quién es aquel jovenzano, vestido de soldado raso que lee el Mercader de Venecia en el segundo vagón? ¡Menuda pinta! Mirad como, imbuido de sueños y preso de realidades, esboza, mientras desliza su mirada por las palabras de Shakespeare, una dramaturgia propia, inverosímil y compleja. Es de Borja y se llama Benito, y está llamado a ser el maquinista de ese tren cuando yo me jubile anticipadamente. ¡Corre, Benito, escribe pronto “Los Cinco magníficos”, y ya verás lo que son las tortas y las envidias y las injusticias históricas, digeridas con vino nocturno y alevoso y palmaditas de resignación! Móntate aquí y verás Paris, pero también lo que es el frenesí magnífico del teatro, sus múltiples lados; beberás su veneno y olerás su aliento trágico, y escribirás dramaturgias perpetuando esta cadena ferroviaria que conduce hasta “vete a saber dónde”, este fascinante “viaje a ninguna parte”, atravesando túneles en forma de “oscuros lentos”, y parado en remotas estaciones, como ésta en la que yo me encuentro, que tu bautizarás como “pausas tensas”. Te deseo toda la suerte del mundo, y te exijo, si es que a estas alturas me permites que te exija algo, toda la honradez, todo el arrojo y toda la paciencia que seas capaz de reunir. El talento, como el valor, se te suponen. Adiós, amigo, no tengas miedo nunca, y, si tienes alguna duda, fíate de esa intuición agreste, de niño encoloniado y rural, que aún queda por debajo de tu erudita compostura urbana.

El tren se aleja. Me quedo sólo en el andén. En la maleta llevo algunos libros, la fotografía de todos vosotros, y, por si acaso, el traje de arzobispo que me ponía de niño para celebrar misas concelebradas. Escucho, como toda mi vida a Mozart y a los Beatles, y el traquetreo del tren alejándose parece uno de los efectos de sonido que tantas veces puse en los espectáculos. En mi cabeza, la realidad y el teatro se entremezclan una vez más, pero no debo preocuparme: también el maestro Brook nos ha informado de que eso a lo que llamamos vivir “es un intento de leer las sombras, traicionado cada dos por tres por lo que con tanta facilidad creemos real”.

Y en mi soledad me pregunto: ¿porqué me he bajado de un tren del que conozco todos sus ruidos, todos sus pasajeros y la frecuencia exacta de sus retrasos? Algunos, los peor pensados, dirán que porque va a pasar otro a una mayor velocidad y es más confortable que el viejo nuevo teatro que acaba de perderse por el horizonte. Están en su derecho de hacerlo. y de equivocarse haciéndolo.

¿Porqué me bajo, entonces, me preguntaréis mis amigos, dispuestos a creeros la sincera exposición de mis motivos?

Me bajo por las mismas razones que hace casi dos décadas me decidieron a subir: porque me lo pide el cuerpo, porque me da la gana, porque me sale del badajo de los pelicópteros, del colodrillo del alma. Me bajo por ver alejarse hijos y recuerdos, por el placer de decir adiós y emocionarme ante vosotros, para provocar su añoranza y alimentar nuevamente el deseo de volver a subirme en él. Me bajo porque soy bajo, porque soy bizco, porque soy bobo, porque estoy vivo. Me bajo porque soy buzo y porque soy barro. Me bajo…, como veis, por diferentes razones de peso, de paso, de piso y de poso.

Y, una vez abajo, recuerdo imágenes del último espectáculo producido en Aragón que he visto: Dalí, Goya y Buñuel, y me emociono yo solito. Y veo, con la claridad con que se ven las cosas obvias de la vida, que entre todos habéis construido, hemos construido, las sólidas bases de un teatro aragonés en el que firmemente creo y he creído siempre, hasta cuando me parecía un proyecto insuficiente e inmaduro. Porque cada vez veo más talento, porque cada vez hay mejores compañías, mejores actores, mejores textos, mejores productores y mejores empresarios. Porque ahora, como nunca antes, el teatro aragonés es algo más que resistencia y voluntarismo. Porque empieza a ser madurez sensata y creativa, construida con tozuda dedicación, con sagacidad empresarial, pero también con inteligencia y sensibilidad. Y veo también, desde este andén en el que me he quedado ya completamente solo, que por primera vez, desde algunas instituciones esto se contempla como un bien público y como una esperanza, y no como un problema, y creo, hasta que no se me demuestre lo contrario, en la sinceridad de unas políticas que dicen estar dispuestas a apoyarlo con firmeza y decisión.

Todo eso se ve desde aquí, fijaos. Y pienso que para verlo, y para creerlo, ha merecido la pena bajarse un tiempo del tren de mis propios sueños.

Tal vez para propiciar, lo mejor que sepa, si es que me dan oportunidad de hacerlo, que los trenes de los demás pasen más rápidos y sean más confortables todavía. Y si no lo consigo, sencillamente para descansar, ver con tranquilidad el paisaje, respirar hondo, y volver a embarcarme en el viaje fascinante que un día elegí realizar sin saber porqué, ni cómo, ni cuándo. Gracias a todos.

Gracias a todos.

Escena final de «Como cómicos»

mayo 22, 2009

Susana Torre

 

  (De pronto se escucha una voz en OFF:

       «…porque todas esas mujerzuelas, bajo la falsa apariencia de artistas, no esconden más que corazones envilecidos, fáciles de conducir al catre y permanente mal ejemplo para las personas que siguen el mensaje de la bondad y la rectitud en la tierra. ¿Qué decir de sus risas y de sus voluptuosas contorsiones, de la sensualidad obscena de sus movimientos, del veneno que secretamente atesora la serpientes de sus lenguas, siempre prestas a salir de la boca, ya sea como reclamo sensual y grosero para el incauto varón que anda cerca de sus afilados colmillos, o para murmurar contra los demás los más perversos pensamientos y las peores de las infamias?

         Por eso, responsable de la autoridad que ejerzo, vengo a prohibir las comedias, los sainetes y los pasos en todo el territorio que a mi jurisdicción pertenece, para librar así a las buenas almas de una infección que pondría en peligro la salud de su razón y su entendimiento Y si por él se viera alguna compañía de cómicos, es decir, de ladrones, mentirosos, prostitutas y gentes en general de mal vivir, sean avisadas de forma inmediata las fuerzas de la autoridad que me representan para ponelles de forma inmediata a buen recaudo. Hágase según mi voluntad a 22 de Abril del año en Curso.»

         Todos se quedan paralizados sin saber qué decir ni qué hacer. Al cabo de un rato:

         Pedro.- ¿Habéis oido? ¡Vámonos! (Comienza a marcharse)

         Joaquín.- ¡De aquí no se mueve nadie! ¡Es la misma historia de siempre!

         Pedro.- Por eso, porque es la misma historia de siempre yo no quiero que me muelan a palos como hicieron en Osuna.

         Susana.- No te digo yo… este calzonazos. ¿Y a tí te parece bien lo que han dicho de nosotras las actrices?

         Pedro.- Mujer…

         Rosa.- Eso es: ¡Mujer y a mucha honra! No te fastidia el borrachín éste que no para ni un minuto de buscarme la entrepierna…

         Pedro.- No te consiento que…

         Susana.- ¿Qué tienes que consentir tú, maldito holgazán? ¡Tiene razón la Rosica, que no paras de buscar a la mujer para lo que te interesa que es a lo que parece para una sóla cosa! (Se enzarzan en una discusión apasionada, se empujan y por un momento parece que la cosa puede pasar a mayores).

         Joaquín.- (que ha permanecido alejado de la riña). ¡Basta! ¡Basta he dicho! ¿Pero no os habéis dado cuenta?

         Susana.- ¿Cuenta de qué?

         Rosa.- Si eso, de qué…

         Joaquín.- De que todavía quedan en la sala más de veinte o veinticinco espectadores.

         (Todos miran hacia el patio de butacas)

         Rosa.- Sí, es verdad. ¡Vámonos!

         Joaquín.- ¡Quieta! ¡No te muevas!

         Pedro.- Pero…

         Joaquín.- No hay pero que valga. (Hablando como en secreto) No os dais cuenta, infelices, de que a lo mejor esto es una trampa y nos han dejado actuar para darnos al final una soberana paliza…

         (Todos vuelven a mirar aterrorizados al patio de butacas. Al cabo de unos tensos segundos:)

         Pedro.- Como en Osuna…

         Joaquín.- Sí, como en Osuna, o como en Monflorite, o en Castroviejo o en Chirimolla, o en… Lo que quiero deciros es que lo más prudente es terminar la actuación como si tal cosa y…

         Pedro.- ¡Ah, no, ni hablar!

         Susana.- Yo tampoco lo veo nada claro.

         Rosa.- Ni yo.

         Joaquín.- Pues sabéis lo que os digo: ¡que si no bailáis no os pago!

         TODOS: ¡Ah, no, eso sí que no. Que nos peguen es comprensible, pero que tú no nos pagues…

         Pedro.- Te recuerdo, por cierto, que nos debes todavía la actuación de Osuna..

         Joaquín.- ¡No te fastidia! Esa actuación nos la pagaron con especias por todo el cuerpo. Y esta, si no la acabáis, os la va a pagar vuestra santa madre, o el mismísimo rey de este reino.

         TODOS (Se ponen a deliberar en secreto.): ¡De acuerdo!

         (Comienzan todos a bailar con grandes precauciones y mirando al público con gran temor. Cuando acaba la coreografía se quedan inmóviles, la luz se mantiene, y todos a una se echan a correr en todas direcciones. Oscuro.)

«La Cantata del café» (Versión para niños)

mayo 22, 2009

  ESCENA PRIMERA

         (Habitación en penumbra. A la izquierda al fondo, un gran cuadro en forma de biombo. En él se ve una niña de espaldas tocando el piano. En el centro, el piano de cola levemente iluminado por una luz azulada. En primer término, a la derecha del espectador, un sillón delante de otro biombo más pequeño, cubierto por una tela. En el centro, un sillón, una pequeña banqueta y una mesita en donde reposa una cafetera y una taza de café. Aparece el narrador-presentador. Cuando se ha hecho el silencio en la sala dice:)

         Buenos días (tardes)….

         Juan Sebastián Bach es reconocido como uno de los genios musicales más importantes de todos los tiempos. Su obra es inmensa, y su influencia es todavía mayor. Hasta los grandes músicos actuales del jazz, e incluso del rock, así lo han reconocido en innumerables ocasiones.

         Bach nació en Eisenach, en 1685, y murió en Lepzig, en 1750. Conmemoramos, pues, en este año 2000, el doscientos cincuenta aniversario de la desaparición de este alemán universal.

         A través de la biografía que escribió su segunda esposa, Ana Magdalena, sabemos que fue un hombre ordenado, con unas costumbres personales muy arraigadas e incluso rutinarias. Otros dicen que fue algo malhumorado y que poseía un carácter difícil, aunque todos le reconocen sus muchas virtudes: por ejemplo, ser un buen padre y un excelente maestro de los niños que en Lepzig querían aprender a tocar el órgano, cantar en el coro y componer música.

         Hablando de niños: tuvo veinte hijos… (Sí, no os riáis…) Y es que se casó dos veces, porque su primera esposa murió muy pronto. Como es normal en un ambiente familiar en donde la música ocupaba un lugar tan relevante, muchos de estos chicos y chicas se aficionaron muy pronto a escucharla y llegaron también a ser grandes compositores e intérpretes.

         Hoy (esta mañana, esta tarde) vamos a tener la oportunidad de asistir a la representación de una de sus piezas más curiosas y tal vez menos conocidas. Juan Sebastián Bach es considerado por encima de todo como un músico religioso y, por esta razón, sus otras composiciones se han convertido casi en “rarezas”. Entre ellas se encuentra “La Cantata del café”, escrita hacia 1735 y estrenada en un café de la ciudad. Podemos considerarla como una pequeña operita de bolsillo. Su argumento es muy sencillo: una hija se rebela contra su padre porque éste le impide tomar la bebida que más le gusta. Ni más ni menos.

         Como sabéis, la opera es un género intermedio entre la música y el teatro. Podíamos decir que lo actores cantan o que los cantantes actúan. Tiene  una gran dificultad y antes de salir a escena los actores-cantantes han pasado muchos años preparándose para poder hacerlo. Es preciso, por tanto, que en la sala haya desde el principio un silencio absoluto, porque al hacer las dos cosas a la vez, cantar y actuar, cualquier sonido podría desconcentrarles.

         Cuando termine la primera parte os contaré más cosas.

         Ah, pero antes de nada, recibamos con un fuerte aplauso a la persona que acompañará al piano a nuestros protagonistas: el maestro Jorge Idelsohn.

ESCENA SEGUNDA

ESCENA SEGUNDA

( La figura de un hombre mayor aparece a contraluz apoyada en el sillón. Está sólo y parece abatido.)

 

Padre.-

¡Ay los hijos, qué desgracia!

Ellos causan todo el mal.

Todo lo que siempre le digo

A mi hija Rosa ningún fruto me da.

 

ESCENA TERCERA

(Entra la hija degustando una taza de café. El padre se enfrenta a ella.)

 

Padre.-

         ¡Qué mala niña,

qué mala hija!.

Si pudiese lograr que renuncies al café…

 

         Rosa.-

         ¡Padre mío, no me hables así!

Si no permites que beba

Tres tazas diarias de café

Seré profundamente desgraciada.

Tanto, como un bistec muy resecado.

 

ESCENA CUARTA

(Rosa se sienta y llena de melancolía se pone a mirar la taza de café. El padre, apesadumbrado, se pierde en la penumbra.)

 

         Rosa.-

         ¡Ah, el café! ¡Sabe tan dulce!

Es más cautivador que mil besos,

Más suave que el moscatel.

Café, café es lo único que necesito.

Si alguno quiere hacerme feliz

que me ofrezca un café.

(Se hace el oscuro en la habitación de la casa.)

 

ESCENA QUINTA

(El narrador ha contemplado estas escenas sentado en su sillón. Después de meditar unos instantes, se dirige al público diciendo:)

         Desde luego yo no he conocido a nadie que le guste tanto tomar café… No sé, no sé… Aquí hay algo que no me cuadra del todo… A lo mejor la cosa no es para tanto. Quiero decir que a lo mejor hay que mirarla desde otra perspectiva: tal vez la hija esté queriendo llevar la contraria a su padre, o despistarle para conseguir otra cosa más importante y ha escogido el café, como le podía haber dado por las berenjenas… Es decir, como el primer pretexto que le ha venido a la mano para salirse con la suya. ¿Qué querra?

         Sea lo que sea tenemos delante de nosotros todo un conflicto familiar. Algún malpensado ha dicho y escrito que esta obra está inspirada en los propios líos que había en casa de los Bach. No es de extrañar al ser una familia tan numerosa.

         Hablábamos antes de la ópera…

Estoy seguro que muchos de vosotros es la primera vez que estáis en la representación de una, aunque sea de tamaño reducido como ésta, y que incluso, antes de venir, os parecía que la ópera era un lugar en donde la gente mayor se aburría mucho aunque disimulaba después. No es así en absoluto. La ópera puede ser divertida e incluso emocionante. La razón de que se representen tan pocas veces y en lugares tan especiales es muy sencilla: son carísimas, pues la mayoría tienen enormes repartos, necesitan grandes orquestas y gigantescos decorados que no caben en cualquier teatro. En los intermedios, estos decorados suben y bajan en el más absoluto silencio detrás del telón de boca. Cuando vuelve a subir podemos encontrarnos con un paisaje marino, un inmenso lago o el interior de un castillo. Todo es posible ante los ojos de los espectadores.

         Nuestra pequeña ópera, como veis, es muy sencilla. La decoración también lo es, y está inspirada en cuadros de la época. La gran orquesta ha sido sustituida por un piano. Vuestra imaginación, por tanto, es la que debe poner el resto.

         Sigamos con “La Cantata del Café”… Hemos visto a los personajes. El padre que no quiere, la hija que sí quiere… ¿Quién se llevará el gato al agua? La guerra está a punto de estallar. Sigamos los acontecimientos en silencio y con la máxima atención porque todo  es posible y, cuando menos lo esperemos, saltará la sorpresa.

 

ESCENA SEXTA

         (Padre e hija se enzarzan en una agria discusión.)

         Padre.-

         Si no renuncias al café

No irás ni a bodas ni a fiestas.

Ni siquiera a dar ningún paseo.

 

         Rosa.-

         ¡Muy bien!

Pero beberé café…

 

         Padre.-

         Escucha niña consentida:

jamás llevarás faldas de última moda.

 

         Rosa.-

         A esto me puedo acostumbrar fácilmente…

 

         Padre.-

         Ni te asomarás por la ventana

para ver a la gente pasar…

 

         Rosa.-

         También lo acepto.

Sólo te pido

que no me prives del café.

 

         Padre.-

         Y no tendrás

cintas de oro y plata

para satisfacer tu coquetería…

 

         Rosa.-

         Me conformo con una tacita.

 

         Padre.-

         ¡Maldita educación!

¿Es que no logras entender mis razones?

(La hija, visiblemente enfadada, se marcha de la habitación dando un empujón a su padre.)

 

ESCENA SÉPTIMA

         (El padre queda solo. Pasea por la habitación como un oso enjaulado. No cesa de mirar, atormentado, la cafetera y la taza.)

 

         Padre.-

         Estas hijas con la cabeza tan dura

no es fácil ganárselas.

Pero algún punto débil habrá.

El que lo encuentre triunfará…

 

ESCENA OCTAVA

         (La hija vuelve a entrar en la habitación.)

 

Padre.-

         Haz lo que te ordeno…

 

         Rosa.-

         En todo menos en lo del café…

 

         Padre.-

         ¡Está bien!

Hazte a la idea que no tendrás nunca marido.

 

         Rosa.-

         ¡Eso si que no! ¡Yo quiero un marido!

 

         Padre.-

         ¡No lo tendrás jamás!

 

         Rosa.-

         Si no renuncio al café…

¡Café, te digo adiós!

Querido padre: no beberé ni uno más.

 

         Padre.-

         Entonces podrás casarte.

 

ESCENA NOVENA

         (La hija está radiante de felicidad. Acompaña a sentarse a su padre en su sillón e incluso pretende que se ponga a bailar.)

 

         Rosa.-

         Hoy, por favor, querido padre,

Hazme el honor…

¡Un marido, un marido!

Me tiembla hasta el corazón.

En lugar de tomar café

Quisiera, antes de irme a dormir,

recibir en mi cama a un amante.

 

         (Padre e hija descansan abrazados en el sillón. Oscuro lento.)

 

ESCENA DECIMA

(El presentador, que ha seguido con toda atención las escenas anteriores, mantiene su actitud reflexiva. Extrañado por el rumbo que han tomado los acontecimientos exclama:)

¿Y eso era todo? O sea, que la hija lo que quería era casarse y estaba empleando el truco de pedir otra cosa para que su padre le dejara hacerlo… Muchas veces lo que se quiere conseguir es diferente a lo que se pide. Con lo fácil que sería ser claros y sinceros…

         Nuestro autor ha recogido uno de los temas más presentes en el teatro europeo: el conflicto entre padres e hijos. A diferencia de otros grandes autores, como es el caso de Molière, no toma partido claramente por ninguno de los dos bandos.

         Como os decía al principio, esta “Cantata del Café” es una obrita menor, una ópera de bolsillo, y fue escrita como una pequeña diversión. Bach no compuso ninguna ópera grande y se concentró casi por completo en las obras de carácter religioso: ¿Quién no conoce sus Fugas, sus Conciertos, sus famosos Oratorios? Pero a pesar de su tamaño no penséis que la calidad de esta pieza es menor que las de mayor magnitud. En ella están concentradas sus mejores registros musicales, de los que, si queréis, cuando acabe la representación, os hablarán los intérpretes y el maestro Idelshon.

         Pero antes de que la música continúe y los personajes firmen la paz definitiva, aparezcan los actores cantantes debajo de sus ropas de personajes, quiero detenerme, para acabar, en la figura del gran compositor que los ha inventado.

         (Comienza a destapar la tela que cubría el rostro de Juan Sebastián Bach. El pianista está interpretando dulcemente un fragmento de las “Variaciones Goldberg”)

         Juan Sebastián Bach, como muchos otros grandes creadores de las letras y de las artes, murió prácticamente en la pobreza. El sueldo de organista no daba para mucho y, como ya hemos dicho, las bocas eran demasiadas en aquel caserón.  Su viuda tuvo que pasar un calvario afrontando la situación económica de la familia. Sus hijos fueron acogidos en diferentes lugares de Europa y la familia Bach se desperdigó así por completo para no volver a juntarse nunca más. Sólo la música compuesta por su padre y que sonaría permanentemente en sus cabezas, serviría de nexo de unión entre ellos.

         Bach es uno de esos pocos genios indiscutibles que el género humano ha creado. Su aportación fue extraordinaria: cambió el concepto de la música de su tiempo y su influencia es magnífica y desbordante. Pertenece a ese selecto club de grandes artistas entre los que se encuentran Mozart, Leonardo da Vinci, Miguel Angel, Picasso, Cervantes, Goya, Beethoven, y tantos otros, que nos han hecho caminar un paso al frente, abriéndonos el camino de nuestra imaginación y nuestra capacidad de soñar. A todos ellos debemos estarles agradecidos pues con su obra amplían y mejoran nuestra condición de seres humanos.

         Terminemos ahora de escuchar en silencio esta hermosa “Cantata del Café”.

 

ESCENA ONCE

         (La hija y el padre penetran en la habitación. Mientras cantan, se van despojando de sus trajes.)

         Padre e hija.-

         El gato nunca pierde al ratón.

A las jovencitas les encanta el café.

La madre adora el café,

la abuela también.

¿Quién puede condenar a una hija por ello?

         (Cuando han acabado de desvestirse se sientan en una actitud pacífica. Los dos reflejan en su rostro el gesto de la victoria. Oscuro lento. 

FIN

«La Cantata del Café» (Versión para adultos)

mayo 22, 2009

 johann_sebastian_bach

    ESCENA 1.

(Es de noche. Se escucha una tormenta. Tenue luz de un candelabro. Un hombre de mediana edad pasea visiblemente molesto por una habitación llena de libros y partituras, situada en primer plano, a la derecha del espectador. Es Johann Crhistian Bach.)

Joahnn Crhistian Bach.-

¡Cretinos, imbéciles, ignorantes…! Creen haberlo visto y oído todo… y no saben nada más que lo que les enseñan sus cuatro ídolos locales… ¡Abuchearme a mí que en Milán he dejado al publico italiano anonadado con mi técnica, con la calidad de mis composiciones, con la maestría de mi arte! ¡Qué sabrán ellos! ¡Y esos niños idiotas que han copiado las actitudes de los mayores, como harían los más vulgares y ridículos simios! ¡Inglaterra: algún día valorarás como merece el talento de un hombre en el que confían los mejores músicos italianos…! ¡Algún día sabrás quien soy, cuando ese adolescente llamado Wolfang Amadeus Mozart, ese niño que está llamado a ser el genio más grande de la composición musical, reconozca el influjo de mis consejos! ¡Algún día…!

(Advirtiendo que el público le está mirando.)

Perdón… Estoy muy excitado, lo reconozco. Trataré de calmarme… Pero no puedo evitarlo: ¡es injusto! ¡Mierda!

(De pronto hace un gesto de preocupación.) ¿Y la Reina? ¿Qué habrá pensado la Reina de esta reacción desmedida? (Volviéndose hacia el público, adoptando un tono de sinceridad.) Esta noche del 22 de Marzo de 1770 es la más triste de mi vida. Nunca me había sentido más desgraciado. Jamás me he sentido tan solo. La Reina me había pedido que tocara en el King´s Theatre, en los entreactos de mi Oratorio… Al principio fueron sólo unas sonrisas burlonas… Al poco, todo ese público idiota estaba riéndose a carcajadas de mi manera de ejecutar… Hasta los infectos niños del coro se contagiaron de esas risas estúpidas, promovidas por quienes en el fondo de sus corazones no albergan más que envidia e ignorancia, esos que ven en la manera de Haendel la única forma de interpretar…

(Da un puñetazo sobre la mesa. Está apunto de estallar otra vez, pero logra contenerse.)

Disculpen de nuevo… Estos arrebatos de cólera son propios de toda mi familia. Mi padre, Johann Sebastian Bach, los tenía con frecuencia. De niño, en Leipzig, cuando él tenía alguna discusión con los miembros del Consistorio, volvía a casa con la mirada perdida y el gesto adusto. Mis hermanos y yo desaparecíamos de su vista porque temíamos que descargara sobre nosotros toda su ira contenida.

Allí compuso la mayor parte de su obra.(Comienza a escucharse al piano una notas muy dulces. Pronto vemos al fondo de la escena la figura de un pianista.) Una obra olvidada. ¿Quién recuerda a Joahnn Sebastian Bach? Nadie absolutamente. Sólo nosotros, sus hijos, dispersos por todas partes, que la conocimos en el mismo momento que la escribía sobre aquellos papeles, que amorosamente le preparaba nuestra madre.

Es curioso… Yo nací al poco tiempo que mi padre compusiera La Cantata del Café, una obra que escribió para ser estrenada en el Café Zimmermann, en pleno centro de la ciudad. Esa música me ha acompañado, por tanto, durante toda mi vida. Mis hermanos mayores solían cantarla entre bromas de vez en cuando, repartiéndose sus voces como mejor podían. Si la comparamos con sus composiciones musicales escritas sobre temas religiosos, la Cantata del Café no pasa de ser una delicada pieza menor en la que mi padre se acerca al mundo del teatro. Pero… hay algo en ella  que me atrae de una manera especial.

(Un trueno poderoso. La lluvia arrecia de nuevo.)

Los Bach vivimos en un caserón pegado a la Iglesia de Santo Tomás.

A mí me gustaba la ciudad, aunque debo decir que no conocía otra. Me gustaban sus calles empinadas, sus plazas, y me lo pasaba estupendamente cuando la actividad normal se interrumpía durante las ferias de Pascua, de San Miguel y de Año Nuevo. Para nosotros los niños, esos días en que Leipzig se llenaba de forasteros, llegados de todos los lugares de Sajonia, significaban un paréntesis de libertad en mitad de la rutina.

Pero pronto todo volvía a ser como siempre era: previsible, anodino, aburrido. Entonces, la figura de nuestro padre emergía de una forma solemne, distante, ensimismado siempre en sus reflexiones. Esa seriedad nos impedía expresar con naturalidad nuestros deseos infantiles: ir al campo, jugar con nuestros amigos, solicitar cualquier golosina.

(Sumido en sus pensamientos.) En esa Cantata, una joven insiste en tomar café contra los deseos de su padre. El mío retocó los últimos fragmentos de la obra, que había sido escrita por un amigo suyo al que llamábamos Picander. ¿Porqué? Parece como que lo hubiese hecho conociendo la extraña sensación que al menos yo albergaba en mi interior.

Sentía… que necesitaba… luchar contra él… ¡De la manera que fuese…!

(Oscuro.) 

 ESCENA SEGUNDA

(Interior de una casa. Un sillón, una mesita y una silla pequeña. Sobre la mesa, una bandeja con una taza de zafé. La figura de un hombre mayor aparece a contraluz apoyada en el sillón. Está sólo y parece abatido. Durante esta escena y las siguientes distinguimos en la penumbra la silueta de nuestro narrador, que parece escuchar atentamente la música. El sonido de la lluvia se mantiene en todo momento.)

 

Padre.-

¡Ay los hijos, qué desgracia!

Ellos causan todo el mal.

Todo lo que siempre le digo

A mi hija Rosa ningún fruto me da.

 

ESCENA TERCERA

(Entra la hija degustando una taza de café. El padre se enfrenta a ella.)

 

Padre.-

¡Qué mala niña,

qué mala hija!.

Si pudiese lograr que renuncies al café…

 

Rosa.-

¡Padre mío, no me hables así!

Si no permites que beba

Tres tazas diarias de café

Seré profundamente desgraciada.

Tanto, como un bistec muy resecado.

 

ESCENA CUARTA

(Rosa se sienta en la silla pequeña y llena de melancolía se pone a mirar la taza de café. El padre, apesadumbrado, se pierde en la penumbra.)

 

Rosa.-

¡Ah, el café! ¡Sabe tan dulce!

Es más cautivador que mil besos,

Más suave que el moscatel.

Café, café… es lo único que necesito.

Si alguno quiere hacerme feliz

que me ofrezca un café.

 

(Se hace el oscuro en la habitación de la casa.)

 

ESCENA QUINTA

(Se escucha un fuerte trueno. La lluvia sigue golpeando los cristales de las ventanas.)

 

Joahnn Crhistian Bach.-

Una tarde regresé a casa corriendo por las calles. Recuerdo que llovía copiosamente y mis ropas estaban completamente empapadas. Por un lado quería llegar pronto, puesto que estaba aterido de frío y acababa de salir de un fuerte catarro. Pero por otro, me dominaba una sensación de pánico que frenaba mis pasos. Y es que llegaba tarde a mi clase particular con papá. No había nada en el mundo que le exasperase tanto como la impuntualidad, aunque hubiera un buen motivo que la justificara.

Abrí la puerta esperando que me cayera otro chaparrón, éste todavía más fuerte que el que había dejado en el exterior… Oí voces. Mis padres hablaban con alguien. Me acerqué sigilosamente y a través de una rendija distinguí la figura de una mujer que hablaba mal nuestro idioma. Comprendí que era francesa y que sostenía no sé qué teoría sobre un asunto de poesía.

“Usted, señor Bach, pierde el tiempo pudiendo concentrar su trabajo musical en poemas actuales. Limita mucho su campo poniendo música exclusivamente a textos religiosos de dudosa calidad literaria…”

Miré detenidamente a la señora. Era corpulenta y sostenía entre sus manos unos papeles.

“Yo, señora –contestó mi padre visiblemente molesto-, he tomado una decisión personal, en parte motivada por mi compromiso con el Consistorio de esta ciudad, y en parte motivada por mis propias convicciones.”

“Sebastian es una persona muy religiosa –interrumpió mi madre, tratando de rebajar la tensión del momento-. Desde hace años considera que los textos sagrados son la mejor fuente para su inspiración y…”

“Sí, pero de esta manera se cierra a sí mismo otro tipo de puertas –insistió la mujer-. ¿No le interesa la ópera, señor Bach? Usted, que está capacitado como nadie en el país para la composición musical, ¿porqué renuncia a ese género que podría reportarle otro tipo de satisfacciones?”

A través de la rendija veía cómo mi padre parecía congestionarse. Su gesto se crispaba de una manera que yo conocía a la perfección. Era el primer signo de que la tormenta estaba a punto de descargar. Y así fue en efecto.

“Señora, no tolero que se inmiscuya en mis decisiones –le espetó bruscamente-. Ni siquiera que opine sobre ellas. De la misma manera que yo no opino sobre si debe usted seguir escribiendo esos poemas que nos acaba de leer o debería dejar de hacerlo…”

La francesa bajó la cabeza, humillada y dolida en su interior por este cruel comentario de mi padre, que, no contento con haberla derrotado de un plumazo, proseguía cada vez más enardecido:

“Señora: escriba usted sus poesías inspiradas en temas terrenales, como el amor y todo eso… Yo me inspiro en otras fuentes cuando compongo y cuando interpreto. Cuando la mano izquierda toca las notas escritas, la derecha añade las consonancias y las disonancias a fin de que el conjunto produzca una armonía agradable, para honra de Dios y legítimo goce del espíritu. Como toda música, el bajo cifrado no debería tener otro objeto que la gloria de Dios y la satisfacción del alma. De otro modo, el resultado no es música, sino una charlatanería insustancial…”

Aquella pobre mujer, que admiraba profundamente a Johann Sebastian Bach, prorrumpió a llorar con amargura. Mi padre parecía no darse cuenta de este hecho, instalado en su poltrona de soberbia, y se disponía a continuar su discurso.

En ese momento no pude contenerme. Pequeño y mojado, impelido por una fuerza interior que yo mismo no me conocía, salí de mi escondrijo y le dije:

“Ya está bien, padre. No todos tienen tu talento. No todos tenemos las ideas tan claras. Los seres humanos nos equivocamos a veces…”

Mi madre exclamó algo, sorprendida por mi presencia. Mi padre, encolerizado, le hizo un gesto que significaba lo de siempre: “No hagas nada, Magdalena. De estos espinosos temas de la educación de nuestros hijos ya me encargo yo. Vuelve a tu cocina.”

Después me miró fijamente. De este hombre que tenía enfrente me podía esperar cualquier cosa. Que me llamara “buey”, o “estafador del teclado”, como les solía decir a algunos de sus alumnos, o que me pegara un par de bofetadas. Nunca lo había hecho, pero cualquier día podía ser el primero, y hoy concurrían demasiadas circunstancias favorables para ello… Sin embargo, respiró con profundidad, y adoptando un tono que quería ser solemne, me dijo:

“Martín Lutero nos ha dicho, Johann Crhistian, que cuando la música natural es elevada y espiritualizada por el arte, puede el hombre reconocer hasta cierto punto la perfecta sabiduría de Dios..”

Sentí que las piernas me temblaban. No sé de dónde saqué las fuerzas para contestarle: “¿Acaso eres ya Dios, padre mío? ¿Conoces también algún fragmento de la obra de Lutero en el que se hable de la humildad y la piedad entre los seres humanos…?

(Oscuro)

 

ESCENA SEXTA

(Padre e hija seenzarzan en una agria discusión. A la derecha seguimos viendo en la penumbra a Johann Crhistian Bach.)

 

Padre.-

Si no renuncias al café

No irás ni a bodas ni a fiestas.

Ni siquiera a dar ningún paseo.

 

Rosa.-

¡Muy bien!

Pero beberé café…

 

Padre.-

Escucha niña consentida:

jamás llevarás faldas de última moda.

 

Rosa.-

A esto me puedo acostumbrar fácilmente…

 

Padre.-

Ni te asomarás por la ventana

para ver a la gente pasar…

 

Rosa.-

También lo acepto.

Sólo te pido

que no me prives del café.

 

Padre.-

Y no tendrás

cintas de oro y plata

para satisfacer tu coquetería…

 

Rosa.-

Me conformo con una tacita.

 

Padre.-

¡Maldita educación!

¿Es que no logras entender mis razones?

 

(La hija, visiblemente enfadada, se marcha de la habitación dando un empujón a su padre.)

 

ESCENA SÉPTIMA

(El padre queda solo. Pasea por la habitación como un oso enjaulado. No cesa de mirar, atormentado, la cafetera y la taza.)

 

Padre.-

Estas hijas con la cabeza tan dura

no es fácil ganárselas.

Pero algún punto débil habrá.

El que lo encuentre triunfará…

 

ESCENA OCTAVA

(La hija vuelve a entrar en la habitación.)

 

Padre

Haz lo que te ordeno…

 

Rosa.-

En todo menos en lo del café…

 

Padre.-

¡Está bien!

Hazte a la idea que no tendrás nunca marido.

 

Rosa.-

¡Eso si que no! ¡Yo quiero un marido!

 

Padre.-

¡No lo tendrás jamás!

 

Rosa.-

Si no renuncio al café…

¡Café, te digo adiós!

Querido padre: no beberé ni uno más.

 

Padre.-

Entonces podrás casarte.

 

ESCENA NOVENA

(La hija está radiante de felicidad. Acompaña a sentarse a su padre en su sillón e incluso pretende que se ponga a bailar.)

 

Rosa.-

Hoy, por favor, querido padre,

Hazme el honor…

¡Un marido, un marido!

Me tiembla hasta el corazón.

En lugar de tomar café

Quisiera, antes de irme a dormir,

recibir en mi cama a un amante.

 

(Padre e hija descansan abrazados en el sillón. Oscuro lento.)

 

ESCENA DECIMA

(Johann Crhistian Bach parece haberse calmado definitivamente. Pasea ahora por su habitación fumando un cigarro. En sus manos mantiene un pequeño libro. Parece muy concentrado en su lectura.)

 

Joahnn Crhistian Bach.-

“El segundo día de mi estancia en Hamburgo salí con objeto de hacer compras para mi tía abuela, y, al regresar a casa, al pasar por la iglesia de Santa Catalina, entré un momento para contemplar el órgano. (Se escucha muy suavemente las notas de una composición para órgano de Johann Sebastian Bach.) Cuando abrí la puerta oí que alguien lo tocaba y, de pronto, desde la oscuridad, llegó hasta mí una música tan maravillosa que pensé estaría un arcángel al teclado. Pero el organista quedaba invisible a mis ojos. No sé cuanto tiempo permanecí escuchando en la iglesia, pues no era más que oídos y parecía haber echado raíces en las losas, pedida completamente la noción del tiempo.”

(Después de meditar unos instantes.) Mi madre –la jovencita Ana Magdalena Wülken, quince años más joven que ese arcángel que tanto admiraba-, no perdió la noción del tiempo durante unos minutos… Desde aquel día la perdió para siempre.

Pobre madre… Nunca conocí ejemplo tan claro de amor y de entrega hacia nosotros, sus hijos. Especialmente hacia el desgraciado de Heinrich, un enigma en la inmensa familia de los Bach. Amor y entrega hacia mi padre. Siempre ahí: firme, callada, amorosa, dispuesta a comprenderle, a soportar ese humor imprevisible, esa exagerada obsesión por el orden doméstico y por la exactitud, esa brusquedad que se reflejaba a veces en la misma expresión de su rostro, en aquel mentón ancho, en aquellas cejas fruncidas, y que tanto nos asustaban de niños, incluso cuando trataba de ser amable y nos besaba en la frente a mi hermano Christoph y a mí, antes de dormirnos.

Una vez mi hermano comenzó a gritar en mitad de la noche. Sus alaridos despertaron a toda la familia, y a mí de manera especial, porque por aquel entonces compartíamos la misma cama. Mis padres se levantaron y aparecieron asustadísimos en nuestra habitación. Mamá nos abrazó a los dos, diciendo: “Ya ha pasado, ya ha pasado”, con un tierno y musical susurro. Cuando nos volvimos a quedar solos, le pregunté a Christoph por la razón de sus gritos: “Estaba soñando con las manos de papá”, me dijo avergonzado, y entonces se puso a llorar en silencio, preso de un ataque de irrefrenable histeria.

Y es que, efectivamente, esas manos enormes por las que mi madre sentía una auténtica devoción, a nosotros nos inspiraban terror.

Aquel organista que poco tiempo después pediría la mano de mi madre no estaba solo en el mundo. Johann Sebastian traía con él cuatro hijos, fruto del primer matrimonio con María Barbara. Al aceptarle como marido los aceptaba también a ellos. Y así fue. Jamás sentimos ninguna diferencia en el trato. Todos fuimos siempre iguales para ella.

(Se sienta. Comienza a saborear pausadamente una taza de café.)

Para Johann Sebastian Bach, sin embargo, no lo fuimos. Mi madre siempre me dijo, y así lo reflejó en su Crónica, que, cuando yo nací, la cara de mi padre rejuveneció y su corazón se llenó de alegría… Por mi parte jamás llegué a sentir nada de eso.

Por el contrario, yo veía como la mayor parte de las atenciones iban para Friedmann, que pasó a ser para él como una especie de ayudante fiel e imprescindible, haciendo poco a poco las funciones que mi madre había realizado durante años, relegándola a un segundo plano. Mi hermano jamás levantó la voz para contradecirle, nunca osó cuestionar su indiscutible autoridad. Fue un hijo ejemplar y complaciente.

Por eso, el final elegido para esta Cantata del Café siempre me ha sorprendido (Lee el Recitativo número 9.): “Ahora el pobre viejo –escribe mi padre-, va en busca de un marido para su hija díscola. Pero ella hace saber de una manera taimada que ningún pretendiente entrará en la casa, si antes no promete y lo ratifica en el contrato nupcial, que le será permitido prepararse un café cuando le plazca…”

(Levanta los ojos del texto. Parece como si hablara para sí mismo:)

Cuando escucho esta Cantata que nació conmigo, pienso que nuestros destinos están indisolublemente cruzados. A veces pienso que soy yo esa mujer que se enfrenta a su padre por una simple taza de café…

En su opinión, esta hija díscola termina saliéndose con la suya… Para mi padre la relación con los hijos es una batalla en la que los padres pierden de manera inevitable…

(Oscuro.)

 

ESCENA UNDECIMA

(La hija y el padre penetran en la habitación. Mientras cantan, se van despojando de sus trajes.)

 

Padre e hija.-

El gato nunca pierde al ratón.

A las jovencitas les encanta el café.

La madre adora el café,

la abuela también.

¿Quién puede condenar a una hija por ello?

 

(Cuando han acabado de desvestirse se sientan en una actitud pacífica. Los dos reflejan en su rostro el gesto de la victoria. )

 

ESCENA DUODECIMA

(Los cantantes han terminado de interpretar. Mientras se despojan de sus ropas, escuchan atentamente las últimas palabras de Johann Christian Bach que, saliendo del ámbito escénico que le ha sido propio hasta este momento, penetra en el espacio escénico donde se ha desarrollado La Cantata del Café.

 

Johann Christian Bach.-

Asistí a su muerte hace exactamente veinte años. Vimos desmoronarse su figura en pocas semanas. Se había quedado prácticamente ciego, la situación económica por la que atravesábamos en ese momento era bastante precaria, y de él se habían olvidado casi todos. En nuestra casa lo único que sobraba eran libros e instrumentos musicales. Algunas buenas personas ayudaron a mi madre a sobrevivir durante los años siguientes. La familia Bach se desintegró por completo y tengo la sensación de que los que quedamos vivos moriremos como él: olvidados, empobrecidos y solos. Somos una estirpe maldita. La música circuló por nuestras venas como un veneno de efecto seguro e implacable.

Olvidados, solos… El recuerdo de Heinrich centra estos días mis pensamientos. Mi hermano era débil mental cuando intentaba razonar sobre las cosas normales de la vida. Me parecía un genio, sin embargo, cuando tocaba el clave en aquellas oscuras tardes otoñales de Leipzig, en las que también mi hermanastra Catharina Dorotea y mi madre se animaban a cantar. A mí me parecía el mejor de todos mis hermanos. Mejor incluso que Carl Philip, o que Friedmann. Su música, que parecía salida de no sé qué extraño caos interior, se adelantaba a la que ahora escuchamos con toda normalidad. Se adelantó a su tiempo, se adelantó a mi padre y se adelantó a la muerte que volverá a reunir a esta familia poblada de misterios, de preguntas sin respuesta.

En cuanto a mí… Poco espero de la vida. En realidad tal vez soy el único de esa familia que se sabe huyendo de algo…, de alguien. A través de las mujeres, de los países, de la música que escribo, del alcohol que ingiero, estoy escapándome de las alas de ese arcángel que creyó ver mi madre sentado en el órgano de aquella iglesia de Hamburgo. Huyo de esas manos que aterrorizaban a mi hermano, de ese padre que no supo ser nunca cariñoso conmigo y que de una manera inevitable nos eclipsó en vida.

(Con una amarga sonrisa entre los labios.) Nos volverá a eclipsar cuando su música sea de nuevo valorada y la historia lo restituya.

Entonces volveremos a ser, solamente. Los hijos de Johann Sebastian Bach.

(Los cantantes, ya despojados de los trajes que utilizaron en La Cantata, y el actor que ha interpretado a Johann Christian Bach, se aproximan en grupo donde se encuentra el pianista. Este comienza a tocar una variación jazzistica de un tema de Johan Sebastian Bach. La luz los reduce a siluetetas. Oscuro lento.) 

FIN de la “Cantata del Café”